/ miércoles 7 de febrero de 2018

Crónica de un rescate

Lo que hay detrás de un “vamos a la nieve”

Zinacantepec, Méx.- Su irresistible vestido de gala teñido de color blanco es prácticamente un imán para miles de visitantes y hace inevitable para muchos no lanzarle un vamos a la nieve. Sin embargo, la seducción al Nevado de Toluca no debe producir una falta de respeto a esta montaña que se encuentra a poco más de 4 mil 300 metros de altura, pues cualquier exceso de confianza, podría costarle la vida a los paseantes.

En esta crónica se desnuda todo lo que hay detrás de un simple vamos a la nieve, contado por quienes se convierten en los únicos que sí tienen permiso de desafiar al coloso: rescatistas de montaña del SUEM, que desde hace casi 10 años han tratado de descifrar, entender, conocer y hasta interpretar a esta montaña, pero sobre todo, prestar auxilio a quienes se ven atrapados por los “tentáculos” de este enigmático lugar.

Llévense ropa abrigadora, botas y doble calcetín. ¡Ah y chocolates!, ¡no es un mito eh!, llévense chocolates, nos recomendó Alfonso Sánchez, coordinador de Alta Montaña, una vez pactada la visita al volcán Xinantécatl para vivir en carne propia un rescate, donde una cuerda se vuelve vital para salvar la vida no sólo de la persona lesionada, sino de los mismos rescatistas.

Parecía una visita normal, sin embargo, esa sugerencia provocó intranquilidad con unas gotas de suspenso. Eran las 07:00 de la mañana, mientras acomodaba a mi cuerpo un doble pantalón, par de calcetines y buscaba guantes, un pasamontaña y los chocolates, ocupaba unos minutos, abrí la cortina de mi ventana para mirar el cielo despejado y el sol que apenas se asomaba.

Era un buen día, pensaba. Y esa presunción fue ratificada por Alfonso Sánchez, quien junto con su equipo de rescatistas ya preparaba todo lo necesario para subir a esa montaña. A esa que dijo muchas veces, le HAN PERDIDO EL RESPETO.

Flavio Tablada, César Eddy, César Lira, José Torres, Magali Vargas, Verónica Cruz, Melisa Márquez, Javier Moreno y Alfonso Sánchez, todos ellos profesionales en el rescate de montaña del SUEM, preparaban su equipo compuesto por cuerdas, arneses, anclas y otros aditamentos que se sumaron a diversos alimentos como barras energéticas y agua.

El agua allá arriba es vital y claro que nos podemos comer la nieve, pero en casos extremos llevamos con nosotros una parrilla de montaña muy fácil de llevar y la cual nos permite hasta cocinar un pájaro, refería Alfonso al momento de recordar una visita que realizaron al volcán Iztaccíhuatl, la tercera montaña más alta de México.

Una vez equipados, partimos al Nevado de Toluca, una escala en una tienda de conveniencia para reforzar las provisiones y el forzoso registro ante los ejidatarios que se encuentran en el llamado Parque de los Venados, sólo nos quitó unos minutos.

Abrimos un poco la ventanilla para que ahorita que bajemos no nos pegue el frío, dijo mi compañero que ya preparaba su cámara para retratar el momento.

Apenas unos metros de dónde se ubican las primeras antenas, una ambulancia nos salió al paso y el conductor nos indicó aquí va a ser, vamos a subir por ese camino que dicen los lugareños es el más rápido y que los policías lo llaman la “bajada del muerto”, por las muertes sucedidas, refirió nuestro guía.

Vamos a comenzar a subir. ¿Ya vienen preparados?, nos preguntó quien en ese momento se convirtió en nuestro líder. Miren cuando sientan que su corazón se les sube hasta la garganta, se paran y respiran profundo para que recuperen el oxígeno que se va a ir agotando conforme vayamos subiendo, añadió.

El ascenso comenzó y aunque el frío no era tan intenso, efectivamente la falta de oxígeno sólo nos permitía avanzar 10 metros y tomar un descanso. Después fueron cinco metros y descanso.

Traten de pisar donde no hay nieve, aunque cuidado porque también hay unas rocas que se pueden desvanecer y provocar un accidente, nos decía al tiempo que recalcaba, aquí no puede subir ninguna persona con hipertensión o diabetes, es más ni niños menores de cinco años, personas de la tercera edad, incluso con obesidad.

No, nos van a creer, pero hemos encontrado gente acá arriba hasta con tacones o acompañadas con bebés y eso está prohibido por las condiciones que rodean a la montaña, añadió.

Finalmente, llegamos al punto y una llamada de alerta recibida por el grupo de rescatistas que se encontraba en la parte baja, activó el rescate. De inmediato la cuadrilla de rescatistas avanzó al punto, cargando mochilas que llegaban a pesar hasta los 80 kilos, pero que conforme subían su peso se duplicaba, tomaron el camino.

