/ domingo 17 de marzo de 2024

Vigilantes de La Verónica, brigadistas voluntarios combaten el fuego

Con palas y paliacates, los vecinos del bosque Otomí cuidan su montaña

En una camioneta a la que se suena todo, menos la radio, José Cleto ayuda a los brigadistas voluntarios a subir al Cerro de la Verónica que, durante siete días, estuvo ardiendo. En la caja de la camioneta lleva no sólo personas, también naranjas, algo de comida, agua y fe.

Mientras va subiendo por el único sendero que permite el paso de los vehículos, ve con tristeza el bosque. A medio camino hay un altar, así que hace pausa, abre la reja, coloca una pequeña ofrenda y se encomienda a Dios.

Desde que era niño, le enseñaron a criar el bosque y la importancia de preservarlo, no sólo se trata de aire limpio, el Bosque Otomí, al que pertenece el Cerro de la Verónica, es cuna de agua y tradición.

Palas, picos, cubrebocas, paliacates y agua, es lo que llevaron los brigadistas para combatir el incendio que, si bien ya está controlado, no ha podido ser liquidado. Las brasas siguen ardiendo, por lo que buscan con paciencia y suficiente condición física los lugares cuyo calor delata que la ignición podría suceder si el viento la favorece.

El Cerro de Verónica es testigo de los asentamientos de los otomíes, de los españoles, de diversas aves y tipos de árboles, pero -al menos- 100 hectáreas se convirtieron en escenarios cenizos que parecen haber sido retratados en blanco y negro, la ausencia de color se traduce en una ausencia de vida.

Estos son los daños causados por la inconsciencia y la necedad de algunas personas. El incendio empezó del lado de Tlalmimilolpan y se vino hacia Xochicuautla, llegaron los brigadistas voluntarios, los de Probosque y CONAFOR, pero nos damos cuenta que, con cualquier cosa, el fuego se expande, incluso brincó las brechas cortafuegos”, comentó Pepe Cleto.

Acompañado de brigadistas, parado sobre las cenizas, reconoció que llegaron más de 100 personas con recursos propios a luchar contras las llamas, porque saben que este bosque es su responsabilidad.

Les tocó ser testigos de aves que buscaban refugiarse del calor del incendio, de animales terrestres que no pudieron sobrevivir, pero también de la solidaridad de su gente, la gente de La Montaña.

Vigilarán acceso al Cerro de la Verónica

Pero este incendio, lamentaron, parece ser un adelanto de lo que la primera, que aún es temporada sin lluvias, les tiene preparado, por ello decidieron no bajar la guardia y subir constantemente a monitorear las zonas forestales.

Las comunidades han acordado que no habrá acceso con cigarros, pirotecnia, vidrio o cualquier material que pueda generar una deflagración, pues temen que las fuerzas ya no les den para combatirlo.

Aunque no todos se conocen, ya que con los rostros tapados para no respirar directamente el humo, los rasgos faciales pasa a segundo término; la hermanadas y los grupos en redes sociales les unen.

Así que Pepe Cleto y sus vecinos se organizan por mensajes y tratan de subir juntos y bajar juntos, así como sucede en las otras comunidades.

Recriminan, mientras andan por las brechas cortafuego, que el gobierno municipal les dejó solos, apenas seis bomberos llegaron a la zona, lo que calificaron de insuficiente.

Se pensaba cerrar la autopista porque sí mandaron apoyo de CONAFOR y Probosque, pero el presidente municipal de Lerma, quien crees que también es responsable de resguardar, no convocó apoyo aéreo y era necesario, se hubiera evitado mucho”.

¿Qué sigue tras el incendio?

Expectantes de lo que aún les aguarda en esta temporada de incendios, los comuneros de la región alta del municipio de Lerma se organizan ya en cuadrillas para levantar la basura del bosque, en especial todo lo que pueda generar un efecto lupa.

También buscan brasas y las apagan, para que las llamas les den tregua pues llevan una semana con sus días y noches con temor a que todo el bosque se queme.

Una vez que el peligro haya pasado, gestionarán jornadas de reforestación para que el Cerro de la Verónica no pierda su calidad de santuario de biodiversidad en el que la gente de la montaña, los árboles y los animales han aprendido a convivir durante cientos de años.

Además, solicitan al Ayuntamiento de Lerma que el bosque otomí deje de ser considerado zona turística, pues los encargados de cuidarlo no reciben ayuda cuando la necesitan, reclamaron.

Así que, con lo que pueden y tienen a la mano en sus casa, continuarán vigilantes de los árboles que les vieron crecer y de que nuevos cuiden a las generaciones venideras, pues habrán de reponer lo que el fuego se llevó.


