En su mostrador, con un hule transparente que aún recuerda los días de crisis sanitaria, se encuentra sentada en su silla Carmelita Domínguez. Con el cabello canoso y una sonrisa casi infantil. Al lado de ella está una cartulina que dice: "se regalan colores, lápices, gomas, etc" y en otro estante, están los útiles escolares.
La que puso la cartulina y luego la pegó en la fachada de la tienda, fue su hija Rebeca; sin embargo, la iniciativa de regalar los útiles es de Carmelita.
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“Si yo tuviera más dinero, regalaría más”, explaya Carmelita y de pronto se le cristalizan sus ojos pequeños. Los seca con una servilleta y luego sonríe como lo hace una niña.
Es en la calle de Pedro Cortéz, donde luce la miscelánea “La Perlita” con una fachada pintada en blanco con una franja azul, Carmelita abre su corazón para dar ayuda.
Desde que inició el ciclo escolar su miscelánea ha servido como un centro de acopio en el que se distribuyen útiles necesarios para la escuela. Pero no es la primera vez, dice Rebeca, la hija de Carmelita.
Está vez tenía guardados colores y lápices que fueron dejando mis hijos y acordamos con mi mamá en regalarlos, porque hay muchos niños que lo ocupan.
La tienda es la única en la cuadra y está a la entrada de Zopilocalco, un barrio necesitado de ayuda históricamente. Allí hay mucha pobreza y necesidad, asegura Carmelita.
"Hay mucha gente necesitada, por eso con lo poco que puedo, les regalo ropa el diez de mayo o juguetes el día del niño", comenta la tendera.
CORAZONES BONDADOSOS
"Dios te bendiga Carmelita", suelen decirle los vecinos que pasan los cuales detallan que Carmelita siempre anduvo de un lado a otro y su tienda es abastecedora de todo el barrio desde hace más de 100 años.
"La primera Carmen fue mi madre, luego yo y siempre hemos ayudado con lo que podemos, a veces vienen los borrachitos y me dicen que les de una sopa para llegar a su casa y les doy", cuenta la mujer de la tercera.
Carmen Domínguez es de corazón bondadoso y crio a su forma a cinco hijos. Empeñada en el negocio que le heredó su madre pero también en otras labores.
Cuando estaba bien vendía pambazos, andaba trabajando aquí y allá.
"Yo solo fui a los primeros de escuela, aprendí aquí" recuerda Carmelita. La miscelánea fue su escuela, porque allí aprendió a sumar, restar y multiplicar para poder atender a los clientes.
"Soy buena para las matemáticas y a mis hijos aquí les enseñaba", dice la tendera sonriendo con su pelo canoso.
UN CAMPAÑA DEL CORAZÓN
Aunque su miscelánea ha pasado las crisis y compite a diario con los centros comerciales para no cerrar, Carmelita se desprende de lo suyo.
Esta vez con una campaña para regalar útiles escolares, los que entrega a los niños y niñas que son del barrio y van a clases en las escuelas cercanas.
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"Lo damos de corazón, ojalá que le sirva a los niños", explaya Carmelita.
Para poder ayudar a más niños, Carmelita invita a que las personas acudan a su tienda y donen útiles escolares para darlo a niños y niñas que lo requieran.
Por el momento son pocos los útiles escolares con que cuenta la familia Domínguez pero esperan recaudar más para seguir con su campaña altruista.