/ jueves 15 de marzo de 2018

Desgastada relación entre ejército y sociedad

Toluca, México.- Ante el evidente fracaso de corporaciones policíacas para enfrentar a la delincuencia, la Ley de Seguridad Interior es la última carta que tiene el gobierno para recobrar el orden, pero lamentablemente la relación entre Sociedad-Ejército está muy desgastada, sobre todo en la zona sur del Edomex, donde la imagen del militar como defensor de la patria se desgastó y ahora es visto como el enemigo, el que mata, ejecuta y desaparece gente, señaló el investigador universitario José Luis Arriaga Ornelas.

 

El doctor en Ciencias Sociales y especialista en Antropología Social, explicó que la Ley de Seguridad Interior es precedida por una década de deterioro permanente de la seguridad pública en México, “desde finales de siglo pasado y lo que va de este, el país no ha dejado tener incremento en los índices delictivos, no se ha podido controlar y aunque ha habido algunos periodos de relativa estabilidad, también existen repuntes graves”, dijo.

Así, subrayó, debido a que el orden institucional no ha podido resolver la problemática, se le encomendó al Ejército esta tarea como medida temporal; pero no de forma reglamentada sin un marco normativo, es decir fue como una contiengencia, pero ahora esta ley busca reglamentar la presencia del Ejército.

 

Lo que es un hecho, refirió el investigador, es el grave deterioro de las instituciones de seguridad pública municipales y estatales, pues ante el incremento de la capacidad corruptora de las organizaciones delictivas, propicia que se corrompan.

De tal suerte que esta ley, indicó desecha la posibilidad de regresar al orden institucional en el que los policías se hagan cargo de la seguridad, por ende, lanzan al ejército como la última carta para enfrentar a la delincuencia.

 

Las consecuencias pueden ser muchas, detalló, pues el Ejército esta capacitado para aniquilar al enemigo y en este caso a los delincuentes, pero ya en la convivencia con la sociedad existen problemas, pues ya no son civiles uniformados sino militares.

La sociedad, estableció el profesor de tiempo completo de la Facultad de Antropología, ve al ejercito como un grupo de mexicanos que nos defenderán de enemigos internos de guerra o prestar apoyos en contingencias, “los pensabamos en sus cuarteles preparandose para la defensa de la patria y así se nos enseño, esa era la figura”, añadió.

Sin embargo, afirmó que cuando salen a las calles y detienen al hijo o se meten a las casas, se presenta un desgaste natural que toda convivencia humana implica, y más aún en la zona sur del Estado de México donde derivado de la presencia del narcotráfico, se incrementa la vigilancia militar.

El riesgo, agregó Arriaga Ornelas, es que ante este desgaste por su relación no sólo con la sociedad sino con el mismo crimen organizado, las fuerzas militares se encamine a la ruta de las policías, y el ejército se pueda corromper.

Históricamente, aclaró, el militar fue para defender a la patria, pero ahora con esta nueva incursión en las calles, las nuevas generaciones -sobre todo en la zona sur del estado-, lo ven como el enemigo, el que mata, ejecuta, tortura y se lleva a la gente, y más aún cuando se presentan casos como el de Tlatlaya.

Toluca, México.- Ante el evidente fracaso de corporaciones policíacas para enfrentar a la delincuencia, la Ley de Seguridad Interior es la última carta que tiene el gobierno para recobrar el orden, pero lamentablemente la relación entre Sociedad-Ejército está muy desgastada, sobre todo en la zona sur del Edomex, donde la imagen del militar como defensor de la patria se desgastó y ahora es visto como el enemigo, el que mata, ejecuta y desaparece gente, señaló el investigador universitario José Luis Arriaga Ornelas.

 

El doctor en Ciencias Sociales y especialista en Antropología Social, explicó que la Ley de Seguridad Interior es precedida por una década de deterioro permanente de la seguridad pública en México, “desde finales de siglo pasado y lo que va de este, el país no ha dejado tener incremento en los índices delictivos, no se ha podido controlar y aunque ha habido algunos periodos de relativa estabilidad, también existen repuntes graves”, dijo.

Así, subrayó, debido a que el orden institucional no ha podido resolver la problemática, se le encomendó al Ejército esta tarea como medida temporal; pero no de forma reglamentada sin un marco normativo, es decir fue como una contiengencia, pero ahora esta ley busca reglamentar la presencia del Ejército.

 

Lo que es un hecho, refirió el investigador, es el grave deterioro de las instituciones de seguridad pública municipales y estatales, pues ante el incremento de la capacidad corruptora de las organizaciones delictivas, propicia que se corrompan.

De tal suerte que esta ley, indicó desecha la posibilidad de regresar al orden institucional en el que los policías se hagan cargo de la seguridad, por ende, lanzan al ejército como la última carta para enfrentar a la delincuencia.

 

Las consecuencias pueden ser muchas, detalló, pues el Ejército esta capacitado para aniquilar al enemigo y en este caso a los delincuentes, pero ya en la convivencia con la sociedad existen problemas, pues ya no son civiles uniformados sino militares.

La sociedad, estableció el profesor de tiempo completo de la Facultad de Antropología, ve al ejercito como un grupo de mexicanos que nos defenderán de enemigos internos de guerra o prestar apoyos en contingencias, “los pensabamos en sus cuarteles preparandose para la defensa de la patria y así se nos enseño, esa era la figura”, añadió.

Sin embargo, afirmó que cuando salen a las calles y detienen al hijo o se meten a las casas, se presenta un desgaste natural que toda convivencia humana implica, y más aún en la zona sur del Estado de México donde derivado de la presencia del narcotráfico, se incrementa la vigilancia militar.

El riesgo, agregó Arriaga Ornelas, es que ante este desgaste por su relación no sólo con la sociedad sino con el mismo crimen organizado, las fuerzas militares se encamine a la ruta de las policías, y el ejército se pueda corromper.

Históricamente, aclaró, el militar fue para defender a la patria, pero ahora con esta nueva incursión en las calles, las nuevas generaciones -sobre todo en la zona sur del estado-, lo ven como el enemigo, el que mata, ejecuta, tortura y se lleva a la gente, y más aún cuando se presentan casos como el de Tlatlaya.

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