/ viernes 9 de febrero de 2018

Pensamiento Universitario

Hace unos días, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) dio a conocer los resultados de la prueba Planea 2017, aplicada a los alumnos de tercero de secundaria. Como ya es costumbre, en esta ocasión tampoco fue posible alcanzar el mínimo indispensable en los conocimientos previstos en ese nivel, pues, según el reporte, no hubo mejora alguna en los promedios obtenidos en lenguaje y comunicación, y en el caso de matemáticas el 64.5 por ciento de los examinados presenta marcadas deficiencias, por ejemplo al no saber operar con fracciones ni resolver ecuaciones simples.

Por otra parte, a principios de abril próximo se aplicará la prueba Pisa, instituida por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y aunque el titular de la SEP habló de buscar una estrategia tendiente a elevar cifras, lo cierto es que, si no se incurre en engaño, se ve muy difícil mostrar un avance importante con respecto a la evaluación de 2015. En esa etapa, además del desfase de dos años en ciencia y lectura, en habilidades matemáticas el atraso inferido fue de tres años, de acuerdo con los siguientes puntajes: 416 en ciencias, 423 en lectura y 408 en matemáticas, cuando el promedio de los 34 países miembros de la OCDE era de 493 en las dos primeras y de 490 en la última.

Sin duda, es lamentable el déficit en las capacidades matemáticas de la gran mayoría de los alumnos y, en buena medida, eso explica el porqué del raquítico progreso logrado en los temas de ciencia y tecnología, pues los escasos aprendizajes y el rechazo a la asignatura se constituyen en factores determinantes al momento de elegir una carrera. Por ello, si con seriedad se toman los indicadores nacionales e internacionales, el mal desempeño de los estudiantes debe verse como un problema estructural de primer orden, donde incide un alto número de equívocos oficiales y cuya manifestación más preocupante se aprecia en generaciones enteras seriamente limitadas, al tratar de integrar los distintos procesos del pensamiento.

Es decir, en su faceta de mediocre y simulador, el sistema educativo daña severamente el presente y el futuro de un enorme porcentaje de niños y jóvenes, y con ello el propio desarrollo del país, al continuar ignorando la necesidad de atender formalmente las graves carencias en la escuela contemporánea. Así, el rezago habrá de continuar y cada vez estaremos más lejos de las culturas avanzadas, donde se fomenta la dedicación al estudio y se fortalecen habilidades, pericia y aptitudes, encauzadas a analizar y resolver problemas, y a enfrentar situaciones de la realidad con el uso adecuado del razonamiento.

Ante semejante escenario, resulta obvia la necesidad de cambiar los enfoques educativos tradicionales y llevar a cabo modificaciones de fondo, tanto en contenidos, métodos de enseñanza, materiales de apoyo y formas de evaluación, como en el actuar del profesorado, de quien se demanda un compromiso realmente ético y profesional. En una enseñanza de calidad, es obligado reconocer las enormes ventajas de potenciar el pensamiento racional, con el aporte del instrumento matemático, mediante el cual la humanidad ha logrado transformar el medio y satisfacer así sus múltiples y crecientes necesidades.

Hace unos días, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) dio a conocer los resultados de la prueba Planea 2017, aplicada a los alumnos de tercero de secundaria. Como ya es costumbre, en esta ocasión tampoco fue posible alcanzar el mínimo indispensable en los conocimientos previstos en ese nivel, pues, según el reporte, no hubo mejora alguna en los promedios obtenidos en lenguaje y comunicación, y en el caso de matemáticas el 64.5 por ciento de los examinados presenta marcadas deficiencias, por ejemplo al no saber operar con fracciones ni resolver ecuaciones simples.

Por otra parte, a principios de abril próximo se aplicará la prueba Pisa, instituida por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y aunque el titular de la SEP habló de buscar una estrategia tendiente a elevar cifras, lo cierto es que, si no se incurre en engaño, se ve muy difícil mostrar un avance importante con respecto a la evaluación de 2015. En esa etapa, además del desfase de dos años en ciencia y lectura, en habilidades matemáticas el atraso inferido fue de tres años, de acuerdo con los siguientes puntajes: 416 en ciencias, 423 en lectura y 408 en matemáticas, cuando el promedio de los 34 países miembros de la OCDE era de 493 en las dos primeras y de 490 en la última.

Sin duda, es lamentable el déficit en las capacidades matemáticas de la gran mayoría de los alumnos y, en buena medida, eso explica el porqué del raquítico progreso logrado en los temas de ciencia y tecnología, pues los escasos aprendizajes y el rechazo a la asignatura se constituyen en factores determinantes al momento de elegir una carrera. Por ello, si con seriedad se toman los indicadores nacionales e internacionales, el mal desempeño de los estudiantes debe verse como un problema estructural de primer orden, donde incide un alto número de equívocos oficiales y cuya manifestación más preocupante se aprecia en generaciones enteras seriamente limitadas, al tratar de integrar los distintos procesos del pensamiento.

Es decir, en su faceta de mediocre y simulador, el sistema educativo daña severamente el presente y el futuro de un enorme porcentaje de niños y jóvenes, y con ello el propio desarrollo del país, al continuar ignorando la necesidad de atender formalmente las graves carencias en la escuela contemporánea. Así, el rezago habrá de continuar y cada vez estaremos más lejos de las culturas avanzadas, donde se fomenta la dedicación al estudio y se fortalecen habilidades, pericia y aptitudes, encauzadas a analizar y resolver problemas, y a enfrentar situaciones de la realidad con el uso adecuado del razonamiento.

Ante semejante escenario, resulta obvia la necesidad de cambiar los enfoques educativos tradicionales y llevar a cabo modificaciones de fondo, tanto en contenidos, métodos de enseñanza, materiales de apoyo y formas de evaluación, como en el actuar del profesorado, de quien se demanda un compromiso realmente ético y profesional. En una enseñanza de calidad, es obligado reconocer las enormes ventajas de potenciar el pensamiento racional, con el aporte del instrumento matemático, mediante el cual la humanidad ha logrado transformar el medio y satisfacer así sus múltiples y crecientes necesidades.