Yolanda entró por la cocina que le quedaba en la parte más interior de la casa. Estaba oscuro y sintió una rara sensación de miedo. “debe ser el cansancio”, pensó. Encendió la luz de la cocina y eso la relajó. Aun con la niña en brazos se dirigió hacia derecha para dejarla en su cuna. El cuarto se sentía muy frío o al menos así lo sentía ella, sacó dos cobijas más y con ellas cubrió a la niña que seguía dormidita y a la que solo se le veían sus ojos bien cerraditos, cubrió la cuna con la tela fina para que no se le acercara alguna mosca y al hablarle, la niña, ésta solo lanzó un suspiro como de descanso, “aquí te quedas hijita, duerme bien mi cielo”.
Se la quedo mirando algunos minutos aun sin dejar de sonreír, ¡la quería tanto!
Salió del cuarto y solo dejo una lámpara de pie encendida que cubrió con una tela para que la luz no fuera tan intensa y no molestara a la niña.
Se dirigió a la cocina para lavar los trastes del día. Mientras preparaba el jabón y sacaba el zacate para tallarlos escucho en el corredor unas pisadas que se acercaban. Eran una pisadas firmes, enérgicas pero que parecían deslizarse con cierta ligereza. No presto atención. Seguro era su hermano Jorge que después de cerrar su negocio pasaba a saludarla.
Sin voltear le dijo “pásale Jorge, ahorita te preparo un café, mientras si quieres puedes pasar a ver la niña…. Esta en cuarto y bien dormidita”
Los pasos se había detenido y ella no recibió ninguna respuesta. Sintió como si un frio subiera por su espalda, sintió miedo. “Jorge, Jorge”, dijo en voz alta. No hubo respuesta…el frio se sentía más intenso en su espalda…tomo fuertemente la orilla del fregadero y giró…miró el umbral de la puerta y ahí, ahí mismo…lanzó un grito desgarrador…
Se quedó paralizada, aturdida, sentía como si le hubieran dado un fuerte golpe en la cabeza…se llevó la mano a la boca como tratando de ahogar un grito…todas las historias que la habían contado sobre la casa pasaron como un rayo por su cabeza…y ahí estaba el ánima en pena justo en el umbral de la puerta… la miró con la angustia de quien se siente sorprendida por el terror. Ahí estaba el espectro vestido todo de negro, camisa negra, pantalón negro, un rostro afilado y pálido, una mirada que parecía no existir pues solo veía dos orificios negros, su respirar era tan intenso como irregular…su mirada lo recorrió rápidamente…recordó las pisadas firmes que había escuchado pero el hombre solo flotaba, sus pies descalzos que caían hacia la tierra tenían de una blancura de muerte…un hilillo viscoso y negro, que contrastaba con la palidez de su piel, parecía salir de sus grandes manos…flotaba, flotaba…Yolanda seguía paralizada , el agua de la llave del fregadero seguía corriendo, su mano derecha apretujaba el zacate con el que tallaba los trastes, sus piernas empezaban a flaquear, sentía que las fuerzas se le iban…veía al espectro cada vez más cerca…lanzo un grito desgarrador como tratándose darse fuerzas, de alejarlo…el silencio pesado que la rodeaba en una noche negra y extraña, de pronto escuchó en el patio risas macabras…sus rodillas se doblaban, sentía que pronto se iba a desvanecer…las risas y una especia de plegarias se escuchaban a lo lejos…
…se incorporó sacando fuerzas de quien sabe dónde y corrió hacia a recamara mientras gritaba “la niña, la niña, mi niña…”. Atravesó los cuartos que la separaban de la niña y…(continuará)
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