/ domingo 19 de septiembre de 2021

El Tintero de Las Musas | Para don Arturo Martínez Legorreta, en el lugar mágico donde está

Un día, hace ya muchos muchos años, quizá treinta y dos, en pleno Palacio de Gobierno, en mi oficina hermosa que me había mandado construir, estaba en la antesala un hombre inteligente, sabio, bueno, pero sobre todo prudente; y un excelente político mexicano: Arturo Martínez Legorreta.

Era, según recuerdo, el Coordinador General de Apoyo Municipal, trabajo que le había encargado Ignacio Pichardo Pagaza. Había sido antes, Oficial Mayor del gobierno del Estado, con el Profesor Carlos Hank González, en donde inició la Reforma Administrativa del Estado de México. Luego fue Presidente Municipal de Toluca; luego Diputado Federal y presidente del Comité Directivo Estatal del PRI del Edomex. Es importante mencionar que fue fundador del IAPEM, y primer presidente del Instituto. Fue Coordinador General de Cuarteles, y después Secretario de Agricultura. Tuvo una carrera política muy importante.

Fue honesto toda su vida. Vivió con lo que ganó en su trabajo. Fue muy querido por sus superiores, sus pares y sus empleados.

Alto, delgado, impecable, con ganas de seguir sirviendo a su Estado al que amó tanto, allí estaba don Arturo.

De sopetón y sin previo aviso, me habló mi hijo para decirme que había tenido un accidente en Avenida de las Torres, a la altura de San Buenaventura, regresando del Tec. de Monterrey. Su coche se había volteado y estaba, arriba de un camellón.

Como loca, bajé de las escaleras con Gina Lara, mi secretaria permanente, leal y honesta; y por supuesto, seguida del solidario don Arturo que me apoyó en esos momentos. He de decirles, queridos lectores, que, si no hubiera sido por ellos, quién sabe qué le hubiera pasado a mi hijo. Y a mí.

Gracias a Dios, Luis Fernando mi hijo llegó a encontrarnos caminando y supimos que no le había pasado gran cosa. El trayecto fue eterno. Y allí junto, siempre estuvo don Arturo acompañándome. Llegamos, él, junto con Gina y mi chofer en turno, que voltearon el coche.

En menos de un instante compusieron todo. Luego, teníamos que ir a ver al doctor, por el golpe en la cabeza de mi hijo. El que nos llevó, también fue don Arturo. Fuimos más rápido que nada al Hospital Toluca, a ver a un médico de urgencias que ipso-facto nos atendió. Él ya le había hablado, y nos estaba esperando. Era un hombre alto, moreno, creo que cubano. Lo revisó de cabo a rabo y le puso un collarín.

Creo que esto puede decirles qué clase de ser humano era Arturo Martínez Legorreta. Por supuesto es importante comentarles que era un hombre impecable en su trabajo como administrador público y político mexiquense y mexicano, pero también un impecable ser humano como marido, como padre, como hijo, como hermano y como amigo; como compañero que estuvo en las buenas, muy buenas, excelentes y malas… acompañándome en un día verdaderamente difícil.

Me duele mucho su partida. Me la comunicó Lucy Martínez que lo quiso tanto. Sé que mi compañero de trabajo en este momento está muy feliz, descansando en un lugar precioso, lleno de luz, paz, amor y elegancia. Tal como el era, cuando vivió con nosotros. Descanse en paz, don Arturo Martínez Legorreta.


Un día, hace ya muchos muchos años, quizá treinta y dos, en pleno Palacio de Gobierno, en mi oficina hermosa que me había mandado construir, estaba en la antesala un hombre inteligente, sabio, bueno, pero sobre todo prudente; y un excelente político mexicano: Arturo Martínez Legorreta.

Era, según recuerdo, el Coordinador General de Apoyo Municipal, trabajo que le había encargado Ignacio Pichardo Pagaza. Había sido antes, Oficial Mayor del gobierno del Estado, con el Profesor Carlos Hank González, en donde inició la Reforma Administrativa del Estado de México. Luego fue Presidente Municipal de Toluca; luego Diputado Federal y presidente del Comité Directivo Estatal del PRI del Edomex. Es importante mencionar que fue fundador del IAPEM, y primer presidente del Instituto. Fue Coordinador General de Cuarteles, y después Secretario de Agricultura. Tuvo una carrera política muy importante.

Fue honesto toda su vida. Vivió con lo que ganó en su trabajo. Fue muy querido por sus superiores, sus pares y sus empleados.

Alto, delgado, impecable, con ganas de seguir sirviendo a su Estado al que amó tanto, allí estaba don Arturo.

De sopetón y sin previo aviso, me habló mi hijo para decirme que había tenido un accidente en Avenida de las Torres, a la altura de San Buenaventura, regresando del Tec. de Monterrey. Su coche se había volteado y estaba, arriba de un camellón.

Como loca, bajé de las escaleras con Gina Lara, mi secretaria permanente, leal y honesta; y por supuesto, seguida del solidario don Arturo que me apoyó en esos momentos. He de decirles, queridos lectores, que, si no hubiera sido por ellos, quién sabe qué le hubiera pasado a mi hijo. Y a mí.

Gracias a Dios, Luis Fernando mi hijo llegó a encontrarnos caminando y supimos que no le había pasado gran cosa. El trayecto fue eterno. Y allí junto, siempre estuvo don Arturo acompañándome. Llegamos, él, junto con Gina y mi chofer en turno, que voltearon el coche.

En menos de un instante compusieron todo. Luego, teníamos que ir a ver al doctor, por el golpe en la cabeza de mi hijo. El que nos llevó, también fue don Arturo. Fuimos más rápido que nada al Hospital Toluca, a ver a un médico de urgencias que ipso-facto nos atendió. Él ya le había hablado, y nos estaba esperando. Era un hombre alto, moreno, creo que cubano. Lo revisó de cabo a rabo y le puso un collarín.

Creo que esto puede decirles qué clase de ser humano era Arturo Martínez Legorreta. Por supuesto es importante comentarles que era un hombre impecable en su trabajo como administrador público y político mexiquense y mexicano, pero también un impecable ser humano como marido, como padre, como hijo, como hermano y como amigo; como compañero que estuvo en las buenas, muy buenas, excelentes y malas… acompañándome en un día verdaderamente difícil.

Me duele mucho su partida. Me la comunicó Lucy Martínez que lo quiso tanto. Sé que mi compañero de trabajo en este momento está muy feliz, descansando en un lugar precioso, lleno de luz, paz, amor y elegancia. Tal como el era, cuando vivió con nosotros. Descanse en paz, don Arturo Martínez Legorreta.