En una camioneta a la que se suena todo, menos la radio, José Cleto ayuda a los brigadistas voluntarios a subir al Cerro de la Verónica que, durante siete días, estuvo ardiendo. En la caja de la camioneta lleva no sólo personas, también naranjas, algo de comida, agua y fe.

Mientras va subiendo por el único sendero que permite el paso de los vehículos, ve con tristeza el bosque. A medio camino hay un altar, así que hace pausa, abre la reja, coloca una pequeña ofrenda y se encomienda a Dios.

Desde que era niño, le enseñaron a criar el bosque y la importancia de preservarlo, no sólo se trata de aire limpio, el Bosque Otomí, al que pertenece el Cerro de la Verónica, es cuna de agua y tradición.

Palas, picos, cubrebocas, paliacates y agua, es lo que llevaron los brigadistas para combatir el incendio que, si bien ya está controlado, no ha podido ser liquidado. Las brasas siguen ardiendo, por lo que buscan con paciencia y suficiente condición física los lugares cuyo calor delata que la ignición podría suceder si el viento la favorece.

El Cerro de Verónica es testigo de los asentamientos de los otomíes, de los españoles, de diversas aves y tipos de árboles, pero -al menos- 100 hectáreas se convirtieron en escenarios cenizos que parecen haber sido retratados en blanco y negro, la ausencia de color se traduce en una ausencia de vida.

Estos son los daños causados por la inconsciencia y la necedad de algunas personas. El incendio empezó del lado de Tlalmimilolpan y se vino hacia Xochicuautla, llegaron los brigadistas voluntarios, los de Probosque y CONAFOR, pero nos damos cuenta que, con cualquier cosa, el fuego se expande, incluso brincó las brechas cortafuegos”, comentó Pepe Cleto.

Acompañado de brigadistas, parado sobre las cenizas, reconoció que llegaron más de 100 personas con recursos propios a luchar contras las llamas, porque saben que este bosque es su responsabilidad.

Les tocó ser testigos de aves que buscaban refugiarse del calor del incendio, de animales terrestres que no pudieron sobrevivir, pero también de la solidaridad de su gente, la gente de La Montaña.

Vigilarán acceso al Cerro de la Verónica

Pero este incendio, lamentaron, parece ser un adelanto de lo que la primera, que aún es temporada sin lluvias, les tiene preparado, por ello decidieron no bajar la guardia y subir constantemente a monitorear las zonas forestales.

Las comunidades han acordado que no habrá acceso con cigarros, pirotecnia, vidrio o cualquier material que pueda generar una deflagración, pues temen que las fuerzas ya no les den para combatirlo.

Aunque no todos se conocen, ya que con los rostros tapados para no respirar directamente el humo, los rasgos faciales pasa a segundo término; la hermanadas y los grupos en redes sociales les unen.

Así que Pepe Cleto y sus vecinos se organizan por mensajes y tratan de subir juntos y bajar juntos, así como sucede en las otras comunidades.

Recriminan, mientras andan por las brechas cortafuego, que el gobierno municipal les dejó solos, apenas seis bomberos llegaron a la zona, lo que calificaron de insuficiente.

Se pensaba cerrar la autopista porque sí mandaron apoyo de CONAFOR y Probosque, pero el presidente municipal de Lerma, quien crees que también es responsable de resguardar, no convocó apoyo aéreo y era necesario, se hubiera evitado mucho”.

¿Qué sigue tras el incendio?

Expectantes de lo que aún les aguarda en esta temporada de incendios, los comuneros de la región alta del municipio de Lerma se organizan ya en cuadrillas para levantar la basura del bosque, en especial todo lo que pueda generar un efecto lupa.

También buscan brasas y las apagan, para que las llamas les den tregua pues llevan una semana con sus días y noches con temor a que todo el bosque se queme.

Una vez que el peligro haya pasado, gestionarán jornadas de reforestación para que el Cerro de la Verónica no pierda su calidad de santuario de biodiversidad en el que la gente de la montaña, los árboles y los animales han aprendido a convivir durante cientos de años.

Además, solicitan al Ayuntamiento de Lerma que el bosque otomí deje de ser considerado zona turística, pues los encargados de cuidarlo no reciben ayuda cuando la necesitan, reclamaron.

Así que, con lo que pueden y tienen a la mano en sus casa, continuarán vigilantes de los árboles que les vieron crecer y de que nuevos cuiden a las generaciones venideras, pues habrán de reponer lo que el fuego se llevó.


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