/ domingo 29 de agosto de 2021

El Tintero de las Musas | Escolástica

La escolástica se basó en la coordinación entre fe y razón, que en cualquier caso siempre suponía una clara subordinación de la razón a la fe. Y yo estoy al revés. Con inmensas dosis de fe transité por la vida, sin inventarme razones. Muchas veces al quitárseme, (la fe), no entendí las mil maneras de acomodarme dentro de algunos "huequitos" llenos de esperanza y con harta luz.

La escolástica incentivó la especulación y el razonamiento, pues suponía someterse a un rígido armazón lógico y una estructura esquemática del discurso que debía exponerse a refutaciones y preparar defensas. Y yo en este momento de vida, ya no tengo ni fe ni razón, por… ni para nada. Ni discurro, ni me defiendo. Me evado. Viajo al fondo de mí. Me busco.

Dejé hace meses de escribir poesía, desde que inventaste que quemaste todos mis poemas. Esos que tienes anclados en el baúl de los recuerdos, debajo de la escalera. Son solo tuyos y de tu conciencia atada al borde de una cama. Paradigma no resuelto, para quien se le ocurriera leer tantas premoniciones anunciadas. Serendipia pura.

Despierto y me reencuentro con un tambache de letras, todas llenas de premoniciones, revueltas con mil decretos de esperanza y de fe que un día escribió una adolescente que --en viaje cuántico-- caminó cincuenta años y que encapsuló en el hoyo negro que de repente se abrió del otro lado de la eternidad. Encuentro, no pensado ni remotamente analizado. Simplemente vivido. De sopetón y sin previo aviso. Renace el Búho al que le rompí el ala.

Por las mañanas sólo necesito dos cosas: un café y una sonrisa de quien amo. Me tomo el café frente al espejo. Estás del otro lado, me digo. Eres tan yo como yo.

La punta del deseo viaja como esperanza anclada.

¿Por qué calientas la piel y con el dedo invades el espíritu?

Conciencia atada al borde de una cama y un beso.

¿Cómo es que, con tantos seres brillantes en tu planeta, tan pocos reconocen que cuando la vida encuentra turbulencias, aguas agitadas, o reveces, siempre es una señal de que las cosas están a punto de ser salvajemente mejores de lo que han sido antes?

Recojo allá lejos un halo de ti y sin miedo corro y encuentro.

Así termino mi día.

***

Descansa ahora. Mañana viviremos de nuevo.


La escolástica se basó en la coordinación entre fe y razón, que en cualquier caso siempre suponía una clara subordinación de la razón a la fe. Y yo estoy al revés. Con inmensas dosis de fe transité por la vida, sin inventarme razones. Muchas veces al quitárseme, (la fe), no entendí las mil maneras de acomodarme dentro de algunos "huequitos" llenos de esperanza y con harta luz.

La escolástica incentivó la especulación y el razonamiento, pues suponía someterse a un rígido armazón lógico y una estructura esquemática del discurso que debía exponerse a refutaciones y preparar defensas. Y yo en este momento de vida, ya no tengo ni fe ni razón, por… ni para nada. Ni discurro, ni me defiendo. Me evado. Viajo al fondo de mí. Me busco.

Dejé hace meses de escribir poesía, desde que inventaste que quemaste todos mis poemas. Esos que tienes anclados en el baúl de los recuerdos, debajo de la escalera. Son solo tuyos y de tu conciencia atada al borde de una cama. Paradigma no resuelto, para quien se le ocurriera leer tantas premoniciones anunciadas. Serendipia pura.

Despierto y me reencuentro con un tambache de letras, todas llenas de premoniciones, revueltas con mil decretos de esperanza y de fe que un día escribió una adolescente que --en viaje cuántico-- caminó cincuenta años y que encapsuló en el hoyo negro que de repente se abrió del otro lado de la eternidad. Encuentro, no pensado ni remotamente analizado. Simplemente vivido. De sopetón y sin previo aviso. Renace el Búho al que le rompí el ala.

Por las mañanas sólo necesito dos cosas: un café y una sonrisa de quien amo. Me tomo el café frente al espejo. Estás del otro lado, me digo. Eres tan yo como yo.

La punta del deseo viaja como esperanza anclada.

¿Por qué calientas la piel y con el dedo invades el espíritu?

Conciencia atada al borde de una cama y un beso.

¿Cómo es que, con tantos seres brillantes en tu planeta, tan pocos reconocen que cuando la vida encuentra turbulencias, aguas agitadas, o reveces, siempre es una señal de que las cosas están a punto de ser salvajemente mejores de lo que han sido antes?

Recojo allá lejos un halo de ti y sin miedo corro y encuentro.

Así termino mi día.

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Descansa ahora. Mañana viviremos de nuevo.