/ martes 12 de diciembre de 2017

Rescate Tierra 

Hubo una persecución, cientos de niños menores de 3 años fueron muertos. El culpable fue Herodes el Tetrarca, motivado por la amenaza del nacimiento del Rey de los Judíos, del Mesías reinante. El que quitaría el yugo de los romanos sobre el pueblo Hebreo una Nación de raíces poderosas y trascendencia en el tiempo.

Jesucristo, su madre María y José su padre humano, ante la amenaza de Herodes, viajaron a Egipto y en el camino nació Jesús. Su nacimiento es recordado cada año en diciembre. Cuando llegan los aguinaldos y los ladrones hacen su agosto, junto a millones de comerciantes en el mundo que aprovechan la temporada para vender al mejor precio.

En el tiempo de Jesús, igual que ahora, la política, la religión y el comercio, caminaban de la mano. La familia de los Macabeos influía en el gobierno, y no vieron con buenos ojos las enseñanzas del Mesías, que tachó de hipócritas y ladrones a escribas y fariseos. “Dad al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios”, les dijo, cuando pretendieron atraparlo con engaños. Al sacerdote que lo prendió con mentiras y lo juzgó ilegalmente, lo enfrentó con sus propias palabras al ser cuestionado sobre si era Dios, sólo dijo: “Tu lo has dicho”. A los mercaderes del templo les tiró sus mesas y los latigueó por vender, lo que no debería ser vendido, una expiación sin costo y sin arrepentimiento.

En este escenario se movió el Cristo hasta los 33 años, cuando fue crucificado. Un escenario semejante al actual, con políticos, religiosos, empresarios, ciudadanos, mentirosos, convenencieros, hipócritas, amadores de sí mismos, dados a las drogas y el alcohol, qué sólo se arrepentían cuando eran descubiertos, pero sin cambiar su corazón y no amaban a sus semejantes.

Jesús les dijo entonces, arrepiéntete y cree en mí. Arrepiéntete en verdad, llena tu corazón de amor, de bondad, imítame y actúa. Renueva tu mente y corazón con mi conocimiento y obra con amor.

Festejar la Navidad, es el ejercicio de ese amor, que no debería mostrarse sólo un día del año, con propósitos y regalos. Propósitos que no siempre tienen que ver con la formación espiritual del hombre, sino con la apariencia, con lo externo, con el dinero, la fortaleza de lo humano, pero no de lo divino. Unos quieren bajar de peso, tener mejor trabajo, ganar más, tener novia o novio, estudiar, terminar con las malas amistades. Pero los valores del amor, el perdón, la lealtad, la honestidad, la paz, no los cultivan. En Navidad, deberíamos procurar, convertir en hábitos de formación interna los buenos deseos, amar en verdad, perdonar en verdad, hacer a un lado el odio, no robar, no mentir, no codiciar la mujer u hombre de otra persona, amar a Dios no religiosamente, ni por herencia o con miedo, el amor de la Navidad, debe permanecer toda la vida y reflexionarlo y actuarlo cada día, hasta que el propósito se convierta en hábito. Es decir, a Jesús, habita en mí, cámbiame, ayúdame a ser mejor como ser humano en el espíritu, para que mi interior se refleje en mis acciones. Un interior de amor, de respeto, de bondad.

Feliz Navidad, les deseo a amigos, enemigos, familiares, políticos, comerciantes, religiosos y personas amadas.

Dios les bendiga, siempre.

Hubo una persecución, cientos de niños menores de 3 años fueron muertos. El culpable fue Herodes el Tetrarca, motivado por la amenaza del nacimiento del Rey de los Judíos, del Mesías reinante. El que quitaría el yugo de los romanos sobre el pueblo Hebreo una Nación de raíces poderosas y trascendencia en el tiempo.

Jesucristo, su madre María y José su padre humano, ante la amenaza de Herodes, viajaron a Egipto y en el camino nació Jesús. Su nacimiento es recordado cada año en diciembre. Cuando llegan los aguinaldos y los ladrones hacen su agosto, junto a millones de comerciantes en el mundo que aprovechan la temporada para vender al mejor precio.

En el tiempo de Jesús, igual que ahora, la política, la religión y el comercio, caminaban de la mano. La familia de los Macabeos influía en el gobierno, y no vieron con buenos ojos las enseñanzas del Mesías, que tachó de hipócritas y ladrones a escribas y fariseos. “Dad al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios”, les dijo, cuando pretendieron atraparlo con engaños. Al sacerdote que lo prendió con mentiras y lo juzgó ilegalmente, lo enfrentó con sus propias palabras al ser cuestionado sobre si era Dios, sólo dijo: “Tu lo has dicho”. A los mercaderes del templo les tiró sus mesas y los latigueó por vender, lo que no debería ser vendido, una expiación sin costo y sin arrepentimiento.

En este escenario se movió el Cristo hasta los 33 años, cuando fue crucificado. Un escenario semejante al actual, con políticos, religiosos, empresarios, ciudadanos, mentirosos, convenencieros, hipócritas, amadores de sí mismos, dados a las drogas y el alcohol, qué sólo se arrepentían cuando eran descubiertos, pero sin cambiar su corazón y no amaban a sus semejantes.

Jesús les dijo entonces, arrepiéntete y cree en mí. Arrepiéntete en verdad, llena tu corazón de amor, de bondad, imítame y actúa. Renueva tu mente y corazón con mi conocimiento y obra con amor.

Festejar la Navidad, es el ejercicio de ese amor, que no debería mostrarse sólo un día del año, con propósitos y regalos. Propósitos que no siempre tienen que ver con la formación espiritual del hombre, sino con la apariencia, con lo externo, con el dinero, la fortaleza de lo humano, pero no de lo divino. Unos quieren bajar de peso, tener mejor trabajo, ganar más, tener novia o novio, estudiar, terminar con las malas amistades. Pero los valores del amor, el perdón, la lealtad, la honestidad, la paz, no los cultivan. En Navidad, deberíamos procurar, convertir en hábitos de formación interna los buenos deseos, amar en verdad, perdonar en verdad, hacer a un lado el odio, no robar, no mentir, no codiciar la mujer u hombre de otra persona, amar a Dios no religiosamente, ni por herencia o con miedo, el amor de la Navidad, debe permanecer toda la vida y reflexionarlo y actuarlo cada día, hasta que el propósito se convierta en hábito. Es decir, a Jesús, habita en mí, cámbiame, ayúdame a ser mejor como ser humano en el espíritu, para que mi interior se refleje en mis acciones. Un interior de amor, de respeto, de bondad.

Feliz Navidad, les deseo a amigos, enemigos, familiares, políticos, comerciantes, religiosos y personas amadas.

Dios les bendiga, siempre.