/ jueves 3 de diciembre de 2020

Comentarios y Algo Más | A dos años de la transición política

Antier Andrés Manuel López Obrador cumplió dos años, de haber rendido protesta como presidente de los Estados Unidos Mexicanos.

Ya con la banda presidencial en el pecho, con el puño de la mano derecha en alto, como para dar énfasis a su primera declaración ante la representación nacional, expresó: “No tengo derecho a fallar; acepto el reto. Hace cuanto pueda para obstaculizar toda regresión”.

Esas fueron las primeras palabras del mensaje con que enjuiciaría a sus antecesores. Más adelante diría, “recibo un país en quiebra”. Su ya predecesor enrojecía por el inesperado reclamo. Quedaba atrás la tersa retórica con que se despedía a quien había entregado el poder. La IV Transformación empezaba a caminar.

Las acusaciones señalándola de “populista”. Calumnias, desacuerdos, enojos, reproches, de la derecha recalcitrante, no la detendrían. A veinticuatro meses, con apoyo popular de los mexicanos, no corre; camina con paso seguro, impuesto por su abanderado: Andrés Manuel López Obrador.

Al resentimiento derechista, desde ese día 1º de diciembre de 2018, se sumaría otro, el de un poder factico: la clase empresarial. A ninguna de esas fuerzas, una política; otra económica agradaría su propósito de combatir la corrupción.

Lo está haciendo. Descubrió la serie de privilegios que gozaban los hombres de negocios, agrupados en organizaciones patronales. Tan les desagradó que sistemáticamente, en dos años de gobierno no hay día en que no lo ataquen.

La derecha, representada históricamente por el PAN, en su lucha contra AMLO, la fortalecen partidos que en el pasado le disputaron el poder. Se agregan gobernadores estatales de disímbolos partidos, que al margen de su doctrina, que los debe hacer diferentes, se unifican para oponerse a las políticas de austeridad republicana como la llama el presidente, que al día de ayer representan un ahorro de un billón 300 mil millones de pesos. ¿Cuándo los mexicanos habíamos visto una medida de disciplina económica como esa? ¡Nunca!

Treinta años de regímenes neoliberales, fueron la inversión extranjera y la iniciativa privada, consentidas de tres regímenes priistas, los de la Madrid, Salinas y Zedillo y, de otros tres panistas, el de Fox, Calderón y Peña Nieto. A este, lo postuló un PRI, apanicado. Por eso se asimila a esa corriente.

Frentes, marchas, movimientos, provocaciones, financiadas por la derecha, amenazan con derrocarlo. Los ha respetado. No los ha reprimido.

Las desacreditaciones rebasan las fronteras de México. Lo presentan como tirano. Es enemigo de la democracia dicen. No reconocen que como hombre de izquierda constitucionalista, impulsó la transición política en México. Lo de 2000, fue solo alternancia de poder, entre un PRI derechizado y un PAN ídem.

El año próximo será decisivo para su proyecto nacionalista. No más arribistas a la cámara de diputados. Tendrá que ser cuidadoso. Aprobar a los aspirantes, es un derecho que le asiste.

Antier Andrés Manuel López Obrador cumplió dos años, de haber rendido protesta como presidente de los Estados Unidos Mexicanos.

Ya con la banda presidencial en el pecho, con el puño de la mano derecha en alto, como para dar énfasis a su primera declaración ante la representación nacional, expresó: “No tengo derecho a fallar; acepto el reto. Hace cuanto pueda para obstaculizar toda regresión”.

Esas fueron las primeras palabras del mensaje con que enjuiciaría a sus antecesores. Más adelante diría, “recibo un país en quiebra”. Su ya predecesor enrojecía por el inesperado reclamo. Quedaba atrás la tersa retórica con que se despedía a quien había entregado el poder. La IV Transformación empezaba a caminar.

Las acusaciones señalándola de “populista”. Calumnias, desacuerdos, enojos, reproches, de la derecha recalcitrante, no la detendrían. A veinticuatro meses, con apoyo popular de los mexicanos, no corre; camina con paso seguro, impuesto por su abanderado: Andrés Manuel López Obrador.

Al resentimiento derechista, desde ese día 1º de diciembre de 2018, se sumaría otro, el de un poder factico: la clase empresarial. A ninguna de esas fuerzas, una política; otra económica agradaría su propósito de combatir la corrupción.

Lo está haciendo. Descubrió la serie de privilegios que gozaban los hombres de negocios, agrupados en organizaciones patronales. Tan les desagradó que sistemáticamente, en dos años de gobierno no hay día en que no lo ataquen.

La derecha, representada históricamente por el PAN, en su lucha contra AMLO, la fortalecen partidos que en el pasado le disputaron el poder. Se agregan gobernadores estatales de disímbolos partidos, que al margen de su doctrina, que los debe hacer diferentes, se unifican para oponerse a las políticas de austeridad republicana como la llama el presidente, que al día de ayer representan un ahorro de un billón 300 mil millones de pesos. ¿Cuándo los mexicanos habíamos visto una medida de disciplina económica como esa? ¡Nunca!

Treinta años de regímenes neoliberales, fueron la inversión extranjera y la iniciativa privada, consentidas de tres regímenes priistas, los de la Madrid, Salinas y Zedillo y, de otros tres panistas, el de Fox, Calderón y Peña Nieto. A este, lo postuló un PRI, apanicado. Por eso se asimila a esa corriente.

Frentes, marchas, movimientos, provocaciones, financiadas por la derecha, amenazan con derrocarlo. Los ha respetado. No los ha reprimido.

Las desacreditaciones rebasan las fronteras de México. Lo presentan como tirano. Es enemigo de la democracia dicen. No reconocen que como hombre de izquierda constitucionalista, impulsó la transición política en México. Lo de 2000, fue solo alternancia de poder, entre un PRI derechizado y un PAN ídem.

El año próximo será decisivo para su proyecto nacionalista. No más arribistas a la cámara de diputados. Tendrá que ser cuidadoso. Aprobar a los aspirantes, es un derecho que le asiste.

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