/ jueves 26 de julio de 2018

Imagogenia


Nombre: PRI

Aunque parecierauna buena estrategia cambiar de nombre a una marca para renovar la imagen de la misma derivado de una mala reputación, en la política puede ser que esta estrategia no sea la mejor y tal vez, con un buen análisis mercadológico -de esos que no buscan engañar a ninguna audiencia- encuentren que la respuesta está en morir y renacer –literalmente-.

Los partidos políticos gozan de un posicionamiento determinado en la mentalidad colectiva, y es el actuar de cada uno de sus miembros lo que determinará su reputación. Para el Partido Revolucionario Institucional (PRI) su reputación ha sufrido tantos golpes desde que empezó a perder “poder” a finales de los 80 que –como lo he dicho en otras ocasiones- pareciera imposible que recupere el estatus de fuerza política que tuvo durante casi 90 años, cuando se creó a propuesta del presidente Plutarco Elías Calles.

Claudia Ruiz Massieu, presidenta nacional de dicho partido, señaló que se considera como opción cambiar de nombre al partido como un reflejo de su renovación institucional buscando proyectar el cambio de imagen desde fondo hacia la forma, todo en teoría. Sin embargo, no es la primera vez que este instituto cambia de nombre el primero que tuvo fue Partido Nacional Revolucionario (PNR) que se modificó a Partido de la Revolución Mexicana (PRM) como consecuencia de la ruptura de relaciones entre Elías Calles y el entonces presidente Lázaro Cárdenas, el cambio de nombre no buscaba en este caso renovar la imagen del partido sino fortalecerla ante la sociedad por un tema de división interna. Posteriormente derivado del contexto histórico-social, el entonces PRM cambia su nombre al que hoy conocemos como PRI.

Durante mucho tiempo la imagen del PRI fue sinónimo de poder, capitalismo y “democracia”, sin embargo como todo lo que sube tiene que bajar y la caída del priismo fue constante y paulatina. La derrota que sufrió este partido a nivel nacional, estatal y municipal en las pasadas elecciones –y que viene sufriendo desde hace unos 12 años- es un claro reflejo de su imagen negativa ante su audiencia –principalmente por temas de corrupción e inseguridad-.

Así cómo cuando inició la amenaza política para éste al existir una oposición fuerte (PAN y PRD) y dicho instituto decidió abrir la puerta a funcionarios más capacitados que reemplazaran a aquellos casados con las viejas prácticas, hoy el PRI tiene que abrirse a la posibilidad no sólo de reestructurarse sino de dejar de existir como marca y modificarse desde el fondo hacia la forma.

Esto qué significa, el PRI de fondo debe cambiar a sus miembros, titulares, prácticas, organización y discurso en general y que estos atiendan genuinamente las necesidades y deseos de su audiencia lejos del confort económico y social que el mismo partido les ha dado, para posteriormente cambiar su nombre y hasta sus colores, generando una congruencia entre ambos conceptos.


Nombre: PRI

Aunque parecierauna buena estrategia cambiar de nombre a una marca para renovar la imagen de la misma derivado de una mala reputación, en la política puede ser que esta estrategia no sea la mejor y tal vez, con un buen análisis mercadológico -de esos que no buscan engañar a ninguna audiencia- encuentren que la respuesta está en morir y renacer –literalmente-.

Los partidos políticos gozan de un posicionamiento determinado en la mentalidad colectiva, y es el actuar de cada uno de sus miembros lo que determinará su reputación. Para el Partido Revolucionario Institucional (PRI) su reputación ha sufrido tantos golpes desde que empezó a perder “poder” a finales de los 80 que –como lo he dicho en otras ocasiones- pareciera imposible que recupere el estatus de fuerza política que tuvo durante casi 90 años, cuando se creó a propuesta del presidente Plutarco Elías Calles.

Claudia Ruiz Massieu, presidenta nacional de dicho partido, señaló que se considera como opción cambiar de nombre al partido como un reflejo de su renovación institucional buscando proyectar el cambio de imagen desde fondo hacia la forma, todo en teoría. Sin embargo, no es la primera vez que este instituto cambia de nombre el primero que tuvo fue Partido Nacional Revolucionario (PNR) que se modificó a Partido de la Revolución Mexicana (PRM) como consecuencia de la ruptura de relaciones entre Elías Calles y el entonces presidente Lázaro Cárdenas, el cambio de nombre no buscaba en este caso renovar la imagen del partido sino fortalecerla ante la sociedad por un tema de división interna. Posteriormente derivado del contexto histórico-social, el entonces PRM cambia su nombre al que hoy conocemos como PRI.

Durante mucho tiempo la imagen del PRI fue sinónimo de poder, capitalismo y “democracia”, sin embargo como todo lo que sube tiene que bajar y la caída del priismo fue constante y paulatina. La derrota que sufrió este partido a nivel nacional, estatal y municipal en las pasadas elecciones –y que viene sufriendo desde hace unos 12 años- es un claro reflejo de su imagen negativa ante su audiencia –principalmente por temas de corrupción e inseguridad-.

Así cómo cuando inició la amenaza política para éste al existir una oposición fuerte (PAN y PRD) y dicho instituto decidió abrir la puerta a funcionarios más capacitados que reemplazaran a aquellos casados con las viejas prácticas, hoy el PRI tiene que abrirse a la posibilidad no sólo de reestructurarse sino de dejar de existir como marca y modificarse desde el fondo hacia la forma.

Esto qué significa, el PRI de fondo debe cambiar a sus miembros, titulares, prácticas, organización y discurso en general y que estos atiendan genuinamente las necesidades y deseos de su audiencia lejos del confort económico y social que el mismo partido les ha dado, para posteriormente cambiar su nombre y hasta sus colores, generando una congruencia entre ambos conceptos.