/ viernes 31 de enero de 2020

Pensamiento Universitario | Caminata por la paz


Encabezada por los señores Javier Sicilia y Julián LeBarón, en días pasados se llevó a cabo la Caminata por la Paz, de Cuernavaca a la Ciudad de México. Según se dijo, la encomienda era tocar conciencias y dar los primeros pasos hacia una unidad nacional para defender la vida, además de pedirle al titular del Ejecutivo cumplir los acuerdos pactados con familiares de las víctimas, y su reconocimiento a la situación de emergencia que hoy padecen millones de mexicanos.

El reclamo de justicia y seguridad se intensifica, y la exigencia de soluciones alcanza a los tres últimos gobiernos. Nada, absolutamente nada se le puede reprochar a este tipo de movimientos, pues el dolor por la pérdida de un ser querido, derivado del predominio del crimen organizado y de la ineptitud oficial, sólo merece comprensión y la más amplia solidaridad.

Sin embargo, lejos de entender esta realidad la torpeza vuelve a estar presente, ahora con la negativa del presidente de recibir a los integrantes de la marcha. Los argumentos, falaces y ofensivos, fueron porque le daba flojera, no quería convertir ese encuentro en un show, en un espectáculo mediático, ni darles gusto a sus adversarios, y menos correr el riesgo de una falta de respeto a la investidura presidencial (como si tanto abuso e incompetencia mostrados a lo largo de la historia le dieran prestigio al cargo).

Después de concluida la caminata, llamó corruptos, hipócritas y responsables de la crisis de México a los participantes, donde se encontraban, entre otros grupos de agraviados, los papás de los niños sin medicamento para el cáncer y de los 43 desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa. En complemento a todo esto, una tribu de fanáticos agredió verbalmente a la gente de la caravana, en el zócalo capitalino, e incluso en las redes sociales hubo otra fea muestra de orfandad neuronal, hasta con ofensa a su patrón, atribuible a un subsecretario de la Secretaría de Gobernación.

En fin, el hecho es que las voces de protesta se reproducen en varios lugares pidiendo rectificar el rumbo, debido a la ausencia de los resultados esperados, el retroceso en muchos temas importantes, las ocurrencias cotidianas y absurdos como eso de pagar nuevamente el avión presidencial mediante una rifa. En algún momento, cuando la gente pensante se decida dejar atrás la apatía y sumisión, y se procure contrarrestar el sometimiento de sectores importantes en la vida pública, el rechazo a las malas decisiones habrá de aumentar con cada convocatoria.

Si se desea tener un país próspero y en paz, es indispensable atender las propuestas de los expertos, por ejemplo, en el sentido de impulsar una agenda de justicia plena, reparación de daños y garantías de protección, con base en mecanismos realmente efectivos. Por otra parte, es imperativo revertir los afanes centralistas y oponerse a la desintegración del Estado, al debilitamiento del federalismo y de la división de poderes, a los ataques contra organismos autónomos, al uso del dinero público en obras producto del capricho y en el reparto clientelar, y desde luego a esas reformas a la ley que darán medios para reprimir y castigar a quienes se atrevan a disentir.

Entre más tiempo pase y los errores se acumulen, la tarea de reconstrucción será mayor.

juancuencadiaz@hotmail.com


Encabezada por los señores Javier Sicilia y Julián LeBarón, en días pasados se llevó a cabo la Caminata por la Paz, de Cuernavaca a la Ciudad de México. Según se dijo, la encomienda era tocar conciencias y dar los primeros pasos hacia una unidad nacional para defender la vida, además de pedirle al titular del Ejecutivo cumplir los acuerdos pactados con familiares de las víctimas, y su reconocimiento a la situación de emergencia que hoy padecen millones de mexicanos.

El reclamo de justicia y seguridad se intensifica, y la exigencia de soluciones alcanza a los tres últimos gobiernos. Nada, absolutamente nada se le puede reprochar a este tipo de movimientos, pues el dolor por la pérdida de un ser querido, derivado del predominio del crimen organizado y de la ineptitud oficial, sólo merece comprensión y la más amplia solidaridad.

Sin embargo, lejos de entender esta realidad la torpeza vuelve a estar presente, ahora con la negativa del presidente de recibir a los integrantes de la marcha. Los argumentos, falaces y ofensivos, fueron porque le daba flojera, no quería convertir ese encuentro en un show, en un espectáculo mediático, ni darles gusto a sus adversarios, y menos correr el riesgo de una falta de respeto a la investidura presidencial (como si tanto abuso e incompetencia mostrados a lo largo de la historia le dieran prestigio al cargo).

Después de concluida la caminata, llamó corruptos, hipócritas y responsables de la crisis de México a los participantes, donde se encontraban, entre otros grupos de agraviados, los papás de los niños sin medicamento para el cáncer y de los 43 desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa. En complemento a todo esto, una tribu de fanáticos agredió verbalmente a la gente de la caravana, en el zócalo capitalino, e incluso en las redes sociales hubo otra fea muestra de orfandad neuronal, hasta con ofensa a su patrón, atribuible a un subsecretario de la Secretaría de Gobernación.

En fin, el hecho es que las voces de protesta se reproducen en varios lugares pidiendo rectificar el rumbo, debido a la ausencia de los resultados esperados, el retroceso en muchos temas importantes, las ocurrencias cotidianas y absurdos como eso de pagar nuevamente el avión presidencial mediante una rifa. En algún momento, cuando la gente pensante se decida dejar atrás la apatía y sumisión, y se procure contrarrestar el sometimiento de sectores importantes en la vida pública, el rechazo a las malas decisiones habrá de aumentar con cada convocatoria.

Si se desea tener un país próspero y en paz, es indispensable atender las propuestas de los expertos, por ejemplo, en el sentido de impulsar una agenda de justicia plena, reparación de daños y garantías de protección, con base en mecanismos realmente efectivos. Por otra parte, es imperativo revertir los afanes centralistas y oponerse a la desintegración del Estado, al debilitamiento del federalismo y de la división de poderes, a los ataques contra organismos autónomos, al uso del dinero público en obras producto del capricho y en el reparto clientelar, y desde luego a esas reformas a la ley que darán medios para reprimir y castigar a quienes se atrevan a disentir.

Entre más tiempo pase y los errores se acumulen, la tarea de reconstrucción será mayor.

juancuencadiaz@hotmail.com