/ jueves 3 de mayo de 2018

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Guerra sucia contra Andrés Manuel

La primera elección presidencial que conocí fue en 1952. Se disputaban la presidencia don Adolfo Ruiz Cortines y el general Miguel Enríquez Guzmán. Aquél, candidato del PRI; éste de la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano.

El primer domingo de julio de ese año fueron las elecciones. Yo, niño, mi madre me mandó a ver qué se le ofrecía a mi padre, funcionario de casilla ese día.

Caminando por la calle real vi dos camiones con soldados del ejército mexicano, después sabría que hubo actos de violencia en la Ciudad de México.

Volví a casa. Antes, mi papá me dio una fotografía del candidato priista, aparecía vestido con frac, en un sombrero de copa, una mano depositaba unos billetes, el puño de la camisa del dadivoso personaje lucía barras y estrellas.

“Fito”, como le llamaba el potosino Gonzalo N. Santos, era señalado como empleado del ejército invasor norteamericano que en 1914 se adueñó del puerto de Veracruz. El candidato presidencial le servía en la aduana portuaria. Si fue cierto, o no, no supe. Pero en esa lejana elección ya se daba lo que hoy se conoce como “guerra sucia”.

Exhibía al exsecretario de gobernación como “traidor a la patria”. Nada más. La de ahora, devastadoramente señala a López Obrador como populista. Sólo por estar en contra de las reformas estructurales ferozmente lo atacan. Viendo fríamente, éstas en nada han beneficiado a las clases populares -olvidadas por el PRI- que siguen existiendo en México.

A la nación le arrebataron su propiedad. El gobierno neoliberal, apoyado por los poderes fácticos y constituidos (legislativo) vendió lo que no era suyo.

En esta campaña combaten a un hombre que piensa que una nación depauperada tiene derecho a recibir justicia social, pero justicia. Esa es su lucha, la de aquellas, conservar sus privilegios. De ahí el ensañamiento contra él.

Por todos los medios los prianistas degradan la figura y pensamiento reivindicador del candidato morenista. Le han declarado una guerra a morir. Estoicamente la ha enfrenta, el apoyo de millones de mexicanos lo impulsa hacia delante. No es mesías como le han llamado, es un líder que ha movido masas y eso pone en aprietos a la prianista derecha.

Su angustia por perder del poder la lleva a armarle una campaña de ruindad y vileza. Se siente derrotada.

Carteles, mensajes difamatorios, comparaciones con gobernantes antiyanquistas aparecen y se escuchan reiteradamente.

El último, cinco niños hijos o nietos de políticos o empresarios con el nombre de los candidatos, defienden la “educación de calidad”. Es golpe sublime, pero golpe, contra Andrés Manuel López Obrador.

¿Y el INE? Respalda la promoción. Ya despide olor fraudulento.


Guerra sucia contra Andrés Manuel

La primera elección presidencial que conocí fue en 1952. Se disputaban la presidencia don Adolfo Ruiz Cortines y el general Miguel Enríquez Guzmán. Aquél, candidato del PRI; éste de la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano.

El primer domingo de julio de ese año fueron las elecciones. Yo, niño, mi madre me mandó a ver qué se le ofrecía a mi padre, funcionario de casilla ese día.

Caminando por la calle real vi dos camiones con soldados del ejército mexicano, después sabría que hubo actos de violencia en la Ciudad de México.

Volví a casa. Antes, mi papá me dio una fotografía del candidato priista, aparecía vestido con frac, en un sombrero de copa, una mano depositaba unos billetes, el puño de la camisa del dadivoso personaje lucía barras y estrellas.

“Fito”, como le llamaba el potosino Gonzalo N. Santos, era señalado como empleado del ejército invasor norteamericano que en 1914 se adueñó del puerto de Veracruz. El candidato presidencial le servía en la aduana portuaria. Si fue cierto, o no, no supe. Pero en esa lejana elección ya se daba lo que hoy se conoce como “guerra sucia”.

Exhibía al exsecretario de gobernación como “traidor a la patria”. Nada más. La de ahora, devastadoramente señala a López Obrador como populista. Sólo por estar en contra de las reformas estructurales ferozmente lo atacan. Viendo fríamente, éstas en nada han beneficiado a las clases populares -olvidadas por el PRI- que siguen existiendo en México.

A la nación le arrebataron su propiedad. El gobierno neoliberal, apoyado por los poderes fácticos y constituidos (legislativo) vendió lo que no era suyo.

En esta campaña combaten a un hombre que piensa que una nación depauperada tiene derecho a recibir justicia social, pero justicia. Esa es su lucha, la de aquellas, conservar sus privilegios. De ahí el ensañamiento contra él.

Por todos los medios los prianistas degradan la figura y pensamiento reivindicador del candidato morenista. Le han declarado una guerra a morir. Estoicamente la ha enfrenta, el apoyo de millones de mexicanos lo impulsa hacia delante. No es mesías como le han llamado, es un líder que ha movido masas y eso pone en aprietos a la prianista derecha.

Su angustia por perder del poder la lleva a armarle una campaña de ruindad y vileza. Se siente derrotada.

Carteles, mensajes difamatorios, comparaciones con gobernantes antiyanquistas aparecen y se escuchan reiteradamente.

El último, cinco niños hijos o nietos de políticos o empresarios con el nombre de los candidatos, defienden la “educación de calidad”. Es golpe sublime, pero golpe, contra Andrés Manuel López Obrador.

¿Y el INE? Respalda la promoción. Ya despide olor fraudulento.

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