/ miércoles 2 de septiembre de 2020

Vida Pública | AMLO imbatible



Crisis sanitaria, más crisis de inseguridad, aunadas a crisis económica y a crisis educativa, no hacen crisis política; al menos no para AMLO que mantiene un 57 por ciento de aprobación en el promedio de todas las encuestas conocidas y publicadas. En el peor momento para nuestro país, el presidente de la República continúa siendo bien evaluado por cinco razones principales, que vale la pena analizar, siendo la comunicación gubernamental, pieza clave de la administración pública.

Primero, los ciudadanos mexicanos no atribuyen al Ejecutivo la responsabilidad de la crisis sanitaria, puesto que llegó de fuera, y debido a que no queda suficientemente claro ante la mirada ciudadana el grado personal de responsabilidad del personaje en la gestión de la situación derivada de Covid_19 que, si bien califican como mal atendida, no es evidente el momento clave del error gubernamental, y en la cadena de errores se difumina la responsabilidad y se distribuye entre muchas autoridades y se concentra en los actores que el propio presidente sacó del anonimato para hacerlo más visible. Hay, incluso, una cierta consciencia autocrítica de una sociedad que, sabe, no ha sido completamente respetuosa y obediente de las disposiciones oficiales y, en esa medida, se sabe corresponsable de la desastrosa situación que padecemos, en descargo del gobernante que sigue “cayendo bien” a las personas.

Segundo, la crisis de inseguridad que sufrimos es de larga data y, si bien se ha agudizado y empeorado, respecto al más contundente y lamentable de los indicadores: número de homicidios cometidos, la opinión de las personas tiene claro que se trata de un problema heredado, de suerte que, aunque en estos primeros dos años el país ya ha padecido el día, el fin de semana, el mes, el bimestre, el semestre y el año más mortífero de la historia del país, a la mirada de la mayoría de las personas, no queda clara la responsabilidad directa del Ejecutivo. No obstante la gravedad y el dramatismo de esta realidad, este severo problema tiende a normalizarse en la percepción de las personas, de modo que en la opinión pública, incluso en la publicada, la inseguridad tiende a ser parte del paisaje, eclipsada por el problema de salud.

Tercero, la crisis económica no acaba de mostrar toda su crudeza. Incluso los millones de personas que ya perdieron su empleo y los que vieron reducidos sus ingresos desde hace dos meses, con precariedad y como en otras ocasiones lo han padecido ellos mismos o lo vieron hacer a sus padres, logran subsistir, soportando y apelando a la ayuda de familiares y amigos, muchas veces llegada desde el extranjero. Esta es, quizá, el único de los factores que marcará para el presidente un límite temporal, una bomba de tiempo porque, para los próximos meses en los que, todo indica, esas personas no recuperarán su anterior y raquítica situación, y su opinión respecto a la responsabilidad presidencial en sus padecimientos, sí podría empezar a cambiar por el simple paso del tiempo.

Cuarto, el ciclo escolar acaba de iniciar con una gran disposición de padres de familia y alumnos que viven mayoritariamente la nueva experiencia con buena actitud, incluso con humor. Aunque al interior del magisterio las cosas comienzan a crujir, y las deficiencias del experimento iniciado, apenas están por evidenciarse, y la brecha digital nada más asoma, sin dejar ver el cuerpo de desigualdades que hay debajo, lo cierto es que la comunidad está haciendo un gran trabajo de adaptación.

Quinto, nadie se ha atrevido a dar una explicación diferente de lo que estamos viviendo los mexicanos. La narrativa de lo que está pasando es única, la dicta el titular del Poder Ejecutivo Federal todas las mañanas y, como si se hubieran puesto de acuerdo, los otros poderes de la Unión, los de los estados de la república, las instituciones y los partidos políticos, analistas, expertos y medios de comunicación danzan en torno a esa historia narrativa de nuestro presente. Lo hacen involuntariamente, incluso quiénes con muy respetable honestidad y valor cívico, y creciente notoriedad y energía, aunque con cierta ingenuidad, marchan para exigir la renuncia del presidente.

