/ viernes 24 de enero de 2020

Pensamiento Universitario | Conductas antisociales


En días pasados se comentaron en este diario los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, correspondiente al cuarto trimestre del año anterior, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). El estudio se refiere al grado de desacuerdos y conductas antisociales predominantes en diferentes ciudades del país, obteniéndose para este fenómeno un promedio de 32.1% entre la población de 18 años y más. Sin embargo lo lamentable se presentó en la capital mexiquense, donde un 56.9% de las personas encuestadas mencionaron haber tenido algún conflicto o enfrentamiento con vecinos, familiares, compañeros de escuela o de trabajo, e incluso con autoridades.

Tomando en cuenta el reporte del tercer trimestre del año citado, el incremento en este tema fue de 12.2% en Toluca, y eso indica un rechazo cada vez mayor a la convicción de actuar conforme a esa fuerza transformadora capaz de mejoran nuestra coexistencia familiar y social. Debido a ello se producen no sólo desunión e indiferencia hacia las causas justas, sino incluso desequilibrios significativos en la estructura comunitaria, con el consecuente debilitamiento de todo aquello que debiera conferir un sentido positivo a la vida de los seres humanos.

El comportamiento antisocial se refiere a esa conducta de los individuos contraria a los intereses o valores de la sociedad. Entre otros factores, depende de la edad de la gente, de su cultura y del contexto al cual pertenezca. Sus consecuencias pueden ser muy variadas, al grado de llegar a constituir actos delictivos, y en general no permite fortalecer la armonía cuando se trata de compartir principios, reglas y formas adecuadas de convivencia.

Aunque entre las causas de esto se identifican lo deficiente del autocontrol y de las relaciones interpersonales, así como la desintegración y los malos hábitos familiares, un elemento central consiste en la falta de una buena educación. Es decir, la carencia de este atributo se refleja en el comportamiento de una cierta colectividad, y por eso el desinterés en fomentar, reforzar y difundir los valores cívicos y las buenas costumbres, en ambientes de pluralismo y diversidad.

Las ventajas de una instrucción de calidad son múltiples, y su vigencia mucho le aportaría a la tarea de reconstrucción local y nacional, sobre todo si, aunado a la indispensable capacitación intelectual, se traduce también en impulsar el progreso mediante la integración de propósitos compartidos. El valor agregado de una cultura viviente se manifiesta en la conducta responsable y solidaria de los ciudadanos, encauzándola a participar activamente en la defensa de los derechos y prioridades del bien común.

Escribir una historia distinta para la ciudad y el país requiere de contar con individuos éticos y preparados, capaces de entender la realidad, de analizar los acontecimientos con buen juicio e involucrarse en la construcción de un mejor entorno. Los saldos negativos derivados de la barbarie deben evitarse, pues su tendencia al crecimiento sólo contribuye al subdesarrollo y a la decadencia de los principios humanistas, alejando la esperanza de pronto revertir la condición lamentable de tantos damnificados.

juancuencadiaz@hotmail.com


En días pasados se comentaron en este diario los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, correspondiente al cuarto trimestre del año anterior, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). El estudio se refiere al grado de desacuerdos y conductas antisociales predominantes en diferentes ciudades del país, obteniéndose para este fenómeno un promedio de 32.1% entre la población de 18 años y más. Sin embargo lo lamentable se presentó en la capital mexiquense, donde un 56.9% de las personas encuestadas mencionaron haber tenido algún conflicto o enfrentamiento con vecinos, familiares, compañeros de escuela o de trabajo, e incluso con autoridades.

Tomando en cuenta el reporte del tercer trimestre del año citado, el incremento en este tema fue de 12.2% en Toluca, y eso indica un rechazo cada vez mayor a la convicción de actuar conforme a esa fuerza transformadora capaz de mejoran nuestra coexistencia familiar y social. Debido a ello se producen no sólo desunión e indiferencia hacia las causas justas, sino incluso desequilibrios significativos en la estructura comunitaria, con el consecuente debilitamiento de todo aquello que debiera conferir un sentido positivo a la vida de los seres humanos.

El comportamiento antisocial se refiere a esa conducta de los individuos contraria a los intereses o valores de la sociedad. Entre otros factores, depende de la edad de la gente, de su cultura y del contexto al cual pertenezca. Sus consecuencias pueden ser muy variadas, al grado de llegar a constituir actos delictivos, y en general no permite fortalecer la armonía cuando se trata de compartir principios, reglas y formas adecuadas de convivencia.

Aunque entre las causas de esto se identifican lo deficiente del autocontrol y de las relaciones interpersonales, así como la desintegración y los malos hábitos familiares, un elemento central consiste en la falta de una buena educación. Es decir, la carencia de este atributo se refleja en el comportamiento de una cierta colectividad, y por eso el desinterés en fomentar, reforzar y difundir los valores cívicos y las buenas costumbres, en ambientes de pluralismo y diversidad.

Las ventajas de una instrucción de calidad son múltiples, y su vigencia mucho le aportaría a la tarea de reconstrucción local y nacional, sobre todo si, aunado a la indispensable capacitación intelectual, se traduce también en impulsar el progreso mediante la integración de propósitos compartidos. El valor agregado de una cultura viviente se manifiesta en la conducta responsable y solidaria de los ciudadanos, encauzándola a participar activamente en la defensa de los derechos y prioridades del bien común.

Escribir una historia distinta para la ciudad y el país requiere de contar con individuos éticos y preparados, capaces de entender la realidad, de analizar los acontecimientos con buen juicio e involucrarse en la construcción de un mejor entorno. Los saldos negativos derivados de la barbarie deben evitarse, pues su tendencia al crecimiento sólo contribuye al subdesarrollo y a la decadencia de los principios humanistas, alejando la esperanza de pronto revertir la condición lamentable de tantos damnificados.

juancuencadiaz@hotmail.com