/ lunes 6 de febrero de 2017

Docentes del Conafe, historias de hazaña en la educación rural

Toluca, México.- María deLourdes y Arturo, hace algunos años, eran dos jóvenes queprestaban servicio educativo sin cobrar un sueldo fijo, debíancaminar por horas y hospedarse durante semanas en una comunidadalejada para ganarse una beca; entre ambos no se conocían, perotenían la coincidencia de ser instructores comunitarios delConafe.

El Consejo Nacional de Fomento Educativo(Conafe), desde el año de 1978, recluta jóvenes en la entidad,como Arturo y María de Lourdes, para atender las pequeñascomunidades a donde no existe servicio regular de la SEP; su labor,como el caso de Lulú, incluso era de llegar a instalar la escuela,realizar censos y pasar casa por casa para hacer sus grupos.“Cuando me asignaron comunidad, metocó abrir el servicio con otra compañera, íbamos casa por casapara invitar a los niños, tomábamos clases en una casita de adobede ocho metros por cuatro, ahí teníamos 20niños”. Nohabía luz y a veces nos la robábamos, lo tengo que aceptar, erapara poder trabajar, no había agua y era de tierra el piso”,recordó Lourdes sobre su primer año de servicio en la comunidadde San Agustín Potejé, Almoloya de Juárez y quien para eseentonces tenía sólo 20 años, pero junto con su compañeragestionaron con las autoridades para que se pudiera construir unaescuela para sus alumnos.

Foto Filiberto Ramos

Desde su infancia, María tuvo que esforzarsemás que una persona normal, pues nació con una enfermedad en laspiernas que la obligó a pasar la mitad de su niñez en hospitalesy la otra en la escuela.

Era prácticamente dejar deir por semanas a la escuela, usar prótesis desde niña y sufrirdiscriminación de los otros niños, me decían ‘la niña de lapatota’ y eso era difícil de sobrellevar”, relató la docente,quien actualmente tiene siete años de servicio como profesora desecundaria, cuenta con un posgrado y fue dos veces reconocida conel Premio Conafe por su labor destacada.

A sus 36 años, María de Lourdes Firo Corraleses madre de familia e incluso puede manejar su camioneta, sólo quea diferencia de las personas normales, ella lo hace con suspies.

Cuando entré al Conafe, meayudó a descubrir unas piernas que yo no sabía que tenía”,expresó la profesora discapacitada.

Los cinco años que estuvo en el Conafeatendiendo niños de las comunidades, María de Lourdes aprendióno sólo las bases para su profesión y se ganó una beca que lepermitió culminar sus estudios, también aprendió a superar suenfermedad.

Actualmente, tiene siete años de ejercer sucarrera y a la par da clases de inglés, tiene un posgrado ycontinúa estudiando; su historia fue relatada en la entrega delPremio Conafe 2016.

La historia de Arturo de Jesús González no esmuy distinta, a sus 17 años llegó a la dependencia federal,proveniente de un entorno de pobreza, y le tocó encontrarse con unreto que le marcó la vida: atender a niños con problemas dedrogadicción.

Una de las etapas másdifíciles fue cuando me enviaron a Nicolás Romero a la zona de laNopalera, donde había inseguridad y los niños que atendíamoseran hijos de mujeres de la calle, alcohólicos y muchos de ellosconsumían drogas, a mis 21 años no sabía qué hacer paraayudarles”, recordó Arturo como parte de la experiencia en unprograma del Conafe ya clausurado, denominado Atención Educativa aMenores en Situación Extraordinaria (MESE).

Pese a las condiciones, Arturo y otros dosinstructores lograron ayudar al grupo de niños, los hizo susamigos y les dio un poco de esperanza en medio de la selva deinseguridad en que vivían. “Imagínate atender a niños que han sidoabusados sexualmente, que están abandonados y viven en la calle,que no tienen esperanza, ahora como docente no me ha tocado unentorno tan difícil como el que pasé en ese entonces, fue miprueba de fuego para decidir que quería ser educador”, afirmóArturo, oriundo de Almoloya de Juárez.Luego de pasar su experiencia con los niños de lacalle, Arturo fue comisionado a un programa con el que se atendíaa niños de los circos; ahí el joven docente encontró las basespara su profesión, una experiencia que finalmente lo llevó aestudiar su carrera.

Foto Filiberto Ramos

Arturo fue dos veces reconocido con el PremioConafe, que se otorga a los instructores más sobresalientes,actualmente tiene seis años en el ejercicio de su profesión yestá a punto de culminar su maestría.

Los instructores del Conafe, ahora denominadosLíderes para la Educación Comunitaria (LEC), son jóvenes queatienden el servicio de educación en pequeñas comunidades delpaís, donde no existe servicio regular de la SEP, sin un sueldofijo y sólo con apoyos mensuales, sin embargo, un porcentaje altode los docentes que forman parte de la plantilla de docentes enMéxico, han surgido de este tipo de programas.

