/ lunes 11 de septiembre de 2017

Editorial

A escasos días del cambio gubernamental, la presente administración estatal cumplió con la promesa hecha a los transportistas de oficializar el incremento al transporte público y pasar de 8 a 10 pesos el precio del pasaje, lo cual sólo vino a recrudecer el panorama sombrío de la clase trabajadora sumida en una complicada y difícil situación económica que, por mucho que intenten disfrazar, sigue sumiendo en la pobreza a millones de mexicanos.

Para una familia de cuatro integrantes, el gasto destinado al transporte público pesa mucho. Si tan solo cada miembro hiciera un solo recorrido de ida y vuelta, este aumento significará un gasto de 80 pesos diarios, pero es bien cierto que la mayoría hace dos recorridos, lo cual eleva al doble este gasto, imprescindible en una zona como el valle de Toluca, donde muchas personas viven en los municipios periféricos y deben tomar uno o dos camiones para llegar a su trabajo, escuela y hogar.

El tema estaba en la mesa de discusión, pero ante la cercanía del proceso electoral, las autoridades contuvieron a los transportistas con la promesa de que sería aprobado pasando las elecciones de julio. Mientras tanto, se hicieron de la vista gorda, ante las constantes violaciones a la tarifa por parte del pulpo camionero.

Una y otra vez los usuarios se quejaron de los abusos de los transportistas, quienes altaneros se daban el lujo de bajar a quienes se negaban a pagar los diez pesos que ellos arbitrariamente fijaron y que este sábado, fueron avalados por el secretario de Movilidad, Rafael Ranero Barrera, quien explicó que después de un “exhaustivo estudio socioeconómico”, que duró seis meses, se acordó aprobar el aumento a la tarifa.

Y a todo esto los transportistas se comprometieron a renovar sus unidades, capacitar a sus operadores, instalar medidas de seguridad y otorgar beneficios a grupos vulnerables.

Habrá que ver en un mediano plazo si esto se cumple, o sólo son de las muchas promesas hechas, donde la peor de las partes siempre la llevan los usuarios, con unidades las más de la veces chatarras, con operadores sin capacitación, que van echando carreritas y buscando ganar pasaje, a costa de la seguridad de sus pasajeros.

Y si a esto se suma que el transporte público en el Estado de México en los últimos años se ha convertido en un peligro constante por el número de asaltos registrados, el panorama es más que desolador.

Ojalá que las nuevas autoridades que asuman la titularidad de la Secretaría de Movilidad, ahora con el cambio de gobierno, se den a la tarea de hacer cumplir a los transportistas con los compromisos asumidos y no sea más de lo mismo. En verdad que ya estamos hartos.

Temblor

Como hace 32 años, fue un jueves y en el mes de septiembre, cuando la furia de la naturaleza nos dejó sentir su fuerza con un terrible sismo que nos sacudió de pies a cabeza. Quienes padecimos el temblor de aquel fatídico 19 de septiembre de 1985, el movimiento nos removió el miedo y la angustia de aquel día. Hoy vuelve a surgir ese sentimiento de solidaridad para apoyar a nuestros hermanos afectados. Hoy más que nunca tenemos que recordar que unidos podemos hacer mucho.

A escasos días del cambio gubernamental, la presente administración estatal cumplió con la promesa hecha a los transportistas de oficializar el incremento al transporte público y pasar de 8 a 10 pesos el precio del pasaje, lo cual sólo vino a recrudecer el panorama sombrío de la clase trabajadora sumida en una complicada y difícil situación económica que, por mucho que intenten disfrazar, sigue sumiendo en la pobreza a millones de mexicanos.

Para una familia de cuatro integrantes, el gasto destinado al transporte público pesa mucho. Si tan solo cada miembro hiciera un solo recorrido de ida y vuelta, este aumento significará un gasto de 80 pesos diarios, pero es bien cierto que la mayoría hace dos recorridos, lo cual eleva al doble este gasto, imprescindible en una zona como el valle de Toluca, donde muchas personas viven en los municipios periféricos y deben tomar uno o dos camiones para llegar a su trabajo, escuela y hogar.

El tema estaba en la mesa de discusión, pero ante la cercanía del proceso electoral, las autoridades contuvieron a los transportistas con la promesa de que sería aprobado pasando las elecciones de julio. Mientras tanto, se hicieron de la vista gorda, ante las constantes violaciones a la tarifa por parte del pulpo camionero.

Una y otra vez los usuarios se quejaron de los abusos de los transportistas, quienes altaneros se daban el lujo de bajar a quienes se negaban a pagar los diez pesos que ellos arbitrariamente fijaron y que este sábado, fueron avalados por el secretario de Movilidad, Rafael Ranero Barrera, quien explicó que después de un “exhaustivo estudio socioeconómico”, que duró seis meses, se acordó aprobar el aumento a la tarifa.

Y a todo esto los transportistas se comprometieron a renovar sus unidades, capacitar a sus operadores, instalar medidas de seguridad y otorgar beneficios a grupos vulnerables.

Habrá que ver en un mediano plazo si esto se cumple, o sólo son de las muchas promesas hechas, donde la peor de las partes siempre la llevan los usuarios, con unidades las más de la veces chatarras, con operadores sin capacitación, que van echando carreritas y buscando ganar pasaje, a costa de la seguridad de sus pasajeros.

Y si a esto se suma que el transporte público en el Estado de México en los últimos años se ha convertido en un peligro constante por el número de asaltos registrados, el panorama es más que desolador.

Ojalá que las nuevas autoridades que asuman la titularidad de la Secretaría de Movilidad, ahora con el cambio de gobierno, se den a la tarea de hacer cumplir a los transportistas con los compromisos asumidos y no sea más de lo mismo. En verdad que ya estamos hartos.

Temblor

Como hace 32 años, fue un jueves y en el mes de septiembre, cuando la furia de la naturaleza nos dejó sentir su fuerza con un terrible sismo que nos sacudió de pies a cabeza. Quienes padecimos el temblor de aquel fatídico 19 de septiembre de 1985, el movimiento nos removió el miedo y la angustia de aquel día. Hoy vuelve a surgir ese sentimiento de solidaridad para apoyar a nuestros hermanos afectados. Hoy más que nunca tenemos que recordar que unidos podemos hacer mucho.

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