/ viernes 23 de junio de 2023

El priismo se desMorena

Después del resultado electoral del pasado 4 de junio el priismo sufrió un cisma provocado, en buena parte, por su propia dirigencia nacional que en el afán de mantener el protagonismo y el poder ha decidido dinamitar los puentes y construir murallas alrededor de su cada vez más endeble posición y cerrándose a la posibilidad de las alianzas, debilitando al partido con sus decisiones.

Cuando Alejandro Moreno “Alito” (o como le ha dado a los priistas por llamarlo últimamente “Amlito”) asumió las riendas del partido en 2019, los tricolores gobernaban 12 estados de la República, numéricamente hablando, una tercera parte de las entidades estaban en poder de este partido. Desde entonces, han perdido 11, conservado una y recuperado otra el saldo final es de dos gobiernos estatales y nada más.

Con toda la responsabilidad y buena parte de la culpa en muchos casos, “Alito” mantiene la presidencia pero ha perdido el liderazgo del partido y lo ha llevado a la peor crisis de su historia; incluso más grande que la del año 2000, cuando los tricolores sucumbieron ante la aplanadora mediática que significó Vicente Fox en ese proceso.

Moreno se resiste a dejar el cargo y asegura que terminará el periodo por el cual fue electo, tal pareciera que la consigna es que habrá “Alito” aunque no haya PRI. Las imposiciones de la presidencia del partido le han costado caro a la institución, como ocurrió en Hidalgo, donde por necear con la candidatura de la entonces secretaria general del tricolor, Carolina Viggiano, los grupos de Omar Fayad y Osorio Chong prefirieron entregar la plaza que apoyarla.

Al igual que intenta en el Estado de México, “Alito” Moreno se lavó las manos y culpó de la derrota a Fayad a quien acusó de haber negociado para entregar Hidalgo a Morena; con la carga de la derrota a cuestas y ante el conflicto interno con la presidencia de su partido, el exgobernador hidalguense vio todas las puertas cerradas. Sin más a dónde hacerse, ahora ha renunciado a su partido y se habla de una embajada en Israel, verdad o mentira la negociación, Fayad prefiere dejar de ser priísta que seguir con Moreno al frente.

Hace algunos días en Sinaloa tres liderazgos y sus estructuras renunciaron a su militancia acusando la imposición del CEN en la determinación de la dirigencia estatal, por eso Jesús Valdés, Marcos Osuna y Manuel Tarriba anunciaron su decisión y acusaron “mano negra” de la gente de “Alito” para evitar su participación en la vida interna del instituto estatal.

La crisis ocasionada por el dirigente estatal llega en el peor momento para el PRI y es que en la negociación para definir a quien podría ser el candidato a la Presidencia de la República en alianza con el PAN y el PRD, el tricolor ya no contará con la fuerza de votos y militantes suficiente para intentar imponer condiciones, la posibilidad de aspirar a ese sitio se esfuma entre las manos a Alejandro Moreno.

Luego de la forma en que reaccionó a la derrota en territorio mexiquense y la manera en que intentó culpar al gobernador, Moreno ha generado la división de los tricolores del Estado de México y se ha ganado para sí el malestar de los principales liderazgos que, pese a todo, no buscaron a quien señalar sino aseguraron que debían recomponer el camino rápido para enfrentar el proceso de 2024.

De nueva cuenta el presidente nacional del PRI se encuentra solo ante lo que podría ser un momento trascendental, en términos numéricos, gobierna la misma cantidad de estados que el PRD y dos menos que el PAN y no cuenta con el apoyo de los panistas de estados que han dirigido, de frente o tras las sombras, los destinos del partido como los hidalguenses y los mexiquenses.

Alejandro Moreno camina cada vez más solo por el país y no se ve por dónde pueda recomponer el rumbo que le permita al tricolor recuperar aunque sea algo de lo perdido. La extinción del tricolor es una amenaza real pero, como todo sistema, esta radica en su interior y no en los peligros que ha logrado sorteará pese a todo, desde el exterior.

El problema radicará para quien asuma el relevo después de 2024; seguramente en ese momento habrá PRI para entregar pero quién sabe si en condiciones suficientes para poder pensar en algún tipo de recuperación.

Los priistas se “desmorenan” pero no porque estén tejiendo alianzas con Morena (que sí lo están haciendo) sino porque cada vez más se alejan de Moreno cuyo liderazgo esta cada vez más en duda entre quienes siempre han dudado de él.

El priismo se debate entre quienes consideran que deben frenar a tiempo al tabasqueño y quienes piensan que no tiene ningún caso, que lo mejor es dejarlo hacer lo que él quiera mientras ellos, por su cuenta, mueven sus piezas y tejen sus propias alianzas con panistas y perredistas.

En la cuesta arriba Alejandro Moreno se está quedando sin soporte y sin ese respaldo, lo más que podrá negociar será algún reducto en la cámara de diputados o de senadores para, desde ahí, pensar en su retiro político y vivir del recuerdo de aquellos tiempos en los que tuvo que enfrentar la peor crisis del priismo en el país y lo hizo a su modo; sin resultados pero controlando el poder del partido.

Por lo pronto el tiempo corre y nos se detiene: tic, tac, tic, tac. La elección de 2024 está encima, como ocurrió hace un año aquí en el Edoméx, Morena les ha vuelto a sacar ventaja y no se ve por dónde los de la oposición hayan aprendido la lección y quieran corregir sus fallos; la alianza con el exterior camina lento pero la división al interior y el resquebrajamiento del partido lo hacen a ritmos acelerados.

