/ jueves 7 de abril de 2022

Repique Inocente | Parlamentario

A nuestros señores diputados les ha dado por hacer parlamentos abiertos por esto aquello y lo de más allá.

Es como la solución que está de moda entre los asesores y especialistas en materias parlamentarias. No importa el tema ni la circunstancia. Me imagino la mesa de la oficina del diputado o diputada. Se plantea el asunto en cuestión o simplemente que se defina algo en la agenda del ínclito o ínclita representante popular. Y lo primero es: “¿y si hacemos un parlamento abierto?

Y foros y consultas y ejercicios de estos, en donde se dan cita especialistas, académicos —y académicas—, consultoras —y consultores—, opinólogos y opinólogas, y políticos de ambos sexos, donde se plantean problemas, se formulan diagnósticos, se proponen soluciones, se hace polémica y se dialoga así de una forma bien democrática.

Da gusto saber que se escucha a los interesados en temas determinados. Que se les presta un foro, al que también acude gente sin quéhacer, que siempre ayuda a rellenar los auditorios. Al arriba firmante le da tanta alegría que hasta le entran ganas de llorar, de ver tantas muestras de participación ciudadana, de democracia directa. Una chulada.

Y como se supone que se trata de un modelo novedoso o de reciente manufactura, todos quieren hacer el suyo. No importa el motivo. Parlamento abierto por “ténme acá estas pajas”, parlamento abierto por la inmensidad de la pequeñez. Y por la inmortalidad del cangrejo.

Lo que le da tristeza al arriba firmante es que en estos parlamentos abiertos —foros, consultas o como les quieran llamar— se escuchan muchas ideas. Tantas soluciones como intervenciones de los participantes. Y pocas se materializan. Sobre todo porque sean quienes sean los participantes suelen ser las mismas ideas y propuestas que hemos escuchado por años.

Hace unos días, por ejemplo, algún diputado o diputada —disculpen que no recuerde de quién se trata, ni me tome el tiempo para hacerlo— se propuso recabar ideas en este modelo de parlamento abierto acerca del campo. Y cualquiera con tres dedos de frente, metido en el medio agropecuario, sabe cuáles son los problemas y tiene una idea de las soluciones. Desde hace décadas. En consecuencia, un encuentro de la naturaleza que sea no puede hacer otra cosa que repetir lo que se ha dicho una y otra vez.

También en materia de protección civil, materia sobre la que ha surgido también la propuesta de un parlamento abierto —¿para no quedarse atrás, verdad?—. El arriba firmante se pregunta qué novedad podrá surgir y cuántas ideas se van a repetir.

Si lo que necesitan los diputados y diputadas es saber en qué se metieron en las comisiones que les dieron, contrátense unos buenos asesores, que los pongan “bien filosos” en unas cuantas sesiones, que seguramente serán más productivas.

Es verdad que hablando se entiende la gente. Los parlamentos esos deben tener su valor. Y no es solamente la foto y el discurso.

***

Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca.

Mail: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.

A nuestros señores diputados les ha dado por hacer parlamentos abiertos por esto aquello y lo de más allá.

Es como la solución que está de moda entre los asesores y especialistas en materias parlamentarias. No importa el tema ni la circunstancia. Me imagino la mesa de la oficina del diputado o diputada. Se plantea el asunto en cuestión o simplemente que se defina algo en la agenda del ínclito o ínclita representante popular. Y lo primero es: “¿y si hacemos un parlamento abierto?

Y foros y consultas y ejercicios de estos, en donde se dan cita especialistas, académicos —y académicas—, consultoras —y consultores—, opinólogos y opinólogas, y políticos de ambos sexos, donde se plantean problemas, se formulan diagnósticos, se proponen soluciones, se hace polémica y se dialoga así de una forma bien democrática.

Da gusto saber que se escucha a los interesados en temas determinados. Que se les presta un foro, al que también acude gente sin quéhacer, que siempre ayuda a rellenar los auditorios. Al arriba firmante le da tanta alegría que hasta le entran ganas de llorar, de ver tantas muestras de participación ciudadana, de democracia directa. Una chulada.

Y como se supone que se trata de un modelo novedoso o de reciente manufactura, todos quieren hacer el suyo. No importa el motivo. Parlamento abierto por “ténme acá estas pajas”, parlamento abierto por la inmensidad de la pequeñez. Y por la inmortalidad del cangrejo.

Lo que le da tristeza al arriba firmante es que en estos parlamentos abiertos —foros, consultas o como les quieran llamar— se escuchan muchas ideas. Tantas soluciones como intervenciones de los participantes. Y pocas se materializan. Sobre todo porque sean quienes sean los participantes suelen ser las mismas ideas y propuestas que hemos escuchado por años.

Hace unos días, por ejemplo, algún diputado o diputada —disculpen que no recuerde de quién se trata, ni me tome el tiempo para hacerlo— se propuso recabar ideas en este modelo de parlamento abierto acerca del campo. Y cualquiera con tres dedos de frente, metido en el medio agropecuario, sabe cuáles son los problemas y tiene una idea de las soluciones. Desde hace décadas. En consecuencia, un encuentro de la naturaleza que sea no puede hacer otra cosa que repetir lo que se ha dicho una y otra vez.

También en materia de protección civil, materia sobre la que ha surgido también la propuesta de un parlamento abierto —¿para no quedarse atrás, verdad?—. El arriba firmante se pregunta qué novedad podrá surgir y cuántas ideas se van a repetir.

Si lo que necesitan los diputados y diputadas es saber en qué se metieron en las comisiones que les dieron, contrátense unos buenos asesores, que los pongan “bien filosos” en unas cuantas sesiones, que seguramente serán más productivas.

Es verdad que hablando se entiende la gente. Los parlamentos esos deben tener su valor. Y no es solamente la foto y el discurso.

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Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca.

Mail: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.