/ miércoles 26 de agosto de 2020

Repique inocente | Taparle el ojo al macho

Los videos escándalos en México son un deporte nacional por excelencia.

Si no están en las olimpiadas nacionales o en las universiadas es porque no existe una federación que sancione su práctica ni reglas claramente establecidas.

Eso sí, salvo alguna excepción que escape de la memoria de teflón del arriba firmante, todos terminan en el olvido, sin sanciones ejemplares para los participantes. Es el común denominador.

Como lo es también que el fair play de este deporte nacional implique la aparición de videos muy similares de los contendientes o denunciantes.

Los más recientes son por supuesto los videos atribuidos a Emilio Lozoya, donde prominentes panistas aparecen recibiendo bolsas de dinero en las que se adivinan miles de pesos en cómodas denominaciones de 500 y 200 del águila.

Y en el otro lado, los que protagonizan el hermano del presidente Andrés Manuel López Obrador, Pío de nombre, y David León, alto funcionario del actual régimen de la cuatro té, donde también se intercambia la marmaja, perfectamente ensobretada.

Pero si nos remontamos en el tiempo, hace unos pocos años un colaborador de López Obrador, René Bejarano, bautizado como El Señor de las Ligas, en el no tan lejano 2004 apareció como protagonista de sendos videos recibiendo una lanota en efectivo del empresario de origen argentino Carlos Ahumada —el mismo que luego reclamó haberle prestado unos cuantos millones al PRD de la hoy presidiaria Rosario Robles Berlanga—.

Ni antes ni ahora los protagonistas de los video escándalos han recibido castigo. Y si lo hubo en algún caso, hoy los protagonistas del ayer y de la semana pasada andan como si no hubiera pasado nada. Como si se tratara de un mal sueño. Como Pedro por su casa. Ni sudan ni se acongojan.

Porque ahí radica también el juego limpio: no importa si sales en un video escándalo, especialmente si lleva de por medio algunos miles o millones de pesos, puedes tener por seguro de que la opinión pública(da) te linchará —y probablemente haga lo mismo la opinión popular—, pero legalmente estarás a buen resguardo. O dicho en pocas palabras: te harán lo que el viento a Juárez.

Si acaso, perderán su chamba, en el ánimo de taparle el ojo al macho.

Eso esta ocurriendo ahora mismo. El escándalo se enfría, lo sustituye uno nuevo o más atractivo, y los procesos penales o legales que se esperarían de la evidencia gráfica se diluyen o simple y llanamente no se concretan. Ni siquiera el famoso Emilio “L” ha pisado la prisión.

Todo cambia y al final todo queda igual. Los especialistas en ciencia política lo llaman gatopardismo.

Pero no sólo sucede en la vida política, también en otras facetas de la vida pública donde los escándalos se suceden vertiginosamente sin mayores consecuencias. Ahí están los incontables leidis y lords que han florecido con las redes sociales y los deportistas y artistas que escenifican sucesos bullangueros —los más recientes, dos jugadores de las Chivas de Guadalajara— y que tras un cierto tiempo aparecen reivindicados, con más defensores y admiradores que antes. Es un deporte nacional con miles de espectadores de famas efímeras. Pero también con protagonistas de colas pelonas y largas de roedores consumados.

***

Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca.

Mail: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz

Los videos escándalos en México son un deporte nacional por excelencia.

Si no están en las olimpiadas nacionales o en las universiadas es porque no existe una federación que sancione su práctica ni reglas claramente establecidas.

Eso sí, salvo alguna excepción que escape de la memoria de teflón del arriba firmante, todos terminan en el olvido, sin sanciones ejemplares para los participantes. Es el común denominador.

Como lo es también que el fair play de este deporte nacional implique la aparición de videos muy similares de los contendientes o denunciantes.

Los más recientes son por supuesto los videos atribuidos a Emilio Lozoya, donde prominentes panistas aparecen recibiendo bolsas de dinero en las que se adivinan miles de pesos en cómodas denominaciones de 500 y 200 del águila.

Y en el otro lado, los que protagonizan el hermano del presidente Andrés Manuel López Obrador, Pío de nombre, y David León, alto funcionario del actual régimen de la cuatro té, donde también se intercambia la marmaja, perfectamente ensobretada.

Pero si nos remontamos en el tiempo, hace unos pocos años un colaborador de López Obrador, René Bejarano, bautizado como El Señor de las Ligas, en el no tan lejano 2004 apareció como protagonista de sendos videos recibiendo una lanota en efectivo del empresario de origen argentino Carlos Ahumada —el mismo que luego reclamó haberle prestado unos cuantos millones al PRD de la hoy presidiaria Rosario Robles Berlanga—.

Ni antes ni ahora los protagonistas de los video escándalos han recibido castigo. Y si lo hubo en algún caso, hoy los protagonistas del ayer y de la semana pasada andan como si no hubiera pasado nada. Como si se tratara de un mal sueño. Como Pedro por su casa. Ni sudan ni se acongojan.

Porque ahí radica también el juego limpio: no importa si sales en un video escándalo, especialmente si lleva de por medio algunos miles o millones de pesos, puedes tener por seguro de que la opinión pública(da) te linchará —y probablemente haga lo mismo la opinión popular—, pero legalmente estarás a buen resguardo. O dicho en pocas palabras: te harán lo que el viento a Juárez.

Si acaso, perderán su chamba, en el ánimo de taparle el ojo al macho.

Eso esta ocurriendo ahora mismo. El escándalo se enfría, lo sustituye uno nuevo o más atractivo, y los procesos penales o legales que se esperarían de la evidencia gráfica se diluyen o simple y llanamente no se concretan. Ni siquiera el famoso Emilio “L” ha pisado la prisión.

Todo cambia y al final todo queda igual. Los especialistas en ciencia política lo llaman gatopardismo.

Pero no sólo sucede en la vida política, también en otras facetas de la vida pública donde los escándalos se suceden vertiginosamente sin mayores consecuencias. Ahí están los incontables leidis y lords que han florecido con las redes sociales y los deportistas y artistas que escenifican sucesos bullangueros —los más recientes, dos jugadores de las Chivas de Guadalajara— y que tras un cierto tiempo aparecen reivindicados, con más defensores y admiradores que antes. Es un deporte nacional con miles de espectadores de famas efímeras. Pero también con protagonistas de colas pelonas y largas de roedores consumados.

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Director del noticiario Así Sucede de Grupo Acir Toluca.

Mail: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz