/ sábado 21 de septiembre de 2019

Resignificado de los DDHH | Mujeres, trabajo y vida plena

“Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa”: Simone de Beauvoir.

Para conocer y disfrutar su potencial, su capacidad y su talento, las mujeres han debido salir de las paredes de su hogar y ocuparse de algo más que las tareas domésticas, la preparación de alimentos, el cuidado de los menores, de las personas adultas, de las personas con discapacidad… Echándose encima una segunda o tercera jornada para ganar dinero, independencia y realización personal.

La “Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México, 2017” del INEGI arroja que “la mayor parte de las labores domésticas y de cuidados son realizadas por las mujeres, con el 76.7% del tiempo que los hogares destinaron a estas actividades.”

Históricamente las mujeres han sido relegadas al espacio privado, lo cual se considera como un estereotipo de género o la idea errónea acerca de aquello a lo que “debería” dedicarse una mujer y que a través de los años ha generado discriminación.

Así, las mujeres han sido excluidas de las decisiones públicas, de la actividad económica, científica, cultural, ambiental: solo 39.1% de las mujeres forma parte de la población económicamente activa, frente al 60.9% integrado por los varones (INEGI, 2019): por cada dos hombres activos solo una mujer accede al trabajo remunerado y generalmente es con menor salario y bajo el “techo de cristal.”

En la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México nos pronunciamos por la desexualización del trabajo, con la convicción de que debemos desarmar la estructura patriarcal que origina desigualdad de oportunidades entre mujeres y varones.

Las mujeres merecen tener acceso al trabajo y disfrutar de sus derechos civiles y políticos; de sus derechos económicos, sociales y culturales; merecen alcanzar la plenitud en su ambición personal, profesional, social y laboral.

Las mujeres no pueden quedar atrapadas en los roles preestablecidos de encargadas del hogar y cuidadoras de la familia; sino que deben poder decidir libremente si eso es lo que prefieren, pero no hacerlo por imposición.

Tenemos que reflexionar y promover las estrategias, acciones y acuerdos necesarios para eliminar los estereotipos de género y fomentar la corresponsabilidad, siendo ésta la única vía que favorece la inclusión femenina en la vida pública de este país.

Ya lo ha advertido la Alta Comisionada de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet: “si la mujer entra a la política, cambia la política”, y seguros estamos que si la mujer se incluye en las actividades económicas, transformará la economía de este país, de sus comunidades y familias.

Las mujeres luchan por sus derechos y de su lado están organismos como la Codhem que vela por sus libertades y derechos, por convicción y de corazón; por su derecho a la vida y porque ésta sea plena, libre de violencia, autónoma, independiente y feliz.

“Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa”: Simone de Beauvoir.

Para conocer y disfrutar su potencial, su capacidad y su talento, las mujeres han debido salir de las paredes de su hogar y ocuparse de algo más que las tareas domésticas, la preparación de alimentos, el cuidado de los menores, de las personas adultas, de las personas con discapacidad… Echándose encima una segunda o tercera jornada para ganar dinero, independencia y realización personal.

La “Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México, 2017” del INEGI arroja que “la mayor parte de las labores domésticas y de cuidados son realizadas por las mujeres, con el 76.7% del tiempo que los hogares destinaron a estas actividades.”

Históricamente las mujeres han sido relegadas al espacio privado, lo cual se considera como un estereotipo de género o la idea errónea acerca de aquello a lo que “debería” dedicarse una mujer y que a través de los años ha generado discriminación.

Así, las mujeres han sido excluidas de las decisiones públicas, de la actividad económica, científica, cultural, ambiental: solo 39.1% de las mujeres forma parte de la población económicamente activa, frente al 60.9% integrado por los varones (INEGI, 2019): por cada dos hombres activos solo una mujer accede al trabajo remunerado y generalmente es con menor salario y bajo el “techo de cristal.”

En la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México nos pronunciamos por la desexualización del trabajo, con la convicción de que debemos desarmar la estructura patriarcal que origina desigualdad de oportunidades entre mujeres y varones.

Las mujeres merecen tener acceso al trabajo y disfrutar de sus derechos civiles y políticos; de sus derechos económicos, sociales y culturales; merecen alcanzar la plenitud en su ambición personal, profesional, social y laboral.

Las mujeres no pueden quedar atrapadas en los roles preestablecidos de encargadas del hogar y cuidadoras de la familia; sino que deben poder decidir libremente si eso es lo que prefieren, pero no hacerlo por imposición.

Tenemos que reflexionar y promover las estrategias, acciones y acuerdos necesarios para eliminar los estereotipos de género y fomentar la corresponsabilidad, siendo ésta la única vía que favorece la inclusión femenina en la vida pública de este país.

Ya lo ha advertido la Alta Comisionada de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet: “si la mujer entra a la política, cambia la política”, y seguros estamos que si la mujer se incluye en las actividades económicas, transformará la economía de este país, de sus comunidades y familias.

Las mujeres luchan por sus derechos y de su lado están organismos como la Codhem que vela por sus libertades y derechos, por convicción y de corazón; por su derecho a la vida y porque ésta sea plena, libre de violencia, autónoma, independiente y feliz.

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