/ martes 18 de enero de 2022

Rescate Tierra | Reflexiones covitosas 

Esperar que una enfermedad provocada por un virus deje de afectarnos y nadie enferme, es falaz. El virus de la gripa tiene miles de variantes y cuando sucumbimos ante una cepa nueva, de la cual nuestro cuerpo no tiene defensas, enfermamos y aun teniendo defensas podemos enfermar, aunque con menor intensidad. Lo mismo ocurre con el COVID-19. Vacunarnos, ayuda al cuerpo para generar defensas y ser más resistentes a la enfermedad, sanando rápido, pero no nos libera del riesgo.

México a diferencia de otras naciones, es un país de jóvenes y a pesar de la letalidad del COVID, el número de muertos y enfermos es menor al que pudo ser, bajo las condiciones de aislamiento aplicadas en el país. España, Italia, Alemania y otras naciones, cuya curva de edad muestra un porcentaje elevado de personas de 60 años y mas, tuvieron y tienen un riesgo poblacional mayor, por lo cual sus protocolos de seguridad ante el COVID son intensos.

En nuestro país, lo escribí en columnas anteriores, pareciera que combinamos máxima y mínima exposición ante el virus y no por estrategia, sino por falta de ella, cuyas consecuencias pegaron en la economía, los precios, el empleo, la salud, la seguridad social, la pública, políticas de gobierno, familia, violencia familiar y social.

Hoy prácticamente avanzamos en la cuesta del sexenio. Menos de 3 años quedan del gobierno federal y los 2 últimos han sido una cadena de aciertos y desaciertos para caminar en medio de la crisis sanitaria.

Las estrategias de la pandemia, parecieran hoy enfocarse a testear, el nivel de resistencia de los mexicanos ante la letalidad del virus, para ver si las condiciones de aislamiento pueden ser menos estrictas y no afectar la salud física y financiera de las familias y los negocios del país. Es cómo si todos fuéramos el grupo de control, con todas las edades, sexos, profesiones, actividades públicas y privadas y de acuerdo al numero de contagios y letalidad, definirse la estrategia a seguir, en comparación a los datos de los dos años anteriores.

Al parecer, a menos que llegue una variante de virus de letalidad magnificada, casi podemos retornar a la actividad económica normal con las precauciones básicas.

El problema es, que hay un daño estructural en las relaciones de empleador y trabajador y aunque la actividad financiera regresa poco a poco al ritmo anterior, las relaciones laborales y los sueldos se han deteriorado. Las percepciones bajaron, aunque el salario mínimo oficial -no real- diga lo contrario, los productos subieron de precio y no hay seguridad en el trabajo los empleados perdieron derechos, pero ganaron resistencia al COVID, ante la necesidad de salir a buscar el alimento diario. En fin, aguantemos la cuesta del sexenio.


Esperar que una enfermedad provocada por un virus deje de afectarnos y nadie enferme, es falaz. El virus de la gripa tiene miles de variantes y cuando sucumbimos ante una cepa nueva, de la cual nuestro cuerpo no tiene defensas, enfermamos y aun teniendo defensas podemos enfermar, aunque con menor intensidad. Lo mismo ocurre con el COVID-19. Vacunarnos, ayuda al cuerpo para generar defensas y ser más resistentes a la enfermedad, sanando rápido, pero no nos libera del riesgo.

México a diferencia de otras naciones, es un país de jóvenes y a pesar de la letalidad del COVID, el número de muertos y enfermos es menor al que pudo ser, bajo las condiciones de aislamiento aplicadas en el país. España, Italia, Alemania y otras naciones, cuya curva de edad muestra un porcentaje elevado de personas de 60 años y mas, tuvieron y tienen un riesgo poblacional mayor, por lo cual sus protocolos de seguridad ante el COVID son intensos.

En nuestro país, lo escribí en columnas anteriores, pareciera que combinamos máxima y mínima exposición ante el virus y no por estrategia, sino por falta de ella, cuyas consecuencias pegaron en la economía, los precios, el empleo, la salud, la seguridad social, la pública, políticas de gobierno, familia, violencia familiar y social.

Hoy prácticamente avanzamos en la cuesta del sexenio. Menos de 3 años quedan del gobierno federal y los 2 últimos han sido una cadena de aciertos y desaciertos para caminar en medio de la crisis sanitaria.

Las estrategias de la pandemia, parecieran hoy enfocarse a testear, el nivel de resistencia de los mexicanos ante la letalidad del virus, para ver si las condiciones de aislamiento pueden ser menos estrictas y no afectar la salud física y financiera de las familias y los negocios del país. Es cómo si todos fuéramos el grupo de control, con todas las edades, sexos, profesiones, actividades públicas y privadas y de acuerdo al numero de contagios y letalidad, definirse la estrategia a seguir, en comparación a los datos de los dos años anteriores.

Al parecer, a menos que llegue una variante de virus de letalidad magnificada, casi podemos retornar a la actividad económica normal con las precauciones básicas.

El problema es, que hay un daño estructural en las relaciones de empleador y trabajador y aunque la actividad financiera regresa poco a poco al ritmo anterior, las relaciones laborales y los sueldos se han deteriorado. Las percepciones bajaron, aunque el salario mínimo oficial -no real- diga lo contrario, los productos subieron de precio y no hay seguridad en el trabajo los empleados perdieron derechos, pero ganaron resistencia al COVID, ante la necesidad de salir a buscar el alimento diario. En fin, aguantemos la cuesta del sexenio.