/ viernes 17 de abril de 2020

Con valor agregado | La crisis que no termina

Rebasamos los dos millones de infectados en una pandemia que parece no tener fin. No hay vacuna, no hay tratamiento y este fenómeno solo nos ha enseñado lo vulnerables que somos como humanos, nos ha recordado que no tenemos todo bajo control y que el mundo requiere reinventarse.

Los estilos de vida y de gobierno están tomando un giro impresionante hacia la necesidad de atender aspectos básicos, estamos siendo testigos de que la salud mueve todo, absolutamente todo.

Es importante reflexionar que la credibilidad de la ciudadanía está mermada al grado de no creer que estemos viviendo una situación de esta magnitud. En este país y en muchos otros del mundo la resistencia es muy alta y la negación a frenar una dinámica de vida en favor de la autoprotección y la de otros es más que evidente porque no hemos dimensionado la magnitud del daño.

Se debe entender que nada puede parar en lo absoluto de un día para otro, las personas tenemos necesidades, los negocios no pueden abandonar actividades de pronto, los gobiernos tampoco pueden dejar de operar, pero ante escenarios adversos en los que la vida está de por medio, no queda más que usar la razón.

El uso de la sanción, el castigo, la prohibición han sido necesarios en todo el mundo para detener actividades, en otros lados lamentablemente lo que ha frenado la dinámica ha sido el desbordamiento de los sistemas de salud y las muertes que se cuentan por miles, cada gobierno ha hecho lo que ha decidido como mejor alternativa para tratar de controlar la situación e improvisar servicios de salud y de contención epidémica.

Cuanto nos ha rebasado la pandemia, cuanto nos ha enseñado, todos los días los cambios de estrategias van y vienen. El alcance hacia la parte económica es incuantificable, las conciencias se debaten entre protegerse o sobrevivir con lo básico sacrificando el trabajo, el empleo y el patrimonio.

No queda más que aprender a vivir este nuevo paradigma de vida que nos ha enseñado a trabajar en casa, a convivir en familia de nuevo, a tener límites, a no poderlo comprar todo. También a gobernar en crisis, a contener la ira de los gobernados, a comunicar mejor, a priorizar y a confiar.

México necesita más que nunca de su gente y de sus gobiernos. De gobiernos decididos a estar al frente de batallas extremas y ciudadanos comprometidos, responsables y con alta civilidad. Este país se reinventará a partir de la pandemia y despertaremos con mayor conciencia de lo que exigimos y de lo que damos. Después de esto nada será igual, cualquier problema será menor comparado con lo que estamos viviendo y habremos aprendido a encontrar fácilmente soluciones para los problemas cotidianos, que esperemos dejen de serlo por que estemos decididos a enfrentarlos.

Rebasamos los dos millones de infectados en una pandemia que parece no tener fin. No hay vacuna, no hay tratamiento y este fenómeno solo nos ha enseñado lo vulnerables que somos como humanos, nos ha recordado que no tenemos todo bajo control y que el mundo requiere reinventarse.

Los estilos de vida y de gobierno están tomando un giro impresionante hacia la necesidad de atender aspectos básicos, estamos siendo testigos de que la salud mueve todo, absolutamente todo.

Es importante reflexionar que la credibilidad de la ciudadanía está mermada al grado de no creer que estemos viviendo una situación de esta magnitud. En este país y en muchos otros del mundo la resistencia es muy alta y la negación a frenar una dinámica de vida en favor de la autoprotección y la de otros es más que evidente porque no hemos dimensionado la magnitud del daño.

Se debe entender que nada puede parar en lo absoluto de un día para otro, las personas tenemos necesidades, los negocios no pueden abandonar actividades de pronto, los gobiernos tampoco pueden dejar de operar, pero ante escenarios adversos en los que la vida está de por medio, no queda más que usar la razón.

El uso de la sanción, el castigo, la prohibición han sido necesarios en todo el mundo para detener actividades, en otros lados lamentablemente lo que ha frenado la dinámica ha sido el desbordamiento de los sistemas de salud y las muertes que se cuentan por miles, cada gobierno ha hecho lo que ha decidido como mejor alternativa para tratar de controlar la situación e improvisar servicios de salud y de contención epidémica.

Cuanto nos ha rebasado la pandemia, cuanto nos ha enseñado, todos los días los cambios de estrategias van y vienen. El alcance hacia la parte económica es incuantificable, las conciencias se debaten entre protegerse o sobrevivir con lo básico sacrificando el trabajo, el empleo y el patrimonio.

No queda más que aprender a vivir este nuevo paradigma de vida que nos ha enseñado a trabajar en casa, a convivir en familia de nuevo, a tener límites, a no poderlo comprar todo. También a gobernar en crisis, a contener la ira de los gobernados, a comunicar mejor, a priorizar y a confiar.

México necesita más que nunca de su gente y de sus gobiernos. De gobiernos decididos a estar al frente de batallas extremas y ciudadanos comprometidos, responsables y con alta civilidad. Este país se reinventará a partir de la pandemia y despertaremos con mayor conciencia de lo que exigimos y de lo que damos. Después de esto nada será igual, cualquier problema será menor comparado con lo que estamos viviendo y habremos aprendido a encontrar fácilmente soluciones para los problemas cotidianos, que esperemos dejen de serlo por que estemos decididos a enfrentarlos.