La Siervita y la Joya están al fondo de un acantilado rodeado de pinos y oyamel. Ahí la única forma de soportar el invierno en Nevado de Toluca es con leña y un bulto de cobijas, explican sus habitantes.
“Hay que estar atizando el fogón”, dice doña Chabela Álvarez. En su hogar, la chimenea la apagan durante la noche pero antes de que amanezca María Isabel vuelve a ponerla al rojo vivo. A eso de las 10 de la mañana, la casa ya se ha calentado un poco y pueden salir del bulto de cobijas.
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“Mi esposo y mis hijos se van desde las cinco de la mañana a la papa. Y me tengo que parar a darles un café”, explica la campesina que vive en las faldas del volcán Xinantécatl.
Los días en que el agua amanece congelada en la pila y las mangueras aún no llegan, dicen los habitantes de la Siervita y la Joya.
“Hace el mismo frío del año pasado, todavía no llegamos a eso de que se congele el agua”, asegura Jaqueline, quien es vecina de una comunidad cercana y hace dos años llegó a vivir con su esposo a la Joya.
Lo que hago es esperar a que salga un poquito el sol, ya luego me pongo a lavar trastes y ropa.
Un día ordinario con frío
“Meta la mano al agua, no está fría”: dice Jaqueline sonriendo. El líquido está casi al punto de congelarse pero ella echa y saca la jicara y remoja sus trastes con toda calma.
"A finales de diciembre y enero viene el frío", predice la joven.
Hasta dos perros a los que llama Mati y Roger resisten sin prisa el frío que congela aún con el sol puesto las manos, los hombros y el rostro.
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En su pequeña casa no tiene las comodidades deseadas pero al menos cuentan con un calentador solar y una estufa de gas. Lo que otros hogares de ahí mismo en La Joya no alcanzan a solventar. Aún así el día a día es duro de soportar con el frío entumeciendo el cuerpo.
Tenemos poco en esta casita con mi esposo, cuando hace mucho frío nos vamos con mis cuñados.
Jaqueline hace planes para Navidad; dice que el 24 por la noche la pasarán en su pueblo y en Año Nuevo en su hogar.
Una familia dedicada al cultivo
En la familia Álvarez desde hace años sobreviven de contratarse en la papa y corte de avena. El esposo y los hijos de doña Chabela se van con los productores de la región por temporadas.
"Todos los días se trabaja en el corte de papa, solo cuando llueve fuerte o cae nieve no", asegura María Isabel.
Mientras tanto, la campesina se queda a realizar un trabajo no menos complicado: preparar la comida, lavar trastes, la ropa y llevar a pastar más tarde los borregos al monte.
"Piensan que porque la casita ya es de losa uno no tiene necesidad y la ayuda cada año se queda en otros pueblos", reprocha un poco doña María Isabel.
Solo eso se queja, porque no el frío que le entumece los brazos; la desanima.
En su hogar viven cinco personas y su nieta, una bebé de apenas un año de nacida. Lo único que hay de muebles y lujos son una mesa con el estampado de la Virgen de Guadalupe, otra donde puso un altar a San Judas, el Santo Niño y más cuadros de vírgenes.
Por otro rincón hay una galería de retratos familiares y al centro de la casa la chimenea de lámina que su esposo mandó hacer.
"Aquí nos pasamos en las tardes y noches, ya luego uno se mete a las cobijas", dice la mujer mostrando un bulto de al menos cinco cobijas en una cama.
Así ha llegado diciembre allí en la Siervita y La Joya. Por lo pronto el frío es resistible aunque deben esperar las siguientes semanas para saber su fortuna de este año.