San Simoncito en Malinalco, se levanta después del sismo

Filiberto Ramos

  · martes 26 de septiembre de 2017

Foto José Hernández Trevilla

Malinalco, México.- La neblina de la mañanacae en San Simón el Alto. Poco a poco la vida regresa a lanormalidad tras el sismo que se lo llevó todo en este pequeñopueblo escondido en el sur del Estado de México.

En el camino hacia el monte dondeestá el pueblo, luce un blanquecino espeso que se despeja hastadonde aparecen las primeras casas. No es Ocuilan o Joquicingo,donde hubo mayor tragedia, pero también hay familias que sequedaron sin hogar.

Las mujeres se apresuran por lastortillas y el silencio penetra las calles; ya no hay señas demanos apresuradas a recoger escombro, como en días pasados, peroen los hogares aún permea la nostalgia. Pasarán muchas semanas,quizá meses, para que se comiencen a reconstruir lasviviendas.

"Ya las casas que estaban mal,fueron derribadas", explica Justino, un campesino de San Simón queal igual que el resto, permanece sin poder regresar a la labranzade la tierra.

La pequeña plaza de SanSimoncito, como le conocen sus pobladores, luce con montículos depiedra de bardas derribadas; al lado del kiosco está una carpa quealbergó víveres, enfermeras, obreros y voluntarios en general.Las cintas de precaución aún rodean la iglesia a San Simón, elpatrono del lugar.

Lo que debes de saber: 

-Unas 20 casas fueronderribadas en San Simón el Alto

-7 Días han transcurridodesde el sismo

-3 municipios del surfueron los más afectados

La mañana de este martes, lospobladores volvieron a organizarse durante un rato como el primerdía después del sismo, en la plaza delegacional se dispuso unacuadrilla con palas y carretillas nuevas que les llegaron aentregar desde el gobierno. Sólo fue un rato, luego volvió elsilencio.

Sobre las techumbres en pie, lashabitaciones caídas asemejan ahora patios enormes repletos deescombros, lodo, colchones viejos, maderos y trastesrotos.

"Aquí tenía los cuartos dondevivía con mi esposo y ahora mire toda la palizada (madera), todala teja también se rompió, mire mi maíz, ya lo tenía para hacertortillas y ahorita se echó todo a perder", lamenta ElenaBarrientos Salinas, una mujer de 73 años de edad, que aguarda laayuda para reconstruir su casa.

Apoyada sobre su bastón, la mujerrecuenta los daños caminando sobre las marcas de lo que eran suscuartos y su cocina, donde está una vieja estufa, dos colchones ymontones de madera.

-Yo quedé tirada y mis nietosallá, -señala en la dimensión de su patio. –Pensé que era elfin del mundo, dije, pues ya ni modo, encomendarnos a Dios y anuestro patrón San Simón que él es el dueño de todo, le dijeque estábamos en sus manos, es lo único que dije, no pude llorar,no pude gritar,- refiere Elena en sus relatos acerca de lossegundos que duró el sismo.

En la casa de la familiaBarrientos sólo quedaron en pie unos cuartos de concreto dondeahora se hospedan todos, sobre su fachada hay una jardinera concamelinas rosadas, peros y manzanos, comunes en todos los hogaresde San Simón.

A unos metros de este hogar seubica el de Sofía Nieto, también una mujer de casi ochenta años.Su historia es muy similar a la de Elena, pues ambas tenían comoúnico patrimonio esos cuartos de adobe y su cocina.

Aquí echabayo mis tortillas, hacía mi comida, tenía mi tlacuil (fogón), mimetate que ya está arrumbado, mi casa tenía ya 53 años, ahoraestoy viviendo con mi hijo en su casa”, recuerdaSofía.

La mujer de la tercera edaddesconoce si habrá ayuda, sólo sabe que el lunes pasaron a medirlas casas destruidas, pero no estaba. Tiene esperanza aún devolver a tener donde vivir.

-¿Y qué se le salvó?- se lepregunta.

-Mi roperito se rompió, a ver sicon una tablita vuelve a servir- responde Sofía. Junto a ella hayunas imágenes de San Simón, el patrón del pueblo, también unSan Judas, que lucen destruidos.

Mis santitostodos se quebraron, yo me encomiendo a San Simoncito, a SanJuditas, y sólo una virgencita de Guadalupe chiquita se salvó”,describe la anciana.

Del otro lado del pueblo, PabloValdez Cedillo y su familia, desde el lunes se han empeñado en lalabor de levantar un tejado donde puedan dormir. Por el momento, serefugiaron debajo de una lona instalada en el patio.

Estamoslevantando una ranchito de madera (tejado) para poder cubrirnos dela lluvia, somos once personas que nos estamos quedando debajo deesa lona”, asegura el campesino.

Pablo revela que confía en quellegue la ayuda, pero acepta que eso puede ser muy lento, y hayprisa por recuperar la normalidad y la labor en el campo que es suúnico sustento. La realidad se repite en todo el municipio, sóloles resta aguardar.

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