Un tema social
Los asuntos que afectan al magisterio y a la burocracia tienen en Toluca amplia repercusión debido al importante papel que han jugado en el desarrollo de la comunidad. Hablando sin hipérboles puede decirse, en una estimación prudente, que siete de cada diez habitantes proceden de una familia de servidores públicos, o recuerdan con gratitud a los maestros que los educaron, o cultivan estrecha amistad con empleados estatales y municipales, o se invitan a fiestas o suelen ver juntos los partidos de futbol… porque comparten el espacio físico y porque integran el núcleo de una vigorosa clase media que hace posible el equilibrio de la sociedad. Burócratas y profesores, además, son parte esencial de ese fenómeno casi intangible que los comunicadores llaman “opinión pública”, conciencia social.
Esto explica en cierto modo que los cambios que está sufriendo el ISSEMyM, órgano de seguridad social de los servidores públicos mexiquenses, esté impactando a otros sectores de la población que observan con preocupación el curso de los acontecimientos.
Nadie que se encuentre en sano juicio es capaz de negar que el ISSEMyM requiere cambios urgentes, necesarios, debido a que su salud financiera está en jaque, pero tal vez esos cambios pudieron suceder de un modo menos traumático.
Recordemos: en junio de 1951, el gobernador Alfredo del Mazo Vélez fundó la Dirección de Pensiones del Estado de México y puso al frente al profesor Santiago Velasco Ruiz, de Atlacomulco, honesto y excelente administrador.
A partir del siguiente sexenio, con el gobernador Salvador Sánchez Colín, el nuevo organismo tuvo un desarrollo espectacular en aspectos médicos y asistenciales que se prolongó hasta el sexenio del profesor Carlos Hank González.
Surgieron varias colonias –Pensiones, Granjas, Morelos primera y segunda sección, Rancho de la Mora, etc.− que modificaron el mapa de la ciudad. Burócratas y profesores pudieron comprar una buena casa pagadera a 15 años, con baja mensualidad e intereses inferiores a los bancarios, pues las viviendas y la urbanización eran financiadas al cien por ciento por pensiones. Los servicios médicos progresaron hasta que en 1967 fue posible edificar la Policlínica del ISSEMyM; los préstamos quirografarios e hipotecarios sacaron de apuros a muchas familias y los inspectores escolares obtuvieron fácilmente un crédito para comprar coche.
De esas sólidas bases surgió el ISSEMyM, que se desarrolló hasta convertirse en el gigante que ahora es.
Sin embargo, por razones no del todo claras, la institución perdió compresión en las alturas, entró en barreno y está a punto de impactarse, pues sus reservas estratégicas no dan para más.
Cambiar la ley era necesario, es cierto, pero no sólo por decisión de los diputados, sino por el convencimiento y consenso de los derechohabientes, corresponsables del ISSEMyM.