/ sábado 8 de julio de 2023

Reflexiones en Textos Cortos | La resentida generación pandémica (Un grupo focal con mis alumnos)

Un día platicando con mi hermano médico, concluimos que para las generaciones más añejas los más jóvenes resultan ser muy delicados, susceptibles y frágiles porque ahora necesitan de algún terapeuta; y quizá nuestros abuelos no necesitaron ninguno, pero cuántos de nuestros conocidos más ancianos se despidieron de este mundo llenos de resentimiento, dolor y desconfianza. Quizá los más jóvenes no sufran de la misma manera que los que nacieron hace décadas atrás, pero ahora los adolescentes saben identificar que tienen un problema.

A pesar de envejecer sigo relacionándome con adolescentes, el tiempo pasa y los alumnos resultan ser distintos generación tras generación. Los alumnos del bachillerato tecnológico del 3er cuatrimestre del turno matutino en IUEM, fueron una muestra de la generación pandémica, su Secundaria se vio atravesada por el encierro que provocó el Covid-19. Esa etapa: la pubertad, en donde el cuerpo cambia y el aprender a interactuar con personas ajenas comienza a acentuarse, se interrumpió abruptamente por el encierro.

Hice un grupo focal con mis alumnos, comenzamos a platicar sobre las principales dificultades que tuvieron al vivir ese salto importante de la clase en línea a la clase presencial y cómo afectó su vida estudiantil y personal.

Algunos comentaron que empezar a interactuar con gente de su edad, fue impedido por la convivencia obligatoria con la familia, que al mismo tiempo tuvo consigo cosas buenas, sus padres y madres que tenían que trabajar todos los días; ahora se sentían extraños dentro de sus casas, al mismo tiempo más próximos, verdaderamente comenzaron a tener una relación hacia sus hijos, poniéndoles atención y escuchando lo que por mucho tiempo habían callado.

Después de unos meses, también resultó difícil solamente convivir con gente mayor, tenían la necesidad de sentirse escuchados por sus contemporáneos, de repente se les olvidó cómo hacerlo y en un instante la pandemia se terminó y regresaron a clases presenciales, ahora en la preparatoria.

Los adolescentes no sólo tenían que lidiar con el no saber cómo interactuar con los demás, a tal grado que los salones de clase parecían inhabitados en los primeros dos meses, los maestros se sentían tan extraños en el silencio sepulcral, pues obviamente no sabían cómo iniciar la interacción con sus compañeros. La misma escuela fue aligerando el malestar, comenzaron los trabajos en equipo que poco a poco generaban soltura para sus conversaciones.

La carente posibilidad de interactuar en lo físico, los fue orillando a platicar con gente desconocida en línea, algunos de mis alumnos incluso dicen tener una fuerte amistad con aquellos que conocieron jugando Fortnite durante la Pandemia, que posteriormente conocieron de forma personal y física; pero aclarando que no han vuelto a conocer gente desconocida en línea, sólo fue un acto que la contingencia les heredó.

Los jóvenes postpandemia se distraen con facilidad, les cuesta trabajo retener, no interactúan tan sencillo como otras generaciones, saben que tienen mucho qué arreglar; pero eso sí para la gente mayor, son problemas pequeños que no requieren de terapia. El resentimiento es quizá el síntoma de la gente vieja.


Un día platicando con mi hermano médico, concluimos que para las generaciones más añejas los más jóvenes resultan ser muy delicados, susceptibles y frágiles porque ahora necesitan de algún terapeuta; y quizá nuestros abuelos no necesitaron ninguno, pero cuántos de nuestros conocidos más ancianos se despidieron de este mundo llenos de resentimiento, dolor y desconfianza. Quizá los más jóvenes no sufran de la misma manera que los que nacieron hace décadas atrás, pero ahora los adolescentes saben identificar que tienen un problema.

A pesar de envejecer sigo relacionándome con adolescentes, el tiempo pasa y los alumnos resultan ser distintos generación tras generación. Los alumnos del bachillerato tecnológico del 3er cuatrimestre del turno matutino en IUEM, fueron una muestra de la generación pandémica, su Secundaria se vio atravesada por el encierro que provocó el Covid-19. Esa etapa: la pubertad, en donde el cuerpo cambia y el aprender a interactuar con personas ajenas comienza a acentuarse, se interrumpió abruptamente por el encierro.

Hice un grupo focal con mis alumnos, comenzamos a platicar sobre las principales dificultades que tuvieron al vivir ese salto importante de la clase en línea a la clase presencial y cómo afectó su vida estudiantil y personal.

Algunos comentaron que empezar a interactuar con gente de su edad, fue impedido por la convivencia obligatoria con la familia, que al mismo tiempo tuvo consigo cosas buenas, sus padres y madres que tenían que trabajar todos los días; ahora se sentían extraños dentro de sus casas, al mismo tiempo más próximos, verdaderamente comenzaron a tener una relación hacia sus hijos, poniéndoles atención y escuchando lo que por mucho tiempo habían callado.

Después de unos meses, también resultó difícil solamente convivir con gente mayor, tenían la necesidad de sentirse escuchados por sus contemporáneos, de repente se les olvidó cómo hacerlo y en un instante la pandemia se terminó y regresaron a clases presenciales, ahora en la preparatoria.

Los adolescentes no sólo tenían que lidiar con el no saber cómo interactuar con los demás, a tal grado que los salones de clase parecían inhabitados en los primeros dos meses, los maestros se sentían tan extraños en el silencio sepulcral, pues obviamente no sabían cómo iniciar la interacción con sus compañeros. La misma escuela fue aligerando el malestar, comenzaron los trabajos en equipo que poco a poco generaban soltura para sus conversaciones.

La carente posibilidad de interactuar en lo físico, los fue orillando a platicar con gente desconocida en línea, algunos de mis alumnos incluso dicen tener una fuerte amistad con aquellos que conocieron jugando Fortnite durante la Pandemia, que posteriormente conocieron de forma personal y física; pero aclarando que no han vuelto a conocer gente desconocida en línea, sólo fue un acto que la contingencia les heredó.

Los jóvenes postpandemia se distraen con facilidad, les cuesta trabajo retener, no interactúan tan sencillo como otras generaciones, saben que tienen mucho qué arreglar; pero eso sí para la gente mayor, son problemas pequeños que no requieren de terapia. El resentimiento es quizá el síntoma de la gente vieja.