Después del resultado electoral del pasado 4 de junio el priismo sufrió un cisma provocado, en buena parte, por su propia dirigencia nacional que en el afán de mantener el protagonismo y el poder ha decidido dinamitar los puentes y construir murallas alrededor de su cada vez más endeble posición y cerrándose a la posibilidad de las alianzas, debilitando al partido con sus decisiones.

Cuando Alejandro Moreno “Alito” (o como le ha dado a los priistas por llamarlo últimamente “Amlito”) asumió las riendas del partido en 2019, los tricolores gobernaban 12 estados de la República, numéricamente hablando, una tercera parte de las entidades estaban en poder de este partido. Desde entonces, han perdido 11, conservado una y recuperado otra el saldo final es de dos gobiernos estatales y nada más.

Con toda la responsabilidad y buena parte de la culpa en muchos casos, “Alito” mantiene la presidencia pero ha perdido el liderazgo del partido y lo ha llevado a la peor crisis de su historia; incluso más grande que la del año 2000, cuando los tricolores sucumbieron ante la aplanadora mediática que significó Vicente Fox en ese proceso.

Moreno se resiste a dejar el cargo y asegura que terminará el periodo por el cual fue electo, tal pareciera que la consigna es que habrá “Alito” aunque no haya PRI. Las imposiciones de la presidencia del partido le han costado caro a la institución, como ocurrió en Hidalgo, donde por necear con la candidatura de la entonces secretaria general del tricolor, Carolina Viggiano, los grupos de Omar Fayad y Osorio Chong prefirieron entregar la plaza que apoyarla.

Al igual que intenta en el Estado de México, “Alito” Moreno se lavó las manos y culpó de la derrota a Fayad a quien acusó de haber negociado para entregar Hidalgo a Morena; con la carga de la derrota a cuestas y ante el conflicto interno con la presidencia de su partido, el exgobernador hidalguense vio todas las puertas cerradas. Sin más a dónde hacerse, ahora ha renunciado a su partido y se habla de una embajada en Israel, verdad o mentira la negociación, Fayad prefiere dejar de ser priísta que seguir con Moreno al frente.

Hace algunos días en Sinaloa tres liderazgos y sus estructuras renunciaron a su militancia acusando la imposición del CEN en la determinación de la dirigencia estatal, por eso Jesús Valdés, Marcos Osuna y Manuel Tarriba anunciaron su decisión y acusaron “mano negra” de la gente de “Alito” para evitar su participación en la vida interna del instituto estatal.

La crisis ocasionada por el dirigente estatal llega en el peor momento para el PRI y es que en la negociación para definir a quien podría ser el candidato a la Presidencia de la República en alianza con el PAN y el PRD, el tricolor ya no contará con la fuerza de votos y militantes suficiente para intentar imponer condiciones, la posibilidad de aspirar a ese sitio se esfuma entre las manos a Alejandro Moreno.

Luego de la forma en que reaccionó a la derrota en territorio mexiquense y la manera en que intentó culpar al gobernador, Moreno ha generado la división de los tricolores del Estado de México y se ha ganado para sí el malestar de los principales liderazgos que, pese a todo, no buscaron a quien señalar sino aseguraron que debían recomponer el camino rápido para enfrentar el proceso de 2024.

De nueva cuenta el presidente nacional del PRI se encuentra solo ante lo que podría ser un momento trascendental, en términos numéricos, gobierna la misma cantidad de estados que el PRD y dos menos que el PAN y no cuenta con el apoyo de los panistas de estados que han dirigido, de frente o tras las sombras, los destinos del partido como los hidalguenses y los mexiquenses.

Alejandro Moreno camina cada vez más solo por el país y no se ve por dónde pueda recomponer el rumbo que le permita al tricolor recuperar aunque sea algo de lo perdido. La extinción del tricolor es una amenaza real pero, como todo sistema, esta radica en su interior y no en los peligros que ha logrado sorteará pese a todo, desde el exterior.

El problema radicará para quien asuma el relevo después de 2024; seguramente en ese momento habrá PRI para entregar pero quién sabe si en condiciones suficientes para poder pensar en algún tipo de recuperación.

Los priistas se “desmorenan” pero no porque estén tejiendo alianzas con Morena (que sí lo están haciendo) sino porque cada vez más se alejan de Moreno cuyo liderazgo esta cada vez más en duda entre quienes siempre han dudado de él.

El priismo se debate entre quienes consideran que deben frenar a tiempo al tabasqueño y quienes piensan que no tiene ningún caso, que lo mejor es dejarlo hacer lo que él quiera mientras ellos, por su cuenta, mueven sus piezas y tejen sus propias alianzas con panistas y perredistas.

En la cuesta arriba Alejandro Moreno se está quedando sin soporte y sin ese respaldo, lo más que podrá negociar será algún reducto en la cámara de diputados o de senadores para, desde ahí, pensar en su retiro político y vivir del recuerdo de aquellos tiempos en los que tuvo que enfrentar la peor crisis del priismo en el país y lo hizo a su modo; sin resultados pero controlando el poder del partido.

Por lo pronto el tiempo corre y nos se detiene: tic, tac, tic, tac. La elección de 2024 está encima, como ocurrió hace un año aquí en el Edoméx, Morena les ha vuelto a sacar ventaja y no se ve por dónde los de la oposición hayan aprendido la lección y quieran corregir sus fallos; la alianza con el exterior camina lento pero la división al interior y el resquebrajamiento del partido lo hacen a ritmos acelerados.

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