/ sábado 19 de septiembre de 2020

Vox Populi | Morena: se busca dirigencia

Las elecciones internas de los partidos en general pueden representar fuentes de conflicto.

Contar con reglas del juego consensadas y aceptadas por los participantes es un requisito fundamental para evaluar el desarrollo de una organización, lo que significa que a mayor institucionalidad, entendida como la consolidación de dichas reglas, menor será la probabilidad de rompimiento.

A principios del siglo pasado, las asambleas para determinar candidatos o dirigencias eran severamente cuestionadas por los militantes de partidos regionales, como el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), conocido también como el círculo rojinegro, un partido local con tintes de izquierda, que a la postre fue antecedente del PNR en el Estado de México. Mucho tiempo después, la salida del PRI de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo dio origen al surgimiento del PRD, en donde cada renovación de la dirigencia representaba un riesgo de división interna.

Por el apoyo mayoritario al presidente López Obrador, así como por el rol del partido gobernante, es el momento político que Morena puede aprovechar para transitar de un movimiento de agregación de intereses en torno a AMLO, a un auténtico partido político. El reto es mayúsculo, como son también sus conflictos internos y los retos para consolidar el desarrollo institucional. El principal obstáculo sigue siendo el acuerdo fundamentsal sobre las reglas del juego, el respeto al árbitro y al resultado electoral.

Es la primera ocasión que Morena tendrá una elección interna, pues una vez que el fundador del partido se convirtió en candidato presidencial en 2018, los dirigentes han sido designados para sustituir temporalmente el cargo.

Tras varios intentos durante el último año por alcanzar un acuerdo entre los principales grupos encabezados por Yeidckol Polevnsky, Mario Delgado, Bertha Luján y Alejandro Rojas Díaz Durán, el Tribunal Electoral designó al INE para realizar una consulta pública basada en una encuesta para seleccionar a la próxima dirigencia.

Para elegir la próxima dirigencia, se registraron 71 candidatos, de los cuales 36 aspiran a la secretaría general y 35 a la presidencia. Esto nos habla de un pluralismo extremo, pero también de la dificultad que representa alcanzar consenso entre un creciente número de aspirantes entre los que destacan diputados, senadores o personajes con menor visibilidad pública.

Ante este reto, el Instituto Nacional Electoral (INE) advirtió que realizaría una primera encuesta para elegir a seis finalistas, y luego una segunda fase para elegir a la dirigencia.

Los resultados de una encuesta a población abierta favorece el posicionamiento de personajes con mayor visibilidad, o que actualmente ejerzan cargos públicos o legislativos como es el líder de la bancada morenista a nivel federal, Mario Delgado, lo cual podría generar un efecto de carro ganador. Como ha mencionado acertadamente el encuestador Alejandro Moreno, el método puede favorecer el reconocimiento de nombres por encima de cualidades, méritos o labores partidistas, elemento crucial para convocar al trabajo y a la unidad interna.

En la encuesta, es posible identificar a ciudadanos que simpaticen y eventualmente militen con Morena, pero eso es diferente a realizar una auscultación entre el padrón de militantes del partido, aspecto que ha sido severamente cuestionado, lo cual puede dar pauta a divisionismo o incluso a que los resultados no sean aceptados.

Otro de los obstáculos identificados es la falta de equidad de género en la contienda, pues apenas dos de los 35 candidatos a la presidencia son mujeres: Yeidckol Polevnsky y Adriana Menéndez. A nivel de la secretaría general, hay nueve mujeres de un total de 36 participantes.

Coadyuvar a elegir una dirigencia a partir de una encuesta, puede ser técnicamente sencilla. Lo fundamental será la aceptación del resultado por parte de los perdedores, lo cual puede ayudar a Morena a surgir como un auténtico partido político, pero también será importante para el INE como organizador de la contienda y árbitro electoral, así como para las encuestas que fueron designadas para hacer la tarea que en sentido estricto le corresponden a Morena y a sus militantes.

