/ martes 11 de mayo de 2021

Rescate Tierra | Mamás por siempre

El perro o tú, fueron sus palabras. Si no quieres dejar a tu perro fuera de la casa, te vas con el. Tenía entonces 22 años y Sergio, un amigo que conoció del problema, me llamó, me pregunto que iba hacer y le comenté que el perro, “Kimba”, -era todo blanco- tendría que irse. Entonces Sergio, me dijo, recuerda que tu Madre, siempre será tu Mamá, pase lo que pase, en buenas y malas.

Para entonces, había comprobado cientos de veces esas palabras. Mi madre estaba allí, siempre. Cuando estudiaba, cuando no estudiaba, cuando andaba de vago, en la radio y televisión, en el trabajo. Era una crítica constructiva, de férreo carácter. Mujer inteligente, amorosa, firme, decidida.

Cuando subí de peso, -después de ser un figurín- ponía sus manos en mi panza, receptáculo de mis 118 kilos de grasa, carne y huesos, la presionaba suavemente, me miraba a los ojos y me decía, baja de peso. Su motivación fue tan intensa y amorosa, que baje 50 kilos.

Ella enfrentaba y disfrutaba la vida, como una serie de sucesos, en ocasiones controlados, otros inevitables, algunos para bien, otros dolorosos, pero confiando en Dios y creyendo que él tenía control de su vida y todo era aprendizaje. Jamás se derrotó.

5 años antes de su muerte le dio cáncer y aunque la enfermedad cedió, ella prefirió amputarse un seno, para prevenir su regreso, sometiéndose al tratamiento correspondiente. Nunca la vi derrotada. Quizá frustrada por el incumplimiento de compromisos de trabajo y negocios con sus clientes, amigos y conocidos, era una vendedora natural de bienes y una evangelizadora que amaba enseñar a otros, las bendiciones de Dios a su vida. Un Dios no religioso, que llegó a su vida 30 años atrás, el cual me compartió generosamente.

Para mi, fue única.

Sin embargo, hablar sólo de ella, es injusto, habiendo tantas Mamás en el mundo, que sacrifican todo, para sacar a sus hijos adelante. Madres obedientes como María, quién engendró humanamente a Cristo o Doña Amparo Bustos, Sonia, Berenice, Ana, Teresa, Kissel, Juana, Margarita, Rebeca, Elena, Keren, Cesia, Socorro, Gloria, Yoreli, Ivone, Rosario, Bety, Paty, millones de madres en el planeta, que procuran el bienestar de sus hijos. Algunas empresarias, agricultoras, maestras, artistas, consejeras, científicas, médicas, enfermeras, abogadas, comunicólogas, comerciantes, amas de casa, obreras, estudiantes, deportistas. Mujeres que, ante diferentes retos y contextos, ejercen una maternidad que implica negarse a si mismas, para dar vida y formar un ser humano, capaz de sobrevivir en la jungla que nos rodea y que en muchas ocasiones olvida el amor, como la pieza fundamental, de una vida exitosa y plena sobre la Tierra.

Felicidades a las Mamás de México y el mundo… Gracias.

El perro o tú, fueron sus palabras. Si no quieres dejar a tu perro fuera de la casa, te vas con el. Tenía entonces 22 años y Sergio, un amigo que conoció del problema, me llamó, me pregunto que iba hacer y le comenté que el perro, “Kimba”, -era todo blanco- tendría que irse. Entonces Sergio, me dijo, recuerda que tu Madre, siempre será tu Mamá, pase lo que pase, en buenas y malas.

Para entonces, había comprobado cientos de veces esas palabras. Mi madre estaba allí, siempre. Cuando estudiaba, cuando no estudiaba, cuando andaba de vago, en la radio y televisión, en el trabajo. Era una crítica constructiva, de férreo carácter. Mujer inteligente, amorosa, firme, decidida.

Cuando subí de peso, -después de ser un figurín- ponía sus manos en mi panza, receptáculo de mis 118 kilos de grasa, carne y huesos, la presionaba suavemente, me miraba a los ojos y me decía, baja de peso. Su motivación fue tan intensa y amorosa, que baje 50 kilos.

Ella enfrentaba y disfrutaba la vida, como una serie de sucesos, en ocasiones controlados, otros inevitables, algunos para bien, otros dolorosos, pero confiando en Dios y creyendo que él tenía control de su vida y todo era aprendizaje. Jamás se derrotó.

5 años antes de su muerte le dio cáncer y aunque la enfermedad cedió, ella prefirió amputarse un seno, para prevenir su regreso, sometiéndose al tratamiento correspondiente. Nunca la vi derrotada. Quizá frustrada por el incumplimiento de compromisos de trabajo y negocios con sus clientes, amigos y conocidos, era una vendedora natural de bienes y una evangelizadora que amaba enseñar a otros, las bendiciones de Dios a su vida. Un Dios no religioso, que llegó a su vida 30 años atrás, el cual me compartió generosamente.

Para mi, fue única.

Sin embargo, hablar sólo de ella, es injusto, habiendo tantas Mamás en el mundo, que sacrifican todo, para sacar a sus hijos adelante. Madres obedientes como María, quién engendró humanamente a Cristo o Doña Amparo Bustos, Sonia, Berenice, Ana, Teresa, Kissel, Juana, Margarita, Rebeca, Elena, Keren, Cesia, Socorro, Gloria, Yoreli, Ivone, Rosario, Bety, Paty, millones de madres en el planeta, que procuran el bienestar de sus hijos. Algunas empresarias, agricultoras, maestras, artistas, consejeras, científicas, médicas, enfermeras, abogadas, comunicólogas, comerciantes, amas de casa, obreras, estudiantes, deportistas. Mujeres que, ante diferentes retos y contextos, ejercen una maternidad que implica negarse a si mismas, para dar vida y formar un ser humano, capaz de sobrevivir en la jungla que nos rodea y que en muchas ocasiones olvida el amor, como la pieza fundamental, de una vida exitosa y plena sobre la Tierra.

Felicidades a las Mamás de México y el mundo… Gracias.