/ martes 2 de febrero de 2021

Rescate Tierra | La muerte y la pandemia 

Escucho todos los días de muertos y de muerte. El COVID-19, ha puesto de cabeza al mundo y las condiciones de movilidad y globalización facilitaron su expansión, junto con la dureza de corazón del hombre. La pandemia, cumplirá su ciclo y en ello participa la necesidad del hombre por sobrevivir con trabajo, con salud y con familia.

No menciono las fiestas y reuniones irresponsables de cientos de personas que contribuyeron a la diseminación de la enfermedad y la saturación de hospitales, sino a quienes tienen que trabajar para comer, para estudiar, para atender a la familia.

Nos hemos acostumbrado a la muerte, escuchar la muerte, vivir la muerte. Todos los días hay esquelas de conocidos y desconocidos, mencionar el nombre de alguno y omitir a otro, no sería justo. Son muchos.

En medio de la pandemia el fenómeno religioso que incluye una explicación de lo que hay después de la muerte, muestra que -en México- hay un 5 por ciento menos de católico cristianos, personas que se apartan de la iglesia y 10 por ciento de individuos convertidos en ateos.

La vida se experimenta todos los días, la muerte, un solo día. Jesucristo, dijo a sus discípulos: Deja que los muertos, entierren a sus muertos, a uno de sus seguidores. Se refería a personas que no valoraban su mensaje, arrepiéntete y cree en mi. Deja de hacer las cosas que traen destrucción a tu familia, tu esposa, tus hijos, la sociedad, el mundo, crecen los delitos sexuales, el abuso de menores, la violencia contra la mujer, el hombre, los menores, la novia, el amigo, los empleados, los escolares, vivimos en medio de un bulling global, hemos aprendido a burlarnos de la vida, porque no sabemos vivir en paz. Otro pasaje, del mismo libro, dice que la tierra se destruyó por causa de la dureza del corazón del hombre, el abuso en la explotación del planeta, hemos dañado los bosques, el abasto de agua, el aire que respiramos, los vegetales que comemos, los animales que nos nutren, la atmósfera, el mundo.

No sabemos cuidar el espacio que habitamos. Los tan hablados objetivos de desarrollo sostenible, propuestos en 2015, para intentar frenar el acelerado suicidio de la humanidad, requieren de un cambio de conciencia y comportamiento, para poderse cumplir.

Saldremos de la pandemia, sin que la conducta de la humanidad haya cambiado, a menos que comience un acelerado proceso de reeducación para que el hombre ame a sus semejantes, no sólo a su familia y amigos, practicando comportamientos que reduzcan la inseguridad, la corrupción, el abuso, la violencia a la mujer, al hombre, a los niños y adolescentes y valoremos la vida y la cuidemos.


Escucho todos los días de muertos y de muerte. El COVID-19, ha puesto de cabeza al mundo y las condiciones de movilidad y globalización facilitaron su expansión, junto con la dureza de corazón del hombre. La pandemia, cumplirá su ciclo y en ello participa la necesidad del hombre por sobrevivir con trabajo, con salud y con familia.

No menciono las fiestas y reuniones irresponsables de cientos de personas que contribuyeron a la diseminación de la enfermedad y la saturación de hospitales, sino a quienes tienen que trabajar para comer, para estudiar, para atender a la familia.

Nos hemos acostumbrado a la muerte, escuchar la muerte, vivir la muerte. Todos los días hay esquelas de conocidos y desconocidos, mencionar el nombre de alguno y omitir a otro, no sería justo. Son muchos.

En medio de la pandemia el fenómeno religioso que incluye una explicación de lo que hay después de la muerte, muestra que -en México- hay un 5 por ciento menos de católico cristianos, personas que se apartan de la iglesia y 10 por ciento de individuos convertidos en ateos.

La vida se experimenta todos los días, la muerte, un solo día. Jesucristo, dijo a sus discípulos: Deja que los muertos, entierren a sus muertos, a uno de sus seguidores. Se refería a personas que no valoraban su mensaje, arrepiéntete y cree en mi. Deja de hacer las cosas que traen destrucción a tu familia, tu esposa, tus hijos, la sociedad, el mundo, crecen los delitos sexuales, el abuso de menores, la violencia contra la mujer, el hombre, los menores, la novia, el amigo, los empleados, los escolares, vivimos en medio de un bulling global, hemos aprendido a burlarnos de la vida, porque no sabemos vivir en paz. Otro pasaje, del mismo libro, dice que la tierra se destruyó por causa de la dureza del corazón del hombre, el abuso en la explotación del planeta, hemos dañado los bosques, el abasto de agua, el aire que respiramos, los vegetales que comemos, los animales que nos nutren, la atmósfera, el mundo.

No sabemos cuidar el espacio que habitamos. Los tan hablados objetivos de desarrollo sostenible, propuestos en 2015, para intentar frenar el acelerado suicidio de la humanidad, requieren de un cambio de conciencia y comportamiento, para poderse cumplir.

Saldremos de la pandemia, sin que la conducta de la humanidad haya cambiado, a menos que comience un acelerado proceso de reeducación para que el hombre ame a sus semejantes, no sólo a su familia y amigos, practicando comportamientos que reduzcan la inseguridad, la corrupción, el abuso, la violencia a la mujer, al hombre, a los niños y adolescentes y valoremos la vida y la cuidemos.