/ lunes 4 de diciembre de 2023

Contexto | El viejo que lloraba

El viejo estaba sentado en la orilla de una banca de la Alameda, su cuerpo delgado por el paso de los años parecía no soportar ya la vida, se le veía cansado, taciturno, no sé si un poco triste; el color de su piel, apenas arrugada, contrastaba con el color de unos ojos que se enmarcaban en unas ojeras oscuras…parecía no haber dormido en días. Con la mirada en el suelo permanecía inmóvil.

Eran poco más de las cinco de la mañana y el frío parecía prolongarse. Vi mi reloj y marcaba cero grados de temperatura. Sentía que ese frío seco de Toluca se me metía hasta los huesos… “es el frío de como cuando era niño…nada de qué quejarse”, pensé, mientras observaba y me acercaba más al viejo.

¿Qué hacía sentado ahí a esas horas de la mañana?, me preguntaba, no resistí y me acerqué.

“¿Señor, señor, está usted bien?”

El hombre alzó la vista y me miró en silencio mientras una lágrima rodaba por sus mejillas.

Llora”, pensé.

¿Señor, porque llora, puedo hacer algo por usted?”, le dije

Me miró extrañado y me dijo.

“No sabía usted que los viejos siempre lloramos

No supe qué decir, pero me senté a su lado.

Él me miró a los ojos mientras las lágrimas se le secaban en el rostro, parecía como si el frío las retuviera dentro de su cuerpo.

…los viejos siempre lloramos porque, sin quererlo, se nos vienen los recuerdos y las nostalgias, y todo se nos agolpa de un trancazo y sin saber ni por qué, lloramos, unas veces son unas lagrimas silenciosas, otras veces nos salen del corazón y duelen…

Me miró, “está usted muy joven para entender…pero con el tiempo se nos salen todos los sentimientos escondidos, esos que parecían en su momento no ser tan importantes, o tal vez pasajeros…pero los viejos lloramos de tristezas, pero también de alegrías…y a veces las dos juntas…es como ir regando el camino a ya no estar aquí…es como saldar los dolores que nos provocaron las traiciones de los hermanos, los amores rotos, las muertes que vivimos en silencio, el recuerdo del juguete que nos hizo falta, la sonrisa de un hijo, la de una niña o el dolor de los muertos de una guerra, el no haber dado una flor a tiempo…mire, hasta los silencios que guardamos por no decir o hacer a tiempo…es algo así expiar los pecados de omisión que todos llevamos…”

Lo miré extrañado, un poco sorprendido.

…las lágrimas salen solas, sin motivo, hasta que sientes que se te va un poco el alma…, lo vi con mi padre…a él, de pronto y sin razón, parecía quebrársele la voz al recordar, al ver, al…” al viejo se le quebró la voz…y su mirada se puso más triste.

Solo me miró y me despidió. Lo entendí. El viejo quería quedarse a solas con su soledad, con sus recuerdos y con sus lágrimas…con su llanto tal vez.

…ahora sentía el frío más intenso, que helaba hasta el corazón…caminé sin volver la vista…el día empezaba a abrir…

Correo: contextotoluca@gmail.com

El viejo estaba sentado en la orilla de una banca de la Alameda, su cuerpo delgado por el paso de los años parecía no soportar ya la vida, se le veía cansado, taciturno, no sé si un poco triste; el color de su piel, apenas arrugada, contrastaba con el color de unos ojos que se enmarcaban en unas ojeras oscuras…parecía no haber dormido en días. Con la mirada en el suelo permanecía inmóvil.

Eran poco más de las cinco de la mañana y el frío parecía prolongarse. Vi mi reloj y marcaba cero grados de temperatura. Sentía que ese frío seco de Toluca se me metía hasta los huesos… “es el frío de como cuando era niño…nada de qué quejarse”, pensé, mientras observaba y me acercaba más al viejo.

¿Qué hacía sentado ahí a esas horas de la mañana?, me preguntaba, no resistí y me acerqué.

“¿Señor, señor, está usted bien?”

El hombre alzó la vista y me miró en silencio mientras una lágrima rodaba por sus mejillas.

Llora”, pensé.

¿Señor, porque llora, puedo hacer algo por usted?”, le dije

Me miró extrañado y me dijo.

“No sabía usted que los viejos siempre lloramos

No supe qué decir, pero me senté a su lado.

Él me miró a los ojos mientras las lágrimas se le secaban en el rostro, parecía como si el frío las retuviera dentro de su cuerpo.

…los viejos siempre lloramos porque, sin quererlo, se nos vienen los recuerdos y las nostalgias, y todo se nos agolpa de un trancazo y sin saber ni por qué, lloramos, unas veces son unas lagrimas silenciosas, otras veces nos salen del corazón y duelen…

Me miró, “está usted muy joven para entender…pero con el tiempo se nos salen todos los sentimientos escondidos, esos que parecían en su momento no ser tan importantes, o tal vez pasajeros…pero los viejos lloramos de tristezas, pero también de alegrías…y a veces las dos juntas…es como ir regando el camino a ya no estar aquí…es como saldar los dolores que nos provocaron las traiciones de los hermanos, los amores rotos, las muertes que vivimos en silencio, el recuerdo del juguete que nos hizo falta, la sonrisa de un hijo, la de una niña o el dolor de los muertos de una guerra, el no haber dado una flor a tiempo…mire, hasta los silencios que guardamos por no decir o hacer a tiempo…es algo así expiar los pecados de omisión que todos llevamos…”

Lo miré extrañado, un poco sorprendido.

…las lágrimas salen solas, sin motivo, hasta que sientes que se te va un poco el alma…, lo vi con mi padre…a él, de pronto y sin razón, parecía quebrársele la voz al recordar, al ver, al…” al viejo se le quebró la voz…y su mirada se puso más triste.

Solo me miró y me despidió. Lo entendí. El viejo quería quedarse a solas con su soledad, con sus recuerdos y con sus lágrimas…con su llanto tal vez.

…ahora sentía el frío más intenso, que helaba hasta el corazón…caminé sin volver la vista…el día empezaba a abrir…

Correo: contextotoluca@gmail.com