/ viernes 26 de noviembre de 2021

Pensamiento Universitario | Líderes educativos

Desde sus niveles básicos, la educación en México se encuentra rezagada y enfrenta diversos problemas estructurales. Las deficiencias en cobertura, calidad y asignación de recursos se reflejan en marginación, bajos conocimientos y pocas habilidades de razonamiento y comprensión lectora, tal como lo corroboran los resultados de las mediciones internacionales, donde la costumbre es ocupar los últimos lugares entre los países evaluados.

Obviamente, esto es consecuencia de un arraigado sistema mediocre, simulador y mafioso, causante de dañar severamente a numerosas generaciones y al progreso nacional.

El mundo cambia y evoluciona. En la llamada sociedad del conocimiento el desarrollo económico y los avances en ciencia y tecnología se han convertido en indicadores que obligan a redimensionar el trabajo escolar, a inscribirlo en un proceso más amplio, desde la primaria hasta los estudios universitarios, con el objetivo de fortalecer el potencial intelectual del alumnado, elevar la productividad mediante egresados competentes y formar ciudadanos íntegros.

Desde esta perspectiva, es indispensable abordar nuevas alternativas de instrucción, y en ello destaca la necesidad de contar, entre otras cosas, con liderazgos de alto nivel, cuyos atributos y características profesionales hagan posible un cambio radical, en el cual todos los actores del proceso generen una dinámica de superación, encauzada a dar respuestas innovadoras y consecuentes con las exigencias del contexto. Liderazgos éticos, con experiencia y preparación, capaces de identificar y satisfacer las demandas, a partir de un enfoque democrático, racional e incluyente.

Frente al tamaño del desafío, lo deseable sería tener figuras de la talla de un José Vasconcelos, quien fue abogado, político, escritor, maestro e ideólogo, y un convencido de que en la educación radica la fuerza necesaria para transformar a México en una nación verdaderamente libre y soberana. Rector de la Universidad Nacional en 1920 (a él se debe el famoso lema “Por mi raza hablará el espíritu”), ocupó después el cargo de secretario de Educación Pública, donde en tres años realizó una extraordinaria labor en lo humano y en la creación de infraestructura, encauzada a la formación intelectual de las masas, a combatir la ignorancia y el analfabetismo de la población indígena; a ofrecer enseñanza industrial, técnica y agrícola, y a difundir la cultura y el arte en el país.

O bien, a otro gran referente como don Jaime Torres Bodet, poeta, diplomático, escritor y uno de los políticos más cultos, visionarios y honestos del siglo pasado. Secretario de Educación Pública en los sexenios de Manuel Ávila Camacho y Adolfo López Mateos, su extenso legado se distingue también por logros importantes, entre los cuales destacan el impulso a la instrucción basada en la ciencia y escindida de credos religiosos, de fanatismos o del carácter socialista; los programas de construcción de escuelas, del libro de texto gratuito y de capacitación del magisterio.

Por desgracia ahora, cuando el desgobierno federal se satura de gente ignorante, soberbia y corrupta por el hecho de cobrar altos salarios a cambio de contribuir al desastre, debemos soportar a una titular de la SEP distante años luz de aquellas mentes brillantes, y cuyo pésimo desempeño se complementa con un lenguaje deficiente, desconocimiento de la distribución territorial y una ignorancia atroz de la aritmética elemental, evidenciada al asegurar que la suma de beneficiarios de las becas oficiales es de 11 mil millones de estudiantes.

Desde sus niveles básicos, la educación en México se encuentra rezagada y enfrenta diversos problemas estructurales. Las deficiencias en cobertura, calidad y asignación de recursos se reflejan en marginación, bajos conocimientos y pocas habilidades de razonamiento y comprensión lectora, tal como lo corroboran los resultados de las mediciones internacionales, donde la costumbre es ocupar los últimos lugares entre los países evaluados.

Obviamente, esto es consecuencia de un arraigado sistema mediocre, simulador y mafioso, causante de dañar severamente a numerosas generaciones y al progreso nacional.

El mundo cambia y evoluciona. En la llamada sociedad del conocimiento el desarrollo económico y los avances en ciencia y tecnología se han convertido en indicadores que obligan a redimensionar el trabajo escolar, a inscribirlo en un proceso más amplio, desde la primaria hasta los estudios universitarios, con el objetivo de fortalecer el potencial intelectual del alumnado, elevar la productividad mediante egresados competentes y formar ciudadanos íntegros.

Desde esta perspectiva, es indispensable abordar nuevas alternativas de instrucción, y en ello destaca la necesidad de contar, entre otras cosas, con liderazgos de alto nivel, cuyos atributos y características profesionales hagan posible un cambio radical, en el cual todos los actores del proceso generen una dinámica de superación, encauzada a dar respuestas innovadoras y consecuentes con las exigencias del contexto. Liderazgos éticos, con experiencia y preparación, capaces de identificar y satisfacer las demandas, a partir de un enfoque democrático, racional e incluyente.

Frente al tamaño del desafío, lo deseable sería tener figuras de la talla de un José Vasconcelos, quien fue abogado, político, escritor, maestro e ideólogo, y un convencido de que en la educación radica la fuerza necesaria para transformar a México en una nación verdaderamente libre y soberana. Rector de la Universidad Nacional en 1920 (a él se debe el famoso lema “Por mi raza hablará el espíritu”), ocupó después el cargo de secretario de Educación Pública, donde en tres años realizó una extraordinaria labor en lo humano y en la creación de infraestructura, encauzada a la formación intelectual de las masas, a combatir la ignorancia y el analfabetismo de la población indígena; a ofrecer enseñanza industrial, técnica y agrícola, y a difundir la cultura y el arte en el país.

O bien, a otro gran referente como don Jaime Torres Bodet, poeta, diplomático, escritor y uno de los políticos más cultos, visionarios y honestos del siglo pasado. Secretario de Educación Pública en los sexenios de Manuel Ávila Camacho y Adolfo López Mateos, su extenso legado se distingue también por logros importantes, entre los cuales destacan el impulso a la instrucción basada en la ciencia y escindida de credos religiosos, de fanatismos o del carácter socialista; los programas de construcción de escuelas, del libro de texto gratuito y de capacitación del magisterio.

Por desgracia ahora, cuando el desgobierno federal se satura de gente ignorante, soberbia y corrupta por el hecho de cobrar altos salarios a cambio de contribuir al desastre, debemos soportar a una titular de la SEP distante años luz de aquellas mentes brillantes, y cuyo pésimo desempeño se complementa con un lenguaje deficiente, desconocimiento de la distribución territorial y una ignorancia atroz de la aritmética elemental, evidenciada al asegurar que la suma de beneficiarios de las becas oficiales es de 11 mil millones de estudiantes.