/ miércoles 9 de octubre de 2019

Repique inocente / Los pluris


Corría la década de los setentas, en el siglo pasado, cuando el ideólogo priista Jesús Reyes Heroles inventó el modelo mexicano de la representación proporcional. En aquel entonces el PRI era la maquinaria electoral que ganaba de todas, todas. No dejaban títere con cabeza. Eran la aplanadora [que los actuales priistas extrañan].

Hasta nuestros altares cívicos eran priistas: al leer los libros de Historia o Ciencias Sociales, uno daba por hecho que desde Huitzilihuitl hasta Pancho Villa, pasando por las cabezas olmecas, Quetzalcóatl, Juárez, Tláloc, Juan Diego y Carranza habían sido priistas de hueso colorado.

Pero el insigne Reyes Heroles decidió, con la venia presidencial de José López Portillo, darles espacio a los opositores.

Y nacieron las curules de representación proporcional, como una graciosa concesión del poder político priista. Unas curules de acuerdo con el porcentaje de los votos alcanzados por los partidos políticos que nunca ganaban ni una elección. Y si, por azares de destino la ganaban, para eso estaba el priismo más rupestre para arrebatárselas.

El caso es que con los legisladores de representación proporcional los políticos de oposición pudieron tener sus primeros escaños.

Desde entonces a la fecha los privilegiados de los partidos son quienes ocupan esas curules. Los partidos rémora se han aprovechado también de esa figura, dado que viven al amparo de las alianzas y del cobijo de partidos más competitivos.

La discusión sobre la permanencia de la figura del legislador plurinominal ya es añeja. Muchos creen que en la etapa actual de la vida democrática de este país no tienen razón de ser. Otros defienden el hecho de que hay partidos competitivos —por sí solos— que podrían obtener un alto porcentaje de votos pero no ganar ni un distrito y, por lo tanto, quedarse sin representación en la Cámaras. Algunos más argumentan que los legisladores de representación proporcional son los más preparados porque se trata de las élites de los partidos.

En todo caso el modelo mexicano no da para más. Especialmente porque ha sido 60-40. Valdría la pena migrar a un modelo en el que la mitad de los legisladores son de mayoría y la otra mitad de representación proporcional, siempre y cuando los escaños se alcanzaran por el porcentaje de votos efectivo conseguido por cada partido y no, como ocurre ahora, gracias a convenios de coalición en donde los minipartidos, partidos satélite o rémora —como ustedes gusten llamarlos, a mí me viene guango— aseguran un porcentaje de curules. Además, que se diera en un sistema con el mínimo de financiamiento público y con condiciones que impidan que esas élites “agandallen”.

El argumento de que los partidos postulan en sus listas de plurinominales a políticos experimentados o preparados, se desdibuja solito. De seguir así, sólo será la expresión de una oligarquía que ha detentado el poder político, mientras los ciudadanos fuera de esa élite familiar, de “ilustrados” o “científicos”, están limitados para acceder a la representación proporcional.

Pero ahora ciudadanos de a pie han llegado a las curules, y quieren erradicar la representación proporcional. Eso le duele al jet set. Aunque no es la primera vez que se configura la amenaza.

*Paréntesis: los bustos de Reyes Heroles, que estaban en la avenida que lleva su nombre en Toluca, deben haber pasado por unos peroles de fundición, porque es la hora que no regresan.

Mail: felgonre@gmail.com Twitter: @FelipeGlz


Corría la década de los setentas, en el siglo pasado, cuando el ideólogo priista Jesús Reyes Heroles inventó el modelo mexicano de la representación proporcional. En aquel entonces el PRI era la maquinaria electoral que ganaba de todas, todas. No dejaban títere con cabeza. Eran la aplanadora [que los actuales priistas extrañan].

Hasta nuestros altares cívicos eran priistas: al leer los libros de Historia o Ciencias Sociales, uno daba por hecho que desde Huitzilihuitl hasta Pancho Villa, pasando por las cabezas olmecas, Quetzalcóatl, Juárez, Tláloc, Juan Diego y Carranza habían sido priistas de hueso colorado.

Pero el insigne Reyes Heroles decidió, con la venia presidencial de José López Portillo, darles espacio a los opositores.

Y nacieron las curules de representación proporcional, como una graciosa concesión del poder político priista. Unas curules de acuerdo con el porcentaje de los votos alcanzados por los partidos políticos que nunca ganaban ni una elección. Y si, por azares de destino la ganaban, para eso estaba el priismo más rupestre para arrebatárselas.

El caso es que con los legisladores de representación proporcional los políticos de oposición pudieron tener sus primeros escaños.

Desde entonces a la fecha los privilegiados de los partidos son quienes ocupan esas curules. Los partidos rémora se han aprovechado también de esa figura, dado que viven al amparo de las alianzas y del cobijo de partidos más competitivos.

La discusión sobre la permanencia de la figura del legislador plurinominal ya es añeja. Muchos creen que en la etapa actual de la vida democrática de este país no tienen razón de ser. Otros defienden el hecho de que hay partidos competitivos —por sí solos— que podrían obtener un alto porcentaje de votos pero no ganar ni un distrito y, por lo tanto, quedarse sin representación en la Cámaras. Algunos más argumentan que los legisladores de representación proporcional son los más preparados porque se trata de las élites de los partidos.

En todo caso el modelo mexicano no da para más. Especialmente porque ha sido 60-40. Valdría la pena migrar a un modelo en el que la mitad de los legisladores son de mayoría y la otra mitad de representación proporcional, siempre y cuando los escaños se alcanzaran por el porcentaje de votos efectivo conseguido por cada partido y no, como ocurre ahora, gracias a convenios de coalición en donde los minipartidos, partidos satélite o rémora —como ustedes gusten llamarlos, a mí me viene guango— aseguran un porcentaje de curules. Además, que se diera en un sistema con el mínimo de financiamiento público y con condiciones que impidan que esas élites “agandallen”.

El argumento de que los partidos postulan en sus listas de plurinominales a políticos experimentados o preparados, se desdibuja solito. De seguir así, sólo será la expresión de una oligarquía que ha detentado el poder político, mientras los ciudadanos fuera de esa élite familiar, de “ilustrados” o “científicos”, están limitados para acceder a la representación proporcional.

Pero ahora ciudadanos de a pie han llegado a las curules, y quieren erradicar la representación proporcional. Eso le duele al jet set. Aunque no es la primera vez que se configura la amenaza.

*Paréntesis: los bustos de Reyes Heroles, que estaban en la avenida que lleva su nombre en Toluca, deben haber pasado por unos peroles de fundición, porque es la hora que no regresan.

Mail: felgonre@gmail.com Twitter: @FelipeGlz