¡Me duele mucho!, me caí y no puedo caminar. Decía la persona que al intentar descender por la “bajada del muerto”, resbaló, cayó y se fracturó la pierna. Un grupo de primer contacto logró llegar a la persona accidentada y de inmediato la tranquilizó.

Una vez que fue estabilizada, comenzó el rescate, la cuerda de la vida de inmediato fue atada a una piedra y desde ahí, uno de los rescatistas se convirtió en la pieza clave para dirigir este rescate. A esto le llamamos la cuerda de la vida, pues de esta depende no sólo la vida de la persona lesionada sino de los mismos rescatistas que auxilian a esta labor.

¡Libre!, ¡línea!, ¡fijo! y ¡anclaje!, fueron claves en el lenguaje que utilizaron los rescatistas del SUEM durante las labores que realizaron durante más de tres horas, sólo para poner en una ambulancia a la víctima de este accidente que muy comúnmente ocurre en esta época del año.

Quienes visitan el Nevado de Toluca piensan que vienen a cualquier parque y no es así, un solo rescate nos puede llevar muchas horas y hasta días, por eso es necesario que la gente tenga la conciencia de que ir a la nieve, no es cualquier cosa, declaró Alfonso Sánchez.

Acá la desesperación de quienes sufren este tipo de incidentes es tal que muchas veces nos dicen porque no viene un helicóptero y lo rescata, pero no saben de las condiciones que tiene la montaña y que hace imposible que una aeronave incluso se acerque, agregó.

Hace dos años hubo muchos muertos, entre ellos, la hija de un procurador de la CDMX, esa muerte también se registró cerca de la “bajada del muerto”. En esa ocasión, el rescate se prolongó por más de un día. Lamentablemente la joven murió, expresó el coordinador de este tipo de rescate.

Una vez que la mujer caída se encontraba a salvo, envuelta en una sabana térmica y ya con la atención de un médico a bordo de una ambulancia, la pregunta fue directa al rescatista, ¿Y para esta labor tienen el equipo adecuado? Y no, efectivamente, su respuesta fue “contamos con lo justo para este tipo de rescates, pero los integrantes también necesitan equipo propio como unas botas, maleta y otros aditamentos, que ellos tienen que adquirir de su bolsa”.

Cierto, al final el rescate no fue real, pero el esfuerzo empleado por la cuadrilla de rescatistas sí lo fue. Fue un rescate sencillo dijeron, pero la fatiga y el sudor fue tan existente como la nieve misma que cubría la parte de alta del Nevado de Toluca.


Zinacantepec, Méx.- Su irresistible vestido de gala teñido de color blanco es prácticamente un imán para miles de visitantes y hace inevitable para muchos no lanzarle un vamos a la nieve. Sin embargo, la seducción al Nevado de Toluca no debe producir una falta de respeto a esta montaña que se encuentra a poco más de 4 mil 300 metros de altura, pues cualquier exceso de confianza, podría costarle la vida a los paseantes.

En esta crónica se desnuda todo lo que hay detrás de un simple vamos a la nieve, contado por quienes se convierten en los únicos que sí tienen permiso de desafiar al coloso: rescatistas de montaña del SUEM, que desde hace casi 10 años han tratado de descifrar, entender, conocer y hasta interpretar a esta montaña, pero sobre todo, prestar auxilio a quienes se ven atrapados por los “tentáculos” de este enigmático lugar.

Llévense ropa abrigadora, botas y doble calcetín. ¡Ah y chocolates!, ¡no es un mito eh!, llévense chocolates, nos recomendó Alfonso Sánchez, coordinador de Alta Montaña, una vez pactada la visita al volcán Xinantécatl para vivir en carne propia un rescate, donde una cuerda se vuelve vital para salvar la vida no sólo de la persona lesionada, sino de los mismos rescatistas.

Parecía una visita normal, sin embargo, esa sugerencia provocó intranquilidad con unas gotas de suspenso. Eran las 07:00 de la mañana, mientras acomodaba a mi cuerpo un doble pantalón, par de calcetines y buscaba guantes, un pasamontaña y los chocolates, ocupaba unos minutos, abrí la cortina de mi ventana para mirar el cielo despejado y el sol que apenas se asomaba.

Era un buen día, pensaba. Y esa presunción fue ratificada por Alfonso Sánchez, quien junto con su equipo de rescatistas ya preparaba todo lo necesario para subir a esa montaña. A esa que dijo muchas veces, le HAN PERDIDO EL RESPETO.

Flavio Tablada, César Eddy, César Lira, José Torres, Magali Vargas, Verónica Cruz, Melisa Márquez, Javier Moreno y Alfonso Sánchez, todos ellos profesionales en el rescate de montaña del SUEM, preparaban su equipo compuesto por cuerdas, arneses, anclas y otros aditamentos que se sumaron a diversos alimentos como barras energéticas y agua.

