/ miércoles 15 de noviembre de 2017

Vida Pública

En países de alta densidad democrática, los civilizados debates suelen derivar en discusiones acaloradas que a veces se desbordan. En Italia, en octubre de 2011 la pelea fue agresiva entre diputados en discusión por reformas económicas (https://www.youtube.com/watch?v=XBb3bKt5DtM) En el ceremonioso Japón, en septiembre de 2015 se desataron los golpes entre legisladores, tras aprobar reformas a una ley sobre fuerzas armadas (https://www.youtube.com/watch?v=rNYw8neOdvA) y en la cuna del parlamentarismo, en el corazón de Londres, apenas en febrero del año pasado se burlaron vulgarmente del líder del partido socialista, mientras hace uso de la tradicionalmente flemática tribuna inglesa (https://www.youtube.com/watch?v=9Da0NkdNyOw).

Los ejemplos que se multiplican en las redes sociales, serían mucho más si tomáramos en cuenta aquellos de los que no existe registro audiovisual.

Por supuesto, ninguno de ellos se justifica y mucho menos se puede perdonar. Pero sirven para ilustrar algo fácil de constatar: que al calor de las discusiones, es explicable aunque, repito, no justificable- que se alcancen distintos estados de emoción y que se expresen de múltiples modos, incluso con violencia verbal o física.

Así, en nuestro país también ha ocurrido en el pasado y esta semana vivimos otro episodio. Aunque ellas niegan haber proferido el grito que los aficionados mexicanos al futbol elevaron a nivel de marca nacional, el audio amenaza con desmentir a un grupo de diputadas que han sido linchadas en las redes sociales que, una vez más, muestran intolerancia y resentimiento.

Indefendible la grosera expresión, que suele usarse coloquialmente hasta en los ámbitos más conservadores de la vida privada, parece que no debería soslayar que esas mismas legisladoras han aprobado la igualdad salarial entre mujeres y hombres y señalar a la discriminación laboral como vertiente de la violencia económica y laboral; la igualdad de oportunidades dentro de los programas de cultura física y deporte, sin importar el origen étnico o la preferencia sexual; y la mayor participación de las mujeres en los órganos de gobierno y representación de las asociaciones deportivas nacionales, entre otras acciones afirmativas, positivas y concretas.

Injusto, aunque comprensible, el linchamiento del que las legisladoras son sujetas, debería ser nada más una parte de un debate democrático más constructivo.

 

@HuicocheaAlanis

 

En países de alta densidad democrática, los civilizados debates suelen derivar en discusiones acaloradas que a veces se desbordan. En Italia, en octubre de 2011 la pelea fue agresiva entre diputados en discusión por reformas económicas (https://www.youtube.com/watch?v=XBb3bKt5DtM) En el ceremonioso Japón, en septiembre de 2015 se desataron los golpes entre legisladores, tras aprobar reformas a una ley sobre fuerzas armadas (https://www.youtube.com/watch?v=rNYw8neOdvA) y en la cuna del parlamentarismo, en el corazón de Londres, apenas en febrero del año pasado se burlaron vulgarmente del líder del partido socialista, mientras hace uso de la tradicionalmente flemática tribuna inglesa (https://www.youtube.com/watch?v=9Da0NkdNyOw).

Los ejemplos que se multiplican en las redes sociales, serían mucho más si tomáramos en cuenta aquellos de los que no existe registro audiovisual.

Por supuesto, ninguno de ellos se justifica y mucho menos se puede perdonar. Pero sirven para ilustrar algo fácil de constatar: que al calor de las discusiones, es explicable aunque, repito, no justificable- que se alcancen distintos estados de emoción y que se expresen de múltiples modos, incluso con violencia verbal o física.

Así, en nuestro país también ha ocurrido en el pasado y esta semana vivimos otro episodio. Aunque ellas niegan haber proferido el grito que los aficionados mexicanos al futbol elevaron a nivel de marca nacional, el audio amenaza con desmentir a un grupo de diputadas que han sido linchadas en las redes sociales que, una vez más, muestran intolerancia y resentimiento.

Indefendible la grosera expresión, que suele usarse coloquialmente hasta en los ámbitos más conservadores de la vida privada, parece que no debería soslayar que esas mismas legisladoras han aprobado la igualdad salarial entre mujeres y hombres y señalar a la discriminación laboral como vertiente de la violencia económica y laboral; la igualdad de oportunidades dentro de los programas de cultura física y deporte, sin importar el origen étnico o la preferencia sexual; y la mayor participación de las mujeres en los órganos de gobierno y representación de las asociaciones deportivas nacionales, entre otras acciones afirmativas, positivas y concretas.

Injusto, aunque comprensible, el linchamiento del que las legisladoras son sujetas, debería ser nada más una parte de un debate democrático más constructivo.

 

@HuicocheaAlanis