Las elecciones internas de los partidos en general pueden representar fuentes de conflicto.

Contar con reglas del juego consensadas y aceptadas por los participantes es un requisito fundamental para evaluar el desarrollo de una organización, lo que significa que a mayor institucionalidad, entendida como la consolidación de dichas reglas, menor será la probabilidad de rompimiento.

A principios del siglo pasado, las asambleas para determinar candidatos o dirigencias eran severamente cuestionadas por los militantes de partidos regionales, como el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), conocido también como el círculo rojinegro, un partido local con tintes de izquierda, que a la postre fue antecedente del PNR en el Estado de México. Mucho tiempo después, la salida del PRI de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo dio origen al surgimiento del PRD, en donde cada renovación de la dirigencia representaba un riesgo de división interna.

Por el apoyo mayoritario al presidente López Obrador, así como por el rol del partido gobernante, es el momento político que Morena puede aprovechar para transitar de un movimiento de agregación de intereses en torno a AMLO, a un auténtico partido político. El reto es mayúsculo, como son también sus conflictos internos y los retos para consolidar el desarrollo institucional. El principal obstáculo sigue siendo el acuerdo fundamentsal sobre las reglas del juego, el respeto al árbitro y al resultado electoral.

Es la primera ocasión que Morena tendrá una elección interna, pues una vez que el fundador del partido se convirtió en candidato presidencial en 2018, los dirigentes han sido designados para sustituir temporalmente el cargo.

Tras varios intentos durante el último año por alcanzar un acuerdo entre los principales grupos encabezados por Yeidckol Polevnsky, Mario Delgado, Bertha Luján y Alejandro Rojas Díaz Durán, el Tribunal Electoral designó al INE para realizar una consulta pública basada en una encuesta para seleccionar a la próxima dirigencia.

Para elegir la próxima dirigencia, se registraron 71 candidatos, de los cuales 36 aspiran a la secretaría general y 35 a la presidencia. Esto nos habla de un pluralismo extremo, pero también de la dificultad que representa alcanzar consenso entre un creciente número de aspirantes entre los que destacan diputados, senadores o personajes con menor visibilidad pública.

Ante este reto, el Instituto Nacional Electoral (INE) advirtió que realizaría una primera encuesta para elegir a seis finalistas, y luego una segunda fase para elegir a la dirigencia.

Los resultados de una encuesta a población abierta favorece el posicionamiento de personajes con mayor visibilidad, o que actualmente ejerzan cargos públicos o legislativos como es el líder de la bancada morenista a nivel federal, Mario Delgado, lo cual podría generar un efecto de carro ganador. Como ha mencionado acertadamente el encuestador Alejandro Moreno, el método puede favorecer el reconocimiento de nombres por encima de cualidades, méritos o labores partidistas, elemento crucial para convocar al trabajo y a la unidad interna.

En la encuesta, es posible identificar a ciudadanos que simpaticen y eventualmente militen con Morena, pero eso es diferente a realizar una auscultación entre el padrón de militantes del partido, aspecto que ha sido severamente cuestionado, lo cual puede dar pauta a divisionismo o incluso a que los resultados no sean aceptados.

Otro de los obstáculos identificados es la falta de equidad de género en la contienda, pues apenas dos de los 35 candidatos a la presidencia son mujeres: Yeidckol Polevnsky y Adriana Menéndez. A nivel de la secretaría general, hay nueve mujeres de un total de 36 participantes.

Coadyuvar a elegir una dirigencia a partir de una encuesta, puede ser técnicamente sencilla. Lo fundamental será la aceptación del resultado por parte de los perdedores, lo cual puede ayudar a Morena a surgir como un auténtico partido político, pero también será importante para el INE como organizador de la contienda y árbitro electoral, así como para las encuestas que fueron designadas para hacer la tarea que en sentido estricto le corresponden a Morena y a sus militantes.