Toluca, México.- María deLourdes y Arturo, hace algunos años, eran dos jóvenes queprestaban servicio educativo sin cobrar un sueldo fijo, debíancaminar por horas y hospedarse durante semanas en una comunidadalejada para ganarse una beca; entre ambos no se conocían, perotenían la coincidencia de ser instructores comunitarios delConafe.

El Consejo Nacional de Fomento Educativo(Conafe), desde el año de 1978, recluta jóvenes en la entidad,como Arturo y María de Lourdes, para atender las pequeñascomunidades a donde no existe servicio regular de la SEP; su labor,como el caso de Lulú, incluso era de llegar a instalar la escuela,realizar censos y pasar casa por casa para hacer sus grupos.“Cuando me asignaron comunidad, metocó abrir el servicio con otra compañera, íbamos casa por casapara invitar a los niños, tomábamos clases en una casita de adobede ocho metros por cuatro, ahí teníamos 20niños”. Nohabía luz y a veces nos la robábamos, lo tengo que aceptar, erapara poder trabajar, no había agua y era de tierra el piso”,recordó Lourdes sobre su primer año de servicio en la comunidadde San Agustín Potejé, Almoloya de Juárez y quien para eseentonces tenía sólo 20 años, pero junto con su compañeragestionaron con las autoridades para que se pudiera construir unaescuela para sus alumnos.

Foto Filiberto Ramos

Desde su infancia, María tuvo que esforzarsemás que una persona normal, pues nació con una enfermedad en laspiernas que la obligó a pasar la mitad de su niñez en hospitalesy la otra en la escuela.

Era prácticamente dejar deir por semanas a la escuela, usar prótesis desde niña y sufrirdiscriminación de los otros niños, me decían ‘la niña de lapatota’ y eso era difícil de sobrellevar”, relató la docente,quien actualmente tiene siete años de servicio como profesora desecundaria, cuenta con un posgrado y fue dos veces reconocida conel Premio Conafe por su labor destacada.

A sus 36 años, María de Lourdes Firo Corraleses madre de familia e incluso puede manejar su camioneta, sólo quea diferencia de las personas normales, ella lo hace con suspies.

Cuando entré al Conafe, meayudó a descubrir unas piernas que yo no sabía que tenía”,expresó la profesora discapacitada.

Los cinco años que estuvo en el Conafeatendiendo niños de las comunidades, María de Lourdes aprendióno sólo las bases para su profesión y se ganó una beca que lepermitió culminar sus estudios, también aprendió a superar suenfermedad.

Actualmente, tiene siete años de ejercer sucarrera y a la par da clases de inglés, tiene un posgrado ycontinúa estudiando; su historia fue relatada en la entrega delPremio Conafe 2016.

La historia de Arturo de Jesús González no esmuy distinta, a sus 17 años llegó a la dependencia federal,proveniente de un entorno de pobreza, y le tocó encontrarse con unreto que le marcó la vida: atender a niños con problemas dedrogadicción.

Una de las etapas másdifíciles fue cuando me enviaron a Nicolás Romero a la zona de laNopalera, donde había inseguridad y los niños que atendíamoseran hijos de mujeres de la calle, alcohólicos y muchos de ellosconsumían drogas, a mis 21 años no sabía qué hacer paraayudarles”, recordó Arturo como parte de la experiencia en unprograma del Conafe ya clausurado, denominado Atención Educativa aMenores en Situación Extraordinaria (MESE).

Pese a las condiciones, Arturo y otros dosinstructores lograron ayudar al grupo de niños, los hizo susamigos y les dio un poco de esperanza en medio de la selva deinseguridad en que vivían. “Imagínate atender a niños que han sidoabusados sexualmente, que están abandonados y viven en la calle,que no tienen esperanza, ahora como docente no me ha tocado unentorno tan difícil como el que pasé en ese entonces, fue miprueba de fuego para decidir que quería ser educador”, afirmóArturo, oriundo de Almoloya de Juárez.Luego de pasar su experiencia con los niños de lacalle, Arturo fue comisionado a un programa con el que se atendíaa niños de los circos; ahí el joven docente encontró las basespara su profesión, una experiencia que finalmente lo llevó aestudiar su carrera.

Foto Filiberto Ramos

Arturo fue dos veces reconocido con el PremioConafe, que se otorga a los instructores más sobresalientes,actualmente tiene seis años en el ejercicio de su profesión yestá a punto de culminar su maestría.

Los instructores del Conafe, ahora denominadosLíderes para la Educación Comunitaria (LEC), son jóvenes queatienden el servicio de educación en pequeñas comunidades delpaís, donde no existe servicio regular de la SEP, sin un sueldofijo y sólo con apoyos mensuales, sin embargo, un porcentaje altode los docentes que forman parte de la plantilla de docentes enMéxico, han surgido de este tipo de programas.

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