El agua allá arriba es vital y claro que nos podemos comer la nieve, pero en casos extremos llevamos con nosotros una parrilla de montaña muy fácil de llevar y la cual nos permite hasta cocinar un pájaro, refería Alfonso al momento de recordar una visita que realizaron al volcán Iztaccíhuatl, la tercera montaña más alta de México.

Una vez equipados, partimos al Nevado de Toluca, una escala en una tienda de conveniencia para reforzar las provisiones y el forzoso registro ante los ejidatarios que se encuentran en el llamado Parque de los Venados, sólo nos quitó unos minutos.

Abrimos un poco la ventanilla para que ahorita que bajemos no nos pegue el frío, dijo mi compañero que ya preparaba su cámara para retratar el momento.

Apenas unos metros de dónde se ubican las primeras antenas, una ambulancia nos salió al paso y el conductor nos indicó aquí va a ser, vamos a subir por ese camino que dicen los lugareños es el más rápido y que los policías lo llaman la “bajada del muerto”, por las muertes sucedidas, refirió nuestro guía.

Vamos a comenzar a subir. ¿Ya vienen preparados?, nos preguntó quien en ese momento se convirtió en nuestro líder. Miren cuando sientan que su corazón se les sube hasta la garganta, se paran y respiran profundo para que recuperen el oxígeno que se va a ir agotando conforme vayamos subiendo, añadió.

El ascenso comenzó y aunque el frío no era tan intenso, efectivamente la falta de oxígeno sólo nos permitía avanzar 10 metros y tomar un descanso. Después fueron cinco metros y descanso.

Traten de pisar donde no hay nieve, aunque cuidado porque también hay unas rocas que se pueden desvanecer y provocar un accidente, nos decía al tiempo que recalcaba, aquí no puede subir ninguna persona con hipertensión o diabetes, es más ni niños menores de cinco años, personas de la tercera edad, incluso con obesidad.

No, nos van a creer, pero hemos encontrado gente acá arriba hasta con tacones o acompañadas con bebés y eso está prohibido por las condiciones que rodean a la montaña, añadió.

Finalmente, llegamos al punto y una llamada de alerta recibida por el grupo de rescatistas que se encontraba en la parte baja, activó el rescate. De inmediato la cuadrilla de rescatistas avanzó al punto, cargando mochilas que llegaban a pesar hasta los 80 kilos, pero que conforme subían su peso se duplicaba, tomaron el camino.

¡Me duele mucho!, me caí y no puedo caminar. Decía la persona que al intentar descender por la “bajada del muerto”, resbaló, cayó y se fracturó la pierna. Un grupo de primer contacto logró llegar a la persona accidentada y de inmediato la tranquilizó.

Una vez que fue estabilizada, comenzó el rescate, la cuerda de la vida de inmediato fue atada a una piedra y desde ahí, uno de los rescatistas se convirtió en la pieza clave para dirigir este rescate. A esto le llamamos la cuerda de la vida, pues de esta depende no sólo la vida de la persona lesionada sino de los mismos rescatistas que auxilian a esta labor.

¡Libre!, ¡línea!, ¡fijo! y ¡anclaje!, fueron claves en el lenguaje que utilizaron los rescatistas del SUEM durante las labores que realizaron durante más de tres horas, sólo para poner en una ambulancia a la víctima de este accidente que muy comúnmente ocurre en esta época del año.

Quienes visitan el Nevado de Toluca piensan que vienen a cualquier parque y no es así, un solo rescate nos puede llevar muchas horas y hasta días, por eso es necesario que la gente tenga la conciencia de que ir a la nieve, no es cualquier cosa, declaró Alfonso Sánchez.

Acá la desesperación de quienes sufren este tipo de incidentes es tal que muchas veces nos dicen porque no viene un helicóptero y lo rescata, pero no saben de las condiciones que tiene la montaña y que hace imposible que una aeronave incluso se acerque, agregó.

Hace dos años hubo muchos muertos, entre ellos, la hija de un procurador de la CDMX, esa muerte también se registró cerca de la “bajada del muerto”. En esa ocasión, el rescate se prolongó por más de un día. Lamentablemente la joven murió, expresó el coordinador de este tipo de rescate.

Una vez que la mujer caída se encontraba a salvo, envuelta en una sabana térmica y ya con la atención de un médico a bordo de una ambulancia, la pregunta fue directa al rescatista, ¿Y para esta labor tienen el equipo adecuado? Y no, efectivamente, su respuesta fue “contamos con lo justo para este tipo de rescates, pero los integrantes también necesitan equipo propio como unas botas, maleta y otros aditamentos, que ellos tienen que adquirir de su bolsa”.

Cierto, al final el rescate no fue real, pero el esfuerzo empleado por la cuadrilla de rescatistas sí lo fue. Fue un rescate sencillo dijeron, pero la fatiga y el sudor fue tan existente como la nieve misma que cubría la parte de alta del Nevado de Toluca.


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