/ viernes 10 de mayo de 2024

Pensamiento Universitario | A las Mamás

En sus primeros años de vida, la formación del ser humano será determinante en el futuro, y lo marcará quizá para siempre.

Durante esta etapa la influencia de la madre es indiscutible, no sólo por su presencia amorosa, encargada de proporcionar atención y cuidados, sino por el compromiso de generar y encauzar de la mejor manera posible el talento, las habilidades y los valores de los hijos.

Si bien hoy, viernes 10 de mayo, se festeja en México y en otros lugares del mundo el Día de las Madres, lo particular del momento no puede refugiarse en el consumismo, ni quedar simplemente en ofrecer regalos y discursos a quienes se han esmerado en dar consejos, paciencia, cariño y abnegación. En cambio, es obligado reflexionar acerca de un desempeño tan importante en la cohesión y el desarrollo familiar, además de las múltiples tareas realizadas en el hogar, que van desde proveer los servicios, hasta ser profesoras, psicólogas, enfermeras y administradoras.

En consecuencia, es necesario darles en todo momento un lugar especial y expresarles gratitud, por haber sembrado y cultivado el amor en la mente y en el corazón del niño, por contribuir a la creación de objetivos y metas superiores, mayormente si estas aportaciones se sustentan en los principios éticos y espirituales. Por supuesto, tampoco debiera olvidarse a las ausentes, cuya pérdida, jamás compensada, siempre será motivo de elevar con devoción las más sentidas oraciones.

Obviamente, no existen recetas ni fórmulas para ser una mamá eficiente, pues cada situación es única e irrepetible, los retos son distintos y los aprendizajes y experiencias habrán de adecuarse a las condiciones particulares. En esta época de crisis, cuando pocas mujeres pueden cumplir esa tarea de tiempo completo, dada la exigencia de dividir su atención entre la casa y el empleo remunerado, se ven casos realmente admirables, donde predominan las acciones encauzadas a apoyar y hacer menos difícil el transitar de los pequeños y de los jóvenes, e incluso de los adultos, por una existencia de complejidad creciente.

Con o sin la ayuda del padre o de una pareja, por lo común las mamás siempre están presentes, con la palabra motivadora y la expresión de aliento, procurando orientar y corregir rumbos. En la bien entendida tarea de educar, no se trata de propiciar ambientes nocivos, o incluso destructivos, al esmerarse en cumplir caprichos, solapar errores, ser sobreprotectoras o ignorar los malos hábitos, sino de fomentar la buena conducta, el razonamiento y la independencia; de premiar la cultura del esfuerzo y enseñar a convivir dignamente en cualquier comunidad.

Si una persona se distingue por su integridad y disposición a contribuir al mejoramiento colectivo, seguro sus vivencias han sido bendecidas por el proceder de una madre singular, quien fue capaz de consolidar en su descendiente un sentido de apego a los principios morales, con una cabal comprensión del honor y la autoestima. Por eso, nunca serán suficientes los momentos destinados a felicitar y reconocer a las perpetuadoras de la especie humana, máxime cuando esta categoría la asumen con plena responsabilidad, dándole puntual cumplimiento a una función complicada y de no poco sacrificio.

Aparte de ganarse el respeto, la estima y admiración, sus grandes satisfacciones las obtienen al forjar seres diferentes y acreditados, al verlos convertidos en mujeres y hombres de bien. Con sobrada razón, algún pensador dijo: muchas maravillas hay en el universo, pero la obra maestra de la creación es el corazón materno. ¡Enhorabuena a todas las mamás!

Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.

juancuencadiaz@hotmail.com

En sus primeros años de vida, la formación del ser humano será determinante en el futuro, y lo marcará quizá para siempre.

Durante esta etapa la influencia de la madre es indiscutible, no sólo por su presencia amorosa, encargada de proporcionar atención y cuidados, sino por el compromiso de generar y encauzar de la mejor manera posible el talento, las habilidades y los valores de los hijos.

Si bien hoy, viernes 10 de mayo, se festeja en México y en otros lugares del mundo el Día de las Madres, lo particular del momento no puede refugiarse en el consumismo, ni quedar simplemente en ofrecer regalos y discursos a quienes se han esmerado en dar consejos, paciencia, cariño y abnegación. En cambio, es obligado reflexionar acerca de un desempeño tan importante en la cohesión y el desarrollo familiar, además de las múltiples tareas realizadas en el hogar, que van desde proveer los servicios, hasta ser profesoras, psicólogas, enfermeras y administradoras.

En consecuencia, es necesario darles en todo momento un lugar especial y expresarles gratitud, por haber sembrado y cultivado el amor en la mente y en el corazón del niño, por contribuir a la creación de objetivos y metas superiores, mayormente si estas aportaciones se sustentan en los principios éticos y espirituales. Por supuesto, tampoco debiera olvidarse a las ausentes, cuya pérdida, jamás compensada, siempre será motivo de elevar con devoción las más sentidas oraciones.

Obviamente, no existen recetas ni fórmulas para ser una mamá eficiente, pues cada situación es única e irrepetible, los retos son distintos y los aprendizajes y experiencias habrán de adecuarse a las condiciones particulares. En esta época de crisis, cuando pocas mujeres pueden cumplir esa tarea de tiempo completo, dada la exigencia de dividir su atención entre la casa y el empleo remunerado, se ven casos realmente admirables, donde predominan las acciones encauzadas a apoyar y hacer menos difícil el transitar de los pequeños y de los jóvenes, e incluso de los adultos, por una existencia de complejidad creciente.

Con o sin la ayuda del padre o de una pareja, por lo común las mamás siempre están presentes, con la palabra motivadora y la expresión de aliento, procurando orientar y corregir rumbos. En la bien entendida tarea de educar, no se trata de propiciar ambientes nocivos, o incluso destructivos, al esmerarse en cumplir caprichos, solapar errores, ser sobreprotectoras o ignorar los malos hábitos, sino de fomentar la buena conducta, el razonamiento y la independencia; de premiar la cultura del esfuerzo y enseñar a convivir dignamente en cualquier comunidad.

Si una persona se distingue por su integridad y disposición a contribuir al mejoramiento colectivo, seguro sus vivencias han sido bendecidas por el proceder de una madre singular, quien fue capaz de consolidar en su descendiente un sentido de apego a los principios morales, con una cabal comprensión del honor y la autoestima. Por eso, nunca serán suficientes los momentos destinados a felicitar y reconocer a las perpetuadoras de la especie humana, máxime cuando esta categoría la asumen con plena responsabilidad, dándole puntual cumplimiento a una función complicada y de no poco sacrificio.

Aparte de ganarse el respeto, la estima y admiración, sus grandes satisfacciones las obtienen al forjar seres diferentes y acreditados, al verlos convertidos en mujeres y hombres de bien. Con sobrada razón, algún pensador dijo: muchas maravillas hay en el universo, pero la obra maestra de la creación es el corazón materno. ¡Enhorabuena a todas las mamás!

Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.

juancuencadiaz@hotmail.com