'Cachito de la fe'; lo compran para afrontar el desempleo generado por el Covid-19

En el puesto de lotería que atiende Rosa María se han llegado a adquirir hasta cinco en un día del avión presidencial

Filiberto Ramos | El Sol de Toluca

  · jueves 23 de julio de 2020

Foto: Filiberto Ramos | El Sol de Toluca


Al puesto de lotería que atiende Rosa María han llegado en los últimos días personas que piden su cachito, se persignan y le piden al santo de su devoción. Lo hacen para tener más suerte y salir de la crisis económica que ha provocado el Covid-19, comenta la joven vendedora.

"Si, hay gente que al comprarlo, se persignan, yo creo por su fe", dice Rosa María, quien labora en una de esas cápsulas de lotería que se ubican en los Portales toluqueños.

En tiempos de Covid-19 la fe no es algo que se desheche o, no se busque, explica la vendedora. Lo sabe bien porque la descansaron tres meses y sin sueldo. Entonces, eso de comprar un cachito y encomendarse a un santo milagroso como San Judas, no es descabellado.

"Pues es de cada quien, pero creo que un poquito de ayuda de allá arriba, si sirve", agrega Rosa.

El promedio de venta por día va entre 10 a 15 de los llamados cachitos, que aún está lejos de la venta diaria antes de los tiempos de Covid-19.

En especial el cachito del avión presidencial ha llegado a venderse hasta cinco en un solo, que ya es alto, pues si costo es de 500 pesos.

"El cachito de la avión, se está vendiendo bien, me han llegado a comprar hasta cinco en un día", revela la vendedora.

Pero aún así el panorama está lejos de mejorar y retornar a normalidad, que había a principios de año, reprocha.

"Llevamos tres semanas abierto y la gente llega de a poco, pensaría uno que con el desempleo, no habría nada de ventas, pero hay clientes que no dejan de comprar", dice Rosa María.

En México, los cachitos y sorteos de lotería, se considera una esperanza para llegar a ser "rico". Sí, ese término que pareciera es un sincretismo a la misma pobreza.

"Hay que esperar a ver si se venden otros", contesta Rosa María, mientras pone uno de los cachitos del avión sobre el cristal de la burbuja en la que a diario trabaja.