/ lunes 15 de abril de 2024

Contexto / Leyenda en la segunda de Alda (1)

Todo el día había estado nublado y parecía como si la oscuridad se hubiera adelantado. Desde las seis de la parte Toluca parecía haber entrado en un sopor que invitaba a tomar un cafecito con leche bien calientito acompañado de un pan del café Liho y estar en familia, si eso, en familia y sentirse cobijada y querida, “…uy querida”, musito Yolanda en voz baja mientras caminaba con su hija en los brazos y se dirigía a su casa en la segunda de Aldama (que se llamaba así porque la primera era la que quedaba entre la calle de Independencia e Hidalgo en el centro de la ciudad).

Eran como las ocho de la noche y hacia frio. Sentía, y no sabía porque, que había sido una tarde misteriosa y el anochecer aún más…la luna apenas aparecía entre un montón de nubes y, en las calles parecía dominar el silencio mientras los comercios cerraban antes de la hora habitual. Todo le parecía tan extraño….su sensibilidad para sentir al mundo era extraordinaria y eso le provocaba tantas angustias como miedos…sabia por ejemplo, con solo verlo, si una persona abrigaba buenos o malos sentimientos, decían que hasta podía ver el color de las auras que rodean a todas las personas y eso la había hecho ser muy desconfiada de todos…solo su niña era su espacio de paz, de amor, era como solo el manto que la cobijaba y la protegía.

La calle, poco alumbrada, hacía parecer a las viejas casas como si de un callejón de espectros difusos se tratara. La verdad le dio un poco de miedo ese pasar la media cuadra para llegar a su casa. Tenía como un aire de cansancio mientras la niña bien envuelta en un rebozo de lana dormía. Llegó al pórtico de su casa, con trabajos sacó la llave para abrir el portón, pues no quería hacer mucho movimiento para no despertarla.

“Uy que bueno, se dijo, por fin en casa”.

Trato de prender la luz pero en el momento en que dio el click para encender, la bombilla se fundió…”uy Dios mío”, pensó. En penumbra caminó por el corredor hasta llegar a la puerta de la cocina en donde encendió la luz y se sintió más tranquila. Todo parecía normal, como siempre.

Era una casa vieja en la que había crecido y que conocía bien y que ahora habita sola pues ya todos se habían mudado a casas más modernas o se habían casado. Era una de esas casas típicas toluqueña, de un piso construidas con adobe y con tres corredores orientados siempre al sur para que les entrara el sol y se calentaran las recamaras y cuartos que siempre daban a algunos de los corredores. Tenía un pequeño patio central en donde estaba la pileta y el lavadero rodeados de malvones rojos blancos y rosas que estaban en macetas que pendían de las forjas que delimitaban a los patios. Una de esas casas que tenían sus historias pues le contaban que en otras épocas en la parte trasera eran caballerizas y que hasta a un hombre había sido asesinado por cuestiones de honor y que nadie sabía a donde había quedado ni su cuerpo ni su alma. Pero la verdad esas, pensaba, solo eran fantasías, nunca nadie ni había escuchado ni visto nada…y bueno a la gente le gusta inventar…”almas en pena”, pronuncio en voz baja…

Caminaba sin pensar casi en nada. Solo quería descansar un poco sus brazos y poder hacer ese cafecito árabe que tanto apetecía en las noches antes de dormir.

“almas en pena”, pronuncio en voz baja sin imaginar lo que le sucedería.

Correo: contextotoluca@gmail.com

Todo el día había estado nublado y parecía como si la oscuridad se hubiera adelantado. Desde las seis de la parte Toluca parecía haber entrado en un sopor que invitaba a tomar un cafecito con leche bien calientito acompañado de un pan del café Liho y estar en familia, si eso, en familia y sentirse cobijada y querida, “…uy querida”, musito Yolanda en voz baja mientras caminaba con su hija en los brazos y se dirigía a su casa en la segunda de Aldama (que se llamaba así porque la primera era la que quedaba entre la calle de Independencia e Hidalgo en el centro de la ciudad).

Eran como las ocho de la noche y hacia frio. Sentía, y no sabía porque, que había sido una tarde misteriosa y el anochecer aún más…la luna apenas aparecía entre un montón de nubes y, en las calles parecía dominar el silencio mientras los comercios cerraban antes de la hora habitual. Todo le parecía tan extraño….su sensibilidad para sentir al mundo era extraordinaria y eso le provocaba tantas angustias como miedos…sabia por ejemplo, con solo verlo, si una persona abrigaba buenos o malos sentimientos, decían que hasta podía ver el color de las auras que rodean a todas las personas y eso la había hecho ser muy desconfiada de todos…solo su niña era su espacio de paz, de amor, era como solo el manto que la cobijaba y la protegía.

La calle, poco alumbrada, hacía parecer a las viejas casas como si de un callejón de espectros difusos se tratara. La verdad le dio un poco de miedo ese pasar la media cuadra para llegar a su casa. Tenía como un aire de cansancio mientras la niña bien envuelta en un rebozo de lana dormía. Llegó al pórtico de su casa, con trabajos sacó la llave para abrir el portón, pues no quería hacer mucho movimiento para no despertarla.

“Uy que bueno, se dijo, por fin en casa”.

Trato de prender la luz pero en el momento en que dio el click para encender, la bombilla se fundió…”uy Dios mío”, pensó. En penumbra caminó por el corredor hasta llegar a la puerta de la cocina en donde encendió la luz y se sintió más tranquila. Todo parecía normal, como siempre.

Era una casa vieja en la que había crecido y que conocía bien y que ahora habita sola pues ya todos se habían mudado a casas más modernas o se habían casado. Era una de esas casas típicas toluqueña, de un piso construidas con adobe y con tres corredores orientados siempre al sur para que les entrara el sol y se calentaran las recamaras y cuartos que siempre daban a algunos de los corredores. Tenía un pequeño patio central en donde estaba la pileta y el lavadero rodeados de malvones rojos blancos y rosas que estaban en macetas que pendían de las forjas que delimitaban a los patios. Una de esas casas que tenían sus historias pues le contaban que en otras épocas en la parte trasera eran caballerizas y que hasta a un hombre había sido asesinado por cuestiones de honor y que nadie sabía a donde había quedado ni su cuerpo ni su alma. Pero la verdad esas, pensaba, solo eran fantasías, nunca nadie ni había escuchado ni visto nada…y bueno a la gente le gusta inventar…”almas en pena”, pronuncio en voz baja…

Caminaba sin pensar casi en nada. Solo quería descansar un poco sus brazos y poder hacer ese cafecito árabe que tanto apetecía en las noches antes de dormir.

“almas en pena”, pronuncio en voz baja sin imaginar lo que le sucedería.

Correo: contextotoluca@gmail.com