/ martes 4 de diciembre de 2018

Visión Democrática


Posverdad y Democracia

Una definición muy elemental del término posverdad dice: “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.”

La posverdad, ese neologismo, ha “asentado sus reales” en el mundo actual, cobró mucha fuerza en 2016, durante las campañas realizadas para la elección presidencial en los Estados Unidos de América, y en el mismo año con motivo del referéndum para la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea (Brexit).

El historiador israelí Yuval Noah Harari se pregunta: si ésta es la era de la posverdad entonces ¿cuándo exactamente, tuvo lugar la era dorada de la verdad? y ¿qué desencadenó nuestra transición a la de la posverdad? Para dicho escritor, la historia nos muestra que ni propaganda ni desinformación son recursos nuevos, y cita ejemplos históricos de cómo países llegaron a escenificar ataques simulados para justificar invasiones bélicas; la negación de la existencia histórica de países independientes, por ejemplo el Tíbet; y el caso del asentamiento británico en Australia justificado en la doctrina legal “terra nullis” (tierra de nadie), sin que se llegase a considerar la historia de los aborígenes en ese país. Noah Harari señala que en realidad siempre hemos vivido en la era de la posverdad, es decir, los seres humanos creamos ficciones y luego creemos en ellas, a través de relatos deliberados, con el propósito de convencer a los otros en aras de conseguir su cooperación eficaz.

Es pertinente entonces hacerse la pregunta: ¿De qué manera podríamos pasar de la posverdad a la verdad? Y la respuesta parece estar relacionada con la capacidad que tenemos los seres humanos para identificar y analizar la información sujeta a rigor científico y académico respecto de la que no cuenta con dicha consideración, y así delinear un pensamiento crítico que nos permita discernir aquello que intenta distorsionar deliberadamente la realidad, decantar la información verdadera de la falsa, separar las noticias verdaderas de las falsas para favorecer la toma de decisiones, intentar evitar “realidades alternas”.

Tomando en cuenta el desarrollo histórico de la democracia, sus principios y valores, tenemos excelentes herramientas para, como sociedad, poder identificar la diferencia entre verdad y posverdad, a partir de la capacidad de crear un bien público, el cual, en tanto que es medible y comprobable se convierte en una verdad demostrable, caso contrario, si la idea o el tema no tienen la cualidad de poderse cuantificar, medir o comprobarse, son elementos que nos llevan a una realidad alterna, alejada de lo verídico y que presenta los hechos de manera distorsionada.

No importa si existen posturas distintas a las de la mayoría, es válido si se está dentro de la democracia, esa es una verdad, la diferencia de opiniones y opciones conforman a nuestra realidad y nos ayudan a concretar acciones integrales que beneficien a una mayor cantidad de personas. La posverdad se basa en contar parcialmente los hechos y generar con ello un estado de ánimo adverso provocado por la distorsión de la realidad.

Consideramos que lo esencial es tener claridad de pensamiento y compromiso social en beneficio de la colectividad. Sin duda, la historia indica que las ideas más relevantes continúan vigentes a través de los años y son adoptadas por el mayor número de individuos, un claro ejemplo es la democracia.

@CP_IEEM_MX


Posverdad y Democracia

Una definición muy elemental del término posverdad dice: “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.”

La posverdad, ese neologismo, ha “asentado sus reales” en el mundo actual, cobró mucha fuerza en 2016, durante las campañas realizadas para la elección presidencial en los Estados Unidos de América, y en el mismo año con motivo del referéndum para la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea (Brexit).

El historiador israelí Yuval Noah Harari se pregunta: si ésta es la era de la posverdad entonces ¿cuándo exactamente, tuvo lugar la era dorada de la verdad? y ¿qué desencadenó nuestra transición a la de la posverdad? Para dicho escritor, la historia nos muestra que ni propaganda ni desinformación son recursos nuevos, y cita ejemplos históricos de cómo países llegaron a escenificar ataques simulados para justificar invasiones bélicas; la negación de la existencia histórica de países independientes, por ejemplo el Tíbet; y el caso del asentamiento británico en Australia justificado en la doctrina legal “terra nullis” (tierra de nadie), sin que se llegase a considerar la historia de los aborígenes en ese país. Noah Harari señala que en realidad siempre hemos vivido en la era de la posverdad, es decir, los seres humanos creamos ficciones y luego creemos en ellas, a través de relatos deliberados, con el propósito de convencer a los otros en aras de conseguir su cooperación eficaz.

Es pertinente entonces hacerse la pregunta: ¿De qué manera podríamos pasar de la posverdad a la verdad? Y la respuesta parece estar relacionada con la capacidad que tenemos los seres humanos para identificar y analizar la información sujeta a rigor científico y académico respecto de la que no cuenta con dicha consideración, y así delinear un pensamiento crítico que nos permita discernir aquello que intenta distorsionar deliberadamente la realidad, decantar la información verdadera de la falsa, separar las noticias verdaderas de las falsas para favorecer la toma de decisiones, intentar evitar “realidades alternas”.

Tomando en cuenta el desarrollo histórico de la democracia, sus principios y valores, tenemos excelentes herramientas para, como sociedad, poder identificar la diferencia entre verdad y posverdad, a partir de la capacidad de crear un bien público, el cual, en tanto que es medible y comprobable se convierte en una verdad demostrable, caso contrario, si la idea o el tema no tienen la cualidad de poderse cuantificar, medir o comprobarse, son elementos que nos llevan a una realidad alterna, alejada de lo verídico y que presenta los hechos de manera distorsionada.

No importa si existen posturas distintas a las de la mayoría, es válido si se está dentro de la democracia, esa es una verdad, la diferencia de opiniones y opciones conforman a nuestra realidad y nos ayudan a concretar acciones integrales que beneficien a una mayor cantidad de personas. La posverdad se basa en contar parcialmente los hechos y generar con ello un estado de ánimo adverso provocado por la distorsión de la realidad.

Consideramos que lo esencial es tener claridad de pensamiento y compromiso social en beneficio de la colectividad. Sin duda, la historia indica que las ideas más relevantes continúan vigentes a través de los años y son adoptadas por el mayor número de individuos, un claro ejemplo es la democracia.

@CP_IEEM_MX

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