Son las 7:30 am de cualquier día.
Es la hora en la que en los hogares de la ciudad las familias preparan a sus hijos para salir al colegio. Pocos salen con el tiempo suficiente para llegar a tiempo, evitar congestionamientos viales y trasladarse al trabajo.
“Ándale, apúrate”, es el grito de guerra de cada mañana.
Mientras arranca el coche o corren para tomar el camión, en paralelo se escuchan los noticieros que dan cuenta de los hechos de violencia en el país, el número de muertos y la reproducción de la mentira, disfrazada de noticia, que cada día se hace desde el poder en una contradictoria actitud del ciudadano…sabe que desde el poder se miente y aun así lo da por cierto en una actitud social de autoengaño….y eso pues calienta.
Luego, y en seguida de ese acelerón matutino, se van a las redes sociales para la exhibición pública de los conflictos: la disputa por un lugar de estacionamiento, las discusiones con la pareja, con los hijos o los compañeros de trabajo, los enfrentamientos entre los grupos armados: los mecanismos de la reproducción de la violencia y el enojo se hacen entonces parte de la vida cotidiana…empieza en el circulo mas íntimo y se expande.
Y los resultados se ven cada día. El enojo y la violencia se alimentan. Tal vez no siempre pero tarde o temprano a todos nos alcanza.
De acuerdo al Gallup Global Emotions Report, las manifestaciones de enojo en el mundo han crecido desde 2016. El 23 por ciento de los encuestados reconocieron sentirse enojados al menos una vez en la semana y este porcentaje sube, como parece lógico, en las zonas de guerra.
El enojo está siendo normalizado. No es necesariamente una constante en los individuos en particular pero si es un fenómeno cada vez más frecuente con efectos sociales importantes.
Y mucho tienen que ver tanto las redes sociales como el discurso que crean y reproducen, principalmente, los actores políticos.
En su libro The Phychodynamics of Social Networking, Aaron Balick sostiene que las nuevas tecnologías están determinando una era en las que hay más medios para expresar el enojo y hay menos pena o pudor para expresarlo impulsando con ello su reproducción. Atribuye parte de esta normalización del enojo a discursos de políticos como Donad Trump, y se podría agregar al presidente mexicano, que lo fomentan fragmentando a las sociedades e impulsando la disfuncionalidad social porque las personas se transforman, frente al enojo, en objetos.
Estos discursos, reproducidos a través de las redes sociales amplían las diferencias y erosionan a la cohesión social. Van haciendo mas difuso los sentimientos de comunidad y de pertenencia.
El confrontar a las sociedades a través de la provocación del enojo y la combinación con la mentira están desfigurando a las comunidades en sus procesos de identidad y funcionalidad tradicionales sin un proyecto alternativo que permita mayor cohesión social manteniéndolas en un estrés permanente.
Entre el enojo, como emoción, y a agresión hay solo pasos simples que explican mucha de la violencia social.
El enojo también puede ser una construcción social y muchas veces, como sucede en el ámbito mexicano, derivado del discurso construido desde el poder, basado en la mentira, en datos erróneos o de mala fe y reproducido sin el mínimo sentido de valoración y ética por los medios de comunicación.
Todos esos elementos están constituyendo a que la mentira y el enojo se normalicen y hagan que las construcciones de las realidades estén más cerca de la ficción social que de la realidad-real.
El despertar, si suceded, en esta sociedad de la mentira y el enojo puede ser muy costosa no solo en lo individual sino en lo colectivo…porque después del enojo viene la depresión.
Correo: contextotoluca@gmail.com