/ martes 30 de octubre de 2018

Rescate Tierra

Consulta pública también para impulsar leyes


La planeación estratégica del futuro de México no debe hacerse de acuerdo a los intereses globales. El plan de desarrollo nacional no puede seguir bajo la guía de financieros que deciden cuánto y cuándo nos endeudaremos, a quiénes y de qué edad darles trabajo, el modelo educativo, la seguridad, el control del crimen organizado, los niveles de devaluación, si somos mano de obra o nos convertiremos en empresarios.

Empoderar al pueblo es que en nuestra democracia representativa los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial consideren la voluntad de 120 millones de mexicanos en los mejores planes, proyectos y políticas públicas para que el país se fortalezca, la pobreza de 80 millones de mexicanos tienda a eliminarse, el núcleo familiar y sus valores se afiancen, la educación y el trabajo dignos lleguen a la mayoría, las tasas de interés y beneficios financieros sirvan para dar crecimiento y no sólo para tener esclavos cautivos por deudas impagables y salarios de muerte.

Consultar a la ciudadanía para la promulgación de leyes, también debe considerarse. La imposición de reformas legales que trastornan a la paz, fortaleza, estabilidad y futuro de la Nación, de las familias del país, para beneficio de un pequeño grupo social, sólo porque tienen la fuerza y relaciones para hacerlo, implica la misma lógica que impusieron los promotores del Nuevo Aeropuerto en Texcoco, lo hicieron porque podían y no les importó el daño que provocaron. Sólo despertaron cuando el resultado de la consulta social lo exigió.

Ya hay voces contra la iniciativa que promueve la pérdida de derechos y obligaciones de los padres para educar a sus hijos, en la identidad que han de ejercer como hombres y mujeres. Nada más extraño que arrebatar a progenitores, maestros, psicólogos, comunicadores sociales y formadores, el derecho a instruir con conocimiento y no sólo por emociones.

Los padres engendran hijos a su imagen y semejanza. La educación, el ejemplo, las palabras que dan, el amor que profesan, su trabajo y compromiso se replican en los herederos. Tenemos familias de abogados, médicos, investigadores, políticos, maestros. Hijos que han seguido el testimonio de sus padres, heredando el fenotipo, genotipo y el espíritu, construyendo el carácter e identidad de hijos derrotados, deprimidos, culpables, egoístas, destructores o de hijos victoriosos, en paz, trabajadores, sanos, responsables, satisfechos de hacer el bien.

Hasta ahora pareciera que las leyes que el hombre ha propuesto, en un concepto de libertad sin freno y dirección, han contribuido al incremento de las posibilidades de destrucción de la humanidad. Tenemos más suicidios, alcoholismo, drogadicción, divorcios, violencia de género, infantil, familiar, laboral, educativa, guerras, abusos sexuales, pérdida de identidad y las leyes que se han propuesto no han abonado a mejorar las cosas y se han impuesto sin la consulta a la mayoría de la ciudadanía, igual que en el aeropuerto. El beneficio de unos pocos y el daño a 100 millones de mexicanos, en su fortaleza social y tradición familiar.

Consulta pública también para impulsar leyes


La planeación estratégica del futuro de México no debe hacerse de acuerdo a los intereses globales. El plan de desarrollo nacional no puede seguir bajo la guía de financieros que deciden cuánto y cuándo nos endeudaremos, a quiénes y de qué edad darles trabajo, el modelo educativo, la seguridad, el control del crimen organizado, los niveles de devaluación, si somos mano de obra o nos convertiremos en empresarios.

Empoderar al pueblo es que en nuestra democracia representativa los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial consideren la voluntad de 120 millones de mexicanos en los mejores planes, proyectos y políticas públicas para que el país se fortalezca, la pobreza de 80 millones de mexicanos tienda a eliminarse, el núcleo familiar y sus valores se afiancen, la educación y el trabajo dignos lleguen a la mayoría, las tasas de interés y beneficios financieros sirvan para dar crecimiento y no sólo para tener esclavos cautivos por deudas impagables y salarios de muerte.

Consultar a la ciudadanía para la promulgación de leyes, también debe considerarse. La imposición de reformas legales que trastornan a la paz, fortaleza, estabilidad y futuro de la Nación, de las familias del país, para beneficio de un pequeño grupo social, sólo porque tienen la fuerza y relaciones para hacerlo, implica la misma lógica que impusieron los promotores del Nuevo Aeropuerto en Texcoco, lo hicieron porque podían y no les importó el daño que provocaron. Sólo despertaron cuando el resultado de la consulta social lo exigió.

Ya hay voces contra la iniciativa que promueve la pérdida de derechos y obligaciones de los padres para educar a sus hijos, en la identidad que han de ejercer como hombres y mujeres. Nada más extraño que arrebatar a progenitores, maestros, psicólogos, comunicadores sociales y formadores, el derecho a instruir con conocimiento y no sólo por emociones.

Los padres engendran hijos a su imagen y semejanza. La educación, el ejemplo, las palabras que dan, el amor que profesan, su trabajo y compromiso se replican en los herederos. Tenemos familias de abogados, médicos, investigadores, políticos, maestros. Hijos que han seguido el testimonio de sus padres, heredando el fenotipo, genotipo y el espíritu, construyendo el carácter e identidad de hijos derrotados, deprimidos, culpables, egoístas, destructores o de hijos victoriosos, en paz, trabajadores, sanos, responsables, satisfechos de hacer el bien.

Hasta ahora pareciera que las leyes que el hombre ha propuesto, en un concepto de libertad sin freno y dirección, han contribuido al incremento de las posibilidades de destrucción de la humanidad. Tenemos más suicidios, alcoholismo, drogadicción, divorcios, violencia de género, infantil, familiar, laboral, educativa, guerras, abusos sexuales, pérdida de identidad y las leyes que se han propuesto no han abonado a mejorar las cosas y se han impuesto sin la consulta a la mayoría de la ciudadanía, igual que en el aeropuerto. El beneficio de unos pocos y el daño a 100 millones de mexicanos, en su fortaleza social y tradición familiar.