/ jueves 31 de agosto de 2017

Comentarios y algo más...

Habría dicho el dramaturgo Ramón de Valle Inclán a Juan Belmonte, en tardes en que se jugaba la vida para dominar al toro. Belmonte, no murió en el ruedo ni montado en un caballo; por el incurable mal que le aquejaba se dio un tiro en la sien derecha.

El vaticinio dirigido al sevillano, se cumpliría en la Plaza de Linares, la tarde del 28 de agosto de 1947. Manuel Rodríguez “Manolete”, moría en esa plaza.

Ocho años fueron suficientes para que el llamado después “Califa de Córdoba” se convirtiera en ídolo del toreo mundial. El lapso, trascurrió entre 1939 y 1947. Muy corto, para la vida taurina de un torero. Treinta años tenía cuando lo victimó la tragedia. Tres décadas son también breve tiempo, para un hombre con anhelos de vivir.

¿Qué le causó la muerte, el pundonor, la entrega o, la fatiga? Tiempo a que el público español le exigía más; el de Linares no fue la excepción. Le injuriaba en el momento en que probó la embestida del quinto de la tarde, un toro negro, corniapretado, marcado con el número 21, que no ofrecía bravura. Con ese, “Manolete” encontró la muerte.

Islero”, toro negro, de don Eduardo Miura, con el pitón derecho destrozó al entrar a matar, el triángulo de scarpa y le cercenó la safena.

La gravedad de la cornada, la pérdida de sangre complicó el agotador trabajo médico. En las primeras horas del día 29, emitió el último suspiro. Se abrieron las puertas del cielo, y allí eternamente sigue haciendo el paseíllo.

Enrique Vila, escribiría días más tarde en un diario madrileño, “Manolete, recibió a la muerte con la dignidad de un caballero cristiano y hombre cabal, que emocionó a todos los que le acompañaban”.

Así termino la vida del torero que cortó la primera oreja, a “Fresnillo”, en la corrida de inauguración de la Monumental Plaza México, el 5 de febrero de 1946. Sus alternantes fueron Luis Castro “El Soldado” y Luis Procuna. Este desorejaría a “Gavioto”; siendo el primer mexicano, en cortar un apéndice en ese coso.

Dos años antes, en “El Toreo” de la Condesa, el 9 de diciembre de 1945, Silverio Pérez le concedería el honor de lidiar a “Gitano”, de Torrecillas, el primer toro de la tarde. Fue esa, la de su confirmación de alternativa.

Al finalizar la temporada 1946-1947, -escribe don Leonardo Páez, en la sección de su autoría “La Fiesta en Paz”, editada el 27 de agosto de 2017 en el diario la Jornada- Manolete, escribió: “Horas antes de partir de Méjico (sic) quiero despedirme de la afición mexicana por conducto de ésta. Me voy lleno de amor a Méjico, colgado de recuerdos y agradecido por tantas atenciones que he recibido de la afición y del público mejicano. Me marcho también, apenado por la ruptura del convenio taurino por medio del cual pude venir a Méjico para aprender a quererlo. Son tantas las atenciones que he tenido aquí, que no las podré olvidar nunca y siempre las recordaré y las agradeceré con todo mi corazón”. Manuel Rodríguez. “Manolete”.

En esta misiva no habla de un posible retorno a nuestra tierra. ¿Presentiría que en seis meses moriría? Duda, que es otro misterio en la fiesta de los toros.

***Ahora, algo breve.- “Me gustaría morir en el ruedo”, eso habría dicho Antonio Lomelín. “Bermejo” de Xajay, estuvo a punto de darle gusto. La tarde de 16 de febrero de 1975, alternando con Antonio José Galán y Rafael Gil “Rafaelillo”; le correspondió el primero de ese nombre. Al pretender colocar el tercer par de garambullos, colocado en los medios dando la espalda a la puerta de toriles. El toro se arrancó de largo; Antonio perdió unos segundos y el toro le metió un cuerno en el abdomen; el público se impresionó al ver los intestinos fuera. Por la oportuna atención médica salvó la vida. Después diría que sintió la muerte. De ésta dijo, es fría.

Diez años después a Xajay cobraría el agravio. En un mano a mano, con Manolo Martínez, a “Luna Roja”, toro castaño, le cortaría el rabo en la misa arena de la Plaza México. Esa tarde el acapulqueño se colocó en las alturas.

No fue una ofensa a la ganadería queretana de Xajay; fue un homenaje a la casta de sus toros. El 13 de febrero de 2015, Sergio Flores, indultó a “Gibraltar” bravísimo toro, que regresó a padrear a la dehesa del señor Sordo Madaleno.

El pasado viernes, en la Plaza de Toros “Fermín Rivera de San Luis Potosí, “Huasteco” de Xajay, empitonó en la axila izquierda al diestro tlaxcalteca. Siete segundos, mucho tiempo, estuvo a merced del toro. En las astas lo llevó de tercio a tercio; en la carrera le corneó el brazo derecho. Ya está bien el chaval. Pronto, estará en la arena, desafiando a la muerte.