Consecuentemente, no existe figura alguna u organización o institución, mucho menos personaje, que emerja, cobre visibilidad, y que capte, que gane, recoja los puntos de popularidad que López Obrador ciertamente ha perdido desde que inició su gestión, pero que no le representan riesgo, pues no hay competencia que lo capitalice y por eso, al rendir su segundo informe de gobierno, AMLO luce imbatible y hasta de buen humor, en medio de la tempestad.

@HuicocheaAlanis



Crisis sanitaria, más crisis de inseguridad, aunadas a crisis económica y a crisis educativa, no hacen crisis política; al menos no para AMLO que mantiene un 57 por ciento de aprobación en el promedio de todas las encuestas conocidas y publicadas. En el peor momento para nuestro país, el presidente de la República continúa siendo bien evaluado por cinco razones principales, que vale la pena analizar, siendo la comunicación gubernamental, pieza clave de la administración pública.

Primero, los ciudadanos mexicanos no atribuyen al Ejecutivo la responsabilidad de la crisis sanitaria, puesto que llegó de fuera, y debido a que no queda suficientemente claro ante la mirada ciudadana el grado personal de responsabilidad del personaje en la gestión de la situación derivada de Covid_19 que, si bien califican como mal atendida, no es evidente el momento clave del error gubernamental, y en la cadena de errores se difumina la responsabilidad y se distribuye entre muchas autoridades y se concentra en los actores que el propio presidente sacó del anonimato para hacerlo más visible. Hay, incluso, una cierta consciencia autocrítica de una sociedad que, sabe, no ha sido completamente respetuosa y obediente de las disposiciones oficiales y, en esa medida, se sabe corresponsable de la desastrosa situación que padecemos, en descargo del gobernante que sigue “cayendo bien” a las personas.

Segundo, la crisis de inseguridad que sufrimos es de larga data y, si bien se ha agudizado y empeorado, respecto al más contundente y lamentable de los indicadores: número de homicidios cometidos, la opinión de las personas tiene claro que se trata de un problema heredado, de suerte que, aunque en estos primeros dos años el país ya ha padecido el día, el fin de semana, el mes, el bimestre, el semestre y el año más mortífero de la historia del país, a la mirada de la mayoría de las personas, no queda clara la responsabilidad directa del Ejecutivo. No obstante la gravedad y el dramatismo de esta realidad, este severo problema tiende a normalizarse en la percepción de las personas, de modo que en la opinión pública, incluso en la publicada, la inseguridad tiende a ser parte del paisaje, eclipsada por el problema de salud.

Tercero, la crisis económica no acaba de mostrar toda su crudeza. Incluso los millones de personas que ya perdieron su empleo y los que vieron reducidos sus ingresos desde hace dos meses, con precariedad y como en otras ocasiones lo han padecido ellos mismos o lo vieron hacer a sus padres, logran subsistir, soportando y apelando a la ayuda de familiares y amigos, muchas veces llegada desde el extranjero. Esta es, quizá, el único de los factores que marcará para el presidente un límite temporal, una bomba de tiempo porque, para los próximos meses en los que, todo indica, esas personas no recuperarán su anterior y raquítica situación, y su opinión respecto a la responsabilidad presidencial en sus padecimientos, sí podría empezar a cambiar por el simple paso del tiempo.

Cuarto, el ciclo escolar acaba de iniciar con una gran disposición de padres de familia y alumnos que viven mayoritariamente la nueva experiencia con buena actitud, incluso con humor. Aunque al interior del magisterio las cosas comienzan a crujir, y las deficiencias del experimento iniciado, apenas están por evidenciarse, y la brecha digital nada más asoma, sin dejar ver el cuerpo de desigualdades que hay debajo, lo cierto es que la comunidad está haciendo un gran trabajo de adaptación.

Quinto, nