/ viernes 11 de junio de 2021

Pensamiento Universitario | Feliz, feliz, feliz

El pasado lunes 7 de junio el señor de palacio dijo estar “feliz, feliz, feliz”, porque los resultados de las elecciones del día anterior le garantizan la continuidad de su proyecto de transformación. Incluso, ese estado de ánimo lo llevó a reconocer el buen comportamiento de la delincuencia organizada durante la jornada electoral, contrario a lo mostrado por la delincuencia de cuello blanco.

Sin embargo, la realidad muestra otra cosa, pues lo cierto es que el presidente y su partido tuvieron un retroceso y debieron enfrentar el rechazo en las urnas de un alto porcentaje de los mexicanos, no obstante haber intensificado el reparto de dádivas y de la directa intervención de aquél durante el proceso, al adoptar el papel de fiel guardián de la democracia. Evidencia del deterioro acumulado en apenas dos años y medio de gestión se tiene en los últimos datos proporcionados por el INE, con respecto a los poco más de 17 millones de sufragios obtenidos por Morena, en contraste con la lejana cifra de los 30.11 millones alcanzados en 2018.

Con esto, los triunfos de la oposición logrados en las distintas regiones del país se manifiestan en una nueva conformación de la Cámara de Diputados, en el cambio en alcaldías y escaños de la Ciudad de México, y en la recuperación en la entidad mexiquense de varios municipios importantes, como Toluca y el llamado “corredor azul”, además de la presencia mayoritaria en la Legislatura.

Ante el justificado voto de castigo, la reacción del titular del ejecutivo y de la jefa de gobierno de la CDMX no fue en el sentido de aceptar culpas y reconocer errores, sino de inmediato hacerse las víctimas y culpar de su fracaso a la “guerra sucia” y las “campañas de desprestigio”. En el colmo de hablar sin antes pensar, se asegura que la tragedia de la Línea 12 del Metro no impactó electoralmente, pues la gente humilde, trabajadora y buena entiende que esas cosas suceden, no así las personas de la clase media y media alta, a quienes se descalifica y pone en calidad de adversarios.

Ciertamente, este sector de la población salió a votar, y lo hizo por ejercer sus libertades y estar consciente de padecer una situación catastrófica, cuya meta final es llevarnos a un mundo de cuarta. Su destacada presencia en las casillas fue por condenar, dentro de un sinnúmero de temas, la violencia y el predominio de los grupos criminales; las deficientes políticas en materias de economía, empleo e infraestructura; los recortes irracionales en salud, educación, ciencia y tecnología, además del pésimo manejo de la pandemia, causante de la muerte de miles de inocentes, y los absurdos afanes de polarizar a la ciudadanía y destruir los organismos autónomos.

Obviamente, surgen ahora muchas preguntas, y entre ellas se cuentan las siguientes: ¿qué tanto se podrán frenar las ocurrencias presidenciales e impedir sus caprichos, por ejemplo, al querer terminar con la independencia del Banco de México y pasar al INE a la Secretaría de Gobernación o al Poder Judicial?; ¿existirá en la cámara baja un contrapeso efectivo, tendiente a evitar el manejo discrecional del presupuesto y la modificación de la Carta Magna al gusto del poderoso?; ¿veremos una oposición actuando de manera inteligente y digna para impulsar acuerdos en favor de la paz, el progreso y la justicia social, encauzada ésta a no tratar a los pobres como simples mascotas, dependientes de los perversos programas clientelares?

En fin, esto fue apenas una batalla y, de no entenderse su significado, el año próximo se habrá de insistir con el ejercicio de la revocación de mandato.

El pasado lunes 7 de junio el señor de palacio dijo estar “feliz, feliz, feliz”, porque los resultados de las elecciones del día anterior le garantizan la continuidad de su proyecto de transformación. Incluso, ese estado de ánimo lo llevó a reconocer el buen comportamiento de la delincuencia organizada durante la jornada electoral, contrario a lo mostrado por la delincuencia de cuello blanco.

Sin embargo, la realidad muestra otra cosa, pues lo cierto es que el presidente y su partido tuvieron un retroceso y debieron enfrentar el rechazo en las urnas de un alto porcentaje de los mexicanos, no obstante haber intensificado el reparto de dádivas y de la directa intervención de aquél durante el proceso, al adoptar el papel de fiel guardián de la democracia. Evidencia del deterioro acumulado en apenas dos años y medio de gestión se tiene en los últimos datos proporcionados por el INE, con respecto a los poco más de 17 millones de sufragios obtenidos por Morena, en contraste con la lejana cifra de los 30.11 millones alcanzados en 2018.

Con esto, los triunfos de la oposición logrados en las distintas regiones del país se manifiestan en una nueva conformación de la Cámara de Diputados, en el cambio en alcaldías y escaños de la Ciudad de México, y en la recuperación en la entidad mexiquense de varios municipios importantes, como Toluca y el llamado “corredor azul”, además de la presencia mayoritaria en la Legislatura.

Ante el justificado voto de castigo, la reacción del titular del ejecutivo y de la jefa de gobierno de la CDMX no fue en el sentido de aceptar culpas y reconocer errores, sino de inmediato hacerse las víctimas y culpar de su fracaso a la “guerra sucia” y las “campañas de desprestigio”. En el colmo de hablar sin antes pensar, se asegura que la tragedia de la Línea 12 del Metro no impactó electoralmente, pues la gente humilde, trabajadora y buena entiende que esas cosas suceden, no así las personas de la clase media y media alta, a quienes se descalifica y pone en calidad de adversarios.

Ciertamente, este sector de la población salió a votar, y lo hizo por ejercer sus libertades y estar consciente de padecer una situación catastrófica, cuya meta final es llevarnos a un mundo de cuarta. Su destacada presencia en las casillas fue por condenar, dentro de un sinnúmero de temas, la violencia y el predominio de los grupos criminales; las deficientes políticas en materias de economía, empleo e infraestructura; los recortes irracionales en salud, educación, ciencia y tecnología, además del pésimo manejo de la pandemia, causante de la muerte de miles de inocentes, y los absurdos afanes de polarizar a la ciudadanía y destruir los organismos autónomos.

Obviamente, surgen ahora muchas preguntas, y entre ellas se cuentan las siguientes: ¿qué tanto se podrán frenar las ocurrencias presidenciales e impedir sus caprichos, por ejemplo, al querer terminar con la independencia del Banco de México y pasar al INE a la Secretaría de Gobernación o al Poder Judicial?; ¿existirá en la cámara baja un contrapeso efectivo, tendiente a evitar el manejo discrecional del presupuesto y la modificación de la Carta Magna al gusto del poderoso?; ¿veremos una oposición actuando de manera inteligente y digna para impulsar acuerdos en favor de la paz, el progreso y la justicia social, encauzada ésta a no tratar a los pobres como simples mascotas, dependientes de los perversos programas clientelares?

En fin, esto fue apenas una batalla y, de no entenderse su significado, el año próximo se habrá de insistir con el ejercicio de la revocación de mandato.