/ domingo 24 de marzo de 2024

Reflexiones en textos cortos / La soledad por elección

Hay un podcast de psicología que llego a recomendar de vez en cuando; “Entiende tu mente”. En 15 minutos aproximadamente un grupo de especialistas abordan temas como depresión, ansiedad, y muchos problemas contemporáneos que tienen que ver con ciertas conductas que nos resultan familiares. Y aunque considero que no tiene cierto sustento teórico importante, el podcast puede ser de utilidad para muchas personas que tratan de entenderse a sí mismas.

Hace unas semanas escuché un episodio sobre la soledad, y me quedé con una frase impresa en la menta: “La soledad se disfruta cuando una la elige”.

El trabajo diario, el ajetreo de la ciudad, los malos entendidos, las relaciones amorosas. Los conflictos de todos los días son apartados cuando llegamos a casa, viviendo solos no hay nada más que pueda llegar a disfrutarse que la paz que produce el aislamiento, el pensar lo que nos ha pasado durante el día, sin que intervenga alguien más con su opinión o su juicio, posiblemente hacia nosotros mismos. Esa soledad se disfruta.

Pero el vivir solo tiene una ambivalencia, pues cuando algo bueno nos llega a ocurrir o tenemos la necesidad imperiosa de que alguien más pruebe lo que hemos cocinado y ha quedado suculento; entonces en ese momento estar solo deja de disfrutarse.

Hay contradicciones constantes en las personas, por un lado, se proclama el individualismo, la idea de estar y lograr todo solo parece seductora, para que nadie quite el mérito; entre más se hagan las cosas por uno mismo, parece que más valor tiene la persona. No necesitar de nadie es la bandera ideológica del mundo contemporáneo. Sin embargo, nos gusta sentirnos necesitados, que alguien nos busque, como si sólo nosotros pudiéramos atender una necesidad específica. No necesitar de los demás, pero sí que los demás necesiten de nosotros.

En las relaciones amorosas, parece que el soltero o soltera siempre tienen una justificación, y la justificación tiene que ser que ellos eligen estarlo. Sin embargo, la declaración puede estar encubierta de hipocresía, la manta de “yo elijo estar solo o sola” puede caer al piso para revelar un “nadie quiere estar conmigo”. Es muy difícil que alguien acepte lo segundo.

La forma en la que las personas otorgan un sentido a sí mismas parece egoísta en muchos aspectos, pues valorarse sólo por el hecho de ser uno mismo, separa las decisiones o formas de pensar que tenemos y que muchas veces son nuestras decisiones las que nos separan de los demás. Nuevamente, porque el individualismo es intoxicante, se proclama que los demás nos acepten como somos; aún y cuando nuestra forma de ser sea irresponsable, mezquina, despreocupada, indiferente, irrespetuosa, pusilánime o incluso aburrida. Hay descripciones en las personalidades que no deben de ser tolerables. Pero la gente insiste en que el problema son las personas y no ellos mismos.

Sí, tener una relación amorosa cobra una factura. Pues no hay cosa más valiente que amar a alguien que no tiene nada que ver con nosotros mismos.

Hay un podcast de psicología que llego a recomendar de vez en cuando; “Entiende tu mente”. En 15 minutos aproximadamente un grupo de especialistas abordan temas como depresión, ansiedad, y muchos problemas contemporáneos que tienen que ver con ciertas conductas que nos resultan familiares. Y aunque considero que no tiene cierto sustento teórico importante, el podcast puede ser de utilidad para muchas personas que tratan de entenderse a sí mismas.

Hace unas semanas escuché un episodio sobre la soledad, y me quedé con una frase impresa en la menta: “La soledad se disfruta cuando una la elige”.

El trabajo diario, el ajetreo de la ciudad, los malos entendidos, las relaciones amorosas. Los conflictos de todos los días son apartados cuando llegamos a casa, viviendo solos no hay nada más que pueda llegar a disfrutarse que la paz que produce el aislamiento, el pensar lo que nos ha pasado durante el día, sin que intervenga alguien más con su opinión o su juicio, posiblemente hacia nosotros mismos. Esa soledad se disfruta.

Pero el vivir solo tiene una ambivalencia, pues cuando algo bueno nos llega a ocurrir o tenemos la necesidad imperiosa de que alguien más pruebe lo que hemos cocinado y ha quedado suculento; entonces en ese momento estar solo deja de disfrutarse.

Hay contradicciones constantes en las personas, por un lado, se proclama el individualismo, la idea de estar y lograr todo solo parece seductora, para que nadie quite el mérito; entre más se hagan las cosas por uno mismo, parece que más valor tiene la persona. No necesitar de nadie es la bandera ideológica del mundo contemporáneo. Sin embargo, nos gusta sentirnos necesitados, que alguien nos busque, como si sólo nosotros pudiéramos atender una necesidad específica. No necesitar de los demás, pero sí que los demás necesiten de nosotros.

En las relaciones amorosas, parece que el soltero o soltera siempre tienen una justificación, y la justificación tiene que ser que ellos eligen estarlo. Sin embargo, la declaración puede estar encubierta de hipocresía, la manta de “yo elijo estar solo o sola” puede caer al piso para revelar un “nadie quiere estar conmigo”. Es muy difícil que alguien acepte lo segundo.

La forma en la que las personas otorgan un sentido a sí mismas parece egoísta en muchos aspectos, pues valorarse sólo por el hecho de ser uno mismo, separa las decisiones o formas de pensar que tenemos y que muchas veces son nuestras decisiones las que nos separan de los demás. Nuevamente, porque el individualismo es intoxicante, se proclama que los demás nos acepten como somos; aún y cuando nuestra forma de ser sea irresponsable, mezquina, despreocupada, indiferente, irrespetuosa, pusilánime o incluso aburrida. Hay descripciones en las personalidades que no deben de ser tolerables. Pero la gente insiste en que el problema son las personas y no ellos mismos.

Sí, tener una relación amorosa cobra una factura. Pues no hay cosa más valiente que amar a alguien que no tiene nada que ver con nosotros mismos.