Así es la fiesta.

Habría dicho el dramaturgo Ramón de Valle Inclán a Juan Belmonte, en tardes en que se jugaba la vida para dominar al toro. Belmonte, no murió en el ruedo ni montado en un caballo; por el incurable mal que le aquejaba se dio un tiro en la sien derecha.

El vaticinio dirigido al sevillano, se cumpliría en la Plaza de Linares, la tarde del 28 de agosto de 1947. Manuel Rodríguez “Manolete”, moría en esa plaza.

Ocho años fueron suficientes para que el llamado después “Califa de Córdoba” se convirtiera en ídolo del toreo mundial. El lapso, trascurrió entre 1939 y 1947. Muy corto, para la vida taurina de un torero. Treinta años tenía cuando lo victimó la tragedia. Tres décadas son también breve tiempo, para un hombre con anhelos de vivir.

¿Qué le causó la muerte, el pundonor, la entrega o, la fatiga? Tiempo a que el público español le exigía más; el de Linares no fue la excepción. Le injuriaba en el momento en que probó la embestida del quinto de la tarde, un toro negro, corniapretado, marcado con el número 21, que no ofrecía bravura. Con ese, “Manolete” encontró la muerte.

Islero”, toro negro, de don Eduardo Miura, con el pitón derecho destrozó al entrar a matar, el triángulo de scarpa y le cercenó la safena.

La gravedad de la cornada, la pérdida de sangre complicó el agotador trabajo médico. En las primeras horas del día 29, emitió el último suspiro. Se abrieron las puertas del cielo, y allí eternamente sigue haciendo el paseíllo.

Enrique Vila, escribiría días más tarde en un diario madrileño, “Manolete, recibió a la muerte con la dignidad de un caballero cristiano y hombre cabal, que emocionó a todos los que le acompañaban”.

Así termino la vida del torero que cortó la primera oreja, a “Fresnillo”, en la corrida de inauguración de la Monumental Plaza México, el 5 de febrero de 1946. Sus alternantes fueron Luis Castro “El Soldado” y Luis Procuna. Este desorejaría a “Gavioto”; siendo el primer mexicano, en cortar un apéndice en ese coso.

Dos años antes, en “El Toreo” de la Condesa, el 9 de diciembre de 1945, Silverio Pérez le concedería el honor de lidiar a “Gitano”, de Torrecillas, el primer toro de la tarde. Fue esa, la de su confirmación de alternativa.

Al finalizar la temporada 1946-1947, -escribe don Leonardo Páez, en la sección de su autoría “La Fiesta en Paz”, editada el 27 de agosto de 2017 en el diario la Jornada- Manolete, escribió: “Horas antes de partir de Méjico (sic) quiero despedirme de la afición mexicana por conducto de ésta. Me voy lleno de amor a Méjico, colgado de recuerdos y agradecido por tantas atenciones que he recibido de la afición y del público mejicano. Me marcho también, apenado por la ruptura del convenio taurino por medio del cual pude venir a Méjico para aprender a quererlo. Son tantas las atenciones que he tenido aquí, que no las podré olvidar nunca y siempre las recordaré y las agradeceré con todo mi corazón”. Manuel Rodríguez. “Manolete”.

En esta misiva no habla de un posible retorno a nuestra tierra. ¿Presentiría que en seis meses moriría? Duda, que es otro misterio en la fiesta de los toros.

***Ahora, algo breve.- “Me gustaría morir en el ruedo”, eso habría dicho Antonio Lomelín. “Bermejo” de Xajay, estuvo a punto de darle gusto. La tarde de 16 de febrero de 1975, alternando con Antonio José Galán y Rafael Gil “Rafaelillo”; le correspondió el primero de ese nombre. Al pretender colocar el tercer par de garambullos, colocado en los medios dando la espalda a la puerta de toriles. El toro se arrancó de largo; Antonio perdió unos segundos y el toro le metió un cuerno en el abdomen; el público se impresionó al ver los intestinos fuera. Por la oportuna atención médica salvó la vida. Después diría que sintió la muerte. De ésta dijo, es fría.

Diez años después a Xajay cobraría el agravio. En un mano a mano, con Manolo Martínez, a “Luna Roja”, toro castaño, le cortaría el rabo en la misa arena de la Plaza México. Esa tarde el acapulqueño se colocó en las alturas.

No fue una ofensa a la ganadería queretana de Xajay; fue un homenaje a la casta de sus toros. El 13 de febrero de 2015, Sergio Flores, indultó a “Gibraltar” bravísimo toro, que regresó a padrear a la dehesa del señor Sordo Madaleno.

El pasado viernes, en la Plaza de Toros “Fermín Rivera de San Luis Potosí, “Huasteco” de Xajay, empitonó en la axila izquierda al diestro tlaxcalteca. Siete segundos, mucho tiempo, estuvo a merced del toro. En las astas lo llevó de tercio a tercio; en la carrera le corneó el brazo derecho. Ya está bien el chaval. Pronto, estará en la arena, desafiando a la muerte.

Así es la fiesta.

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