/ domingo 11 de junio de 2023

Grupo Atlacomulco y Grupo Texcoco, origen es destino

Atribuida por algunos a Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borras, y por otros a Nicolás Avellaneda; la frase “el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla” no pierde vigencia y se aprecia con detalle en el resultado electoral del pasado 4 de junio en la entidad.

El 5 de marzo de 1942 marcó el destino del Estado de México. En esa fecha se perpetró el atentado contra el gobernador Alfredo Zárate Albarrán: ocho disparos, tres calibres y un solo culpable: Fernando Ortiz Rubio, sobrino del expresidente y amigo cercano del gobernador, tanto así que como mandatario lo había nombrado presidente de la Cámara de Diputados.

Zárate Albarrán fue el último gobernador del llamado Grupo Toluca, también conocido como Grupo Gomista debido a que fue conformado por Abundio Gómez y Filiberto Gómez, este último teniendo una gran relevancia para la política del país al ser nombrado presidente del Comité Organizador del Partido Nacional Revolucionario (PNR, antecesor del PRI) y siendo el primer gobernador mexiquense bajo las siglas tricolores en 1929.

Uno de los móviles que se manejaron respecto a los motivos del atentado tienen que ver con la fortaleza que estaba logrando Alfredo Zárate al encabezar el Bloque Permanente de Gobernadores (Edoméx, Guanajuato, Nuevo León, Coahuila, San Luis Potosí y Sinaloa) que pretendía aplicar 17 medidas económicas y el servicio militar obligatorio en las escuelas; acciones que el presidente Manuel Ávila Camacho como una afrenta personal. Un día antes del atentado, Zárate Albarrán publicó un desplegado en un periódico nacional, dirigido al Presidente de la República donde hacía evidente el descontento del mandatario y justificaba al grupo de gobernadores.

Pese a que, por obvias razones, esta fue la primer línea de investigación descartada; los hechos explicarían la intervención presidencial para sacar de la jugada de gobierno a José Luis Gutiérrez y Gutiérrez, también miembro del Grupo Toluca, e imponer en el cargo a Isidro Fabela Alfaro, un diplomático de Atlacomulco que ya estaba en la vía del retiro y dedicado al cuidado de su esposa Josefina Eisenmann “Finita”, quien por su salud no podía vivir en la capital del estado.

Isidro Fabela no estaba inmerso en la política mexiquense, su papel giraba en torno a la diplomacia, fue seis veces embajador de México y, por lo tanto, no conocía el ámbito local, por lo que se dejó ayudar por su coterráneo Maximino Montiel Olmos quien apoyado por el obispo Maximino Ruiz y Flores; constituyeron con familiares la estructura del gabinete Fabelista que a la postre daría forma al Grupo Atlacomulco.

En primer lugar colocaron en la Tesorería a Alfredo del Mazo Vélez, sobrino de Maximino Montiel; se ganó la confianza de Fabela Alfaro al comprar las voluntades de los diputados locales para modificar la constitución estatal y legalizar el nombramiento del nuevo gobernador quien, con esto, ya no tuvo necesidad de convocar a elecciones sino que se mantuvo en el puesto por los años que restaban de gobierno.

Posteriormente, usando el mismo mecanismo, Del Mazo Vélez consiguió que los diputados le aprobaran un permiso al gobernador para ausentarse de la entidad y mantenerse en Cuernavaca, donde vivió todo su periodo para cuidar la salud de su esposa, claro, con visitas esporádicas a Toluca. Su gobierno lo ejerció por teléfono a través del propio Alfredo del Mazo quien ahora cumplía las funciones del secretario general de Gobierno.

El Grupo Atlacomulco emerge por una imposición presidencial seguida de una serie de actos de corrupción consistentes en el pago a los diputados locales, primero para legalizar el nombramiento de Isidro Fabela y, después, para autorizarle gobernar desde Cuernavaca.

Origen es destino. En enero de 2013, la subdirectora auxiliar de proyectos de la Secretaría de Educación mexiquense y directora del Centro Escolar “Nezahualcóyotl”, Delfina Gómez Álvarez ganó la elección y se convirtió en presidenta municipal de Texcoco postulada por Movimiento Ciudadano y el Partido del Trabajo.

En este periodo, según quedó documentado, el gobierno de Texcoco retuvo 10 por ciento del salario de 472 trabajadores del ayuntamiento y del DIF municipal a cargo del hermano de la alcaldesa, Alejandro (acto ya conocido popularmente como “los diezmos”). De esta cantidad, el partido Morena recibiría una parte, razón por la cual sería sancionado por el INE; del resto es un misterio a dónde fue a parar.

Este apoyo en los inicios del partido, le granjeó a Delfina Gómez la cercanía con Andrés Manuel López Obrador, quien la propuso como candidata a la gubernatura en 2017 y posteriormente en 2023 bajo el modelo de las encuestas, por encima de cualquier otro aspirante de su partido.

La historia política nos muestra, primero, que la lucha por la gubernatura mexiquense ha estado protagonizada por grupos de poder más allá de nombres; si bien en el periodo del Grupo Atlacomulco hubo momentos de “limpieza de sangre” con mandatarios no pertenecientes a la estirpe atlacolmulquense, ninguno de ellos intentó erradicar su presencia, vaya, ni siquiera conflictuarse con ellos.

Lo que estamos viviendo en el Edoméx es un cambio de grupo en el poder que advierte reacomodos no solo en el ámbito político sino también en lo económico; segmentos que crecieron al cobijo o como parte de los negocios atlacomulquenses hoy podrían verse desplazados por los provenientes de Texcoco y sus aliados capitalinos, hidalguenses y veracruzanos.

De igual forma destaca el paralelismo en el surgimiento de los grupos. Hace 81 años el nacimiento del Grupo Atlacomulco fue posible solo gracias a la imposición presidencial de Manuel Ávila Camacho y el acto de corrupción que representó el pago a los diputados locales; hoy el Grupo Texcoco se encumbra en el poder mexiquense gracias a la imposición presidencial de Andrés Manuel Lopez Obrador y el acto de corrupción de “los diezmos” a los trabajadores municipales.

Difícilmente este cambio represente la extinción del Grupo Atlacomulco como tampoco represente un cambio de fondo en los usos y costumbres de la política mexiquense; vienen momentos de renegociación, de ajustes, de ascensiones y caídas que lo cambian todo pero que no cambian nada. A final de cuentas los grupos se van pero las formas quedan.

Atribuida por algunos a Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borras, y por otros a Nicolás Avellaneda; la frase “el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla” no pierde vigencia y se aprecia con detalle en el resultado electoral del pasado 4 de junio en la entidad.

El 5 de marzo de 1942 marcó el destino del Estado de México. En esa fecha se perpetró el atentado contra el gobernador Alfredo Zárate Albarrán: ocho disparos, tres calibres y un solo culpable: Fernando Ortiz Rubio, sobrino del expresidente y amigo cercano del gobernador, tanto así que como mandatario lo había nombrado presidente de la Cámara de Diputados.

Zárate Albarrán fue el último gobernador del llamado Grupo Toluca, también conocido como Grupo Gomista debido a que fue conformado por Abundio Gómez y Filiberto Gómez, este último teniendo una gran relevancia para la política del país al ser nombrado presidente del Comité Organizador del Partido Nacional Revolucionario (PNR, antecesor del PRI) y siendo el primer gobernador mexiquense bajo las siglas tricolores en 1929.

Uno de los móviles que se manejaron respecto a los motivos del atentado tienen que ver con la fortaleza que estaba logrando Alfredo Zárate al encabezar el Bloque Permanente de Gobernadores (Edoméx, Guanajuato, Nuevo León, Coahuila, San Luis Potosí y Sinaloa) que pretendía aplicar 17 medidas económicas y el servicio militar obligatorio en las escuelas; acciones que el presidente Manuel Ávila Camacho como una afrenta personal. Un día antes del atentado, Zárate Albarrán publicó un desplegado en un periódico nacional, dirigido al Presidente de la República donde hacía evidente el descontento del mandatario y justificaba al grupo de gobernadores.

Pese a que, por obvias razones, esta fue la primer línea de investigación descartada; los hechos explicarían la intervención presidencial para sacar de la jugada de gobierno a José Luis Gutiérrez y Gutiérrez, también miembro del Grupo Toluca, e imponer en el cargo a Isidro Fabela Alfaro, un diplomático de Atlacomulco que ya estaba en la vía del retiro y dedicado al cuidado de su esposa Josefina Eisenmann “Finita”, quien por su salud no podía vivir en la capital del estado.

Isidro Fabela no estaba inmerso en la política mexiquense, su papel giraba en torno a la diplomacia, fue seis veces embajador de México y, por lo tanto, no conocía el ámbito local, por lo que se dejó ayudar por su coterráneo Maximino Montiel Olmos quien apoyado por el obispo Maximino Ruiz y Flores; constituyeron con familiares la estructura del gabinete Fabelista que a la postre daría forma al Grupo Atlacomulco.

En primer lugar colocaron en la Tesorería a Alfredo del Mazo Vélez, sobrino de Maximino Montiel; se ganó la confianza de Fabela Alfaro al comprar las voluntades de los diputados locales para modificar la constitución estatal y legalizar el nombramiento del nuevo gobernador quien, con esto, ya no tuvo necesidad de convocar a elecciones sino que se mantuvo en el puesto por los años que restaban de gobierno.

Posteriormente, usando el mismo mecanismo, Del Mazo Vélez consiguió que los diputados le aprobaran un permiso al gobernador para ausentarse de la entidad y mantenerse en Cuernavaca, donde vivió todo su periodo para cuidar la salud de su esposa, claro, con visitas esporádicas a Toluca. Su gobierno lo ejerció por teléfono a través del propio Alfredo del Mazo quien ahora cumplía las funciones del secretario general de Gobierno.

El Grupo Atlacomulco emerge por una imposición presidencial seguida de una serie de actos de corrupción consistentes en el pago a los diputados locales, primero para legalizar el nombramiento de Isidro Fabela y, después, para autorizarle gobernar desde Cuernavaca.

Origen es destino. En enero de 2013, la subdirectora auxiliar de proyectos de la Secretaría de Educación mexiquense y directora del Centro Escolar “Nezahualcóyotl”, Delfina Gómez Álvarez ganó la elección y se convirtió en presidenta municipal de Texcoco postulada por Movimiento Ciudadano y el Partido del Trabajo.

En este periodo, según quedó documentado, el gobierno de Texcoco retuvo 10 por ciento del salario de 472 trabajadores del ayuntamiento y del DIF municipal a cargo del hermano de la alcaldesa, Alejandro (acto ya conocido popularmente como “los diezmos”). De esta cantidad, el partido Morena recibiría una parte, razón por la cual sería sancionado por el INE; del resto es un misterio a dónde fue a parar.

Este apoyo en los inicios del partido, le granjeó a Delfina Gómez la cercanía con Andrés Manuel López Obrador, quien la propuso como candidata a la gubernatura en 2017 y posteriormente en 2023 bajo el modelo de las encuestas, por encima de cualquier otro aspirante de su partido.

La historia política nos muestra, primero, que la lucha por la gubernatura mexiquense ha estado protagonizada por grupos de poder más allá de nombres; si bien en el periodo del Grupo Atlacomulco hubo momentos de “limpieza de sangre” con mandatarios no pertenecientes a la estirpe atlacolmulquense, ninguno de ellos intentó erradicar su presencia, vaya, ni siquiera conflictuarse con ellos.

Lo que estamos viviendo en el Edoméx es un cambio de grupo en el poder que advierte reacomodos no solo en el ámbito político sino también en lo económico; segmentos que crecieron al cobijo o como parte de los negocios atlacomulquenses hoy podrían verse desplazados por los provenientes de Texcoco y sus aliados capitalinos, hidalguenses y veracruzanos.

De igual forma destaca el paralelismo en el surgimiento de los grupos. Hace 81 años el nacimiento del Grupo Atlacomulco fue posible solo gracias a la imposición presidencial de Manuel Ávila Camacho y el acto de corrupción que representó el pago a los diputados locales; hoy el Grupo Texcoco se encumbra en el poder mexiquense gracias a la imposición presidencial de Andrés Manuel Lopez Obrador y el acto de corrupción de “los diezmos” a los trabajadores municipales.

Difícilmente este cambio represente la extinción del Grupo Atlacomulco como tampoco represente un cambio de fondo en los usos y costumbres de la política mexiquense; vienen momentos de renegociación, de ajustes, de ascensiones y caídas que lo cambian todo pero que no cambian nada. A final de cuentas los grupos se van pero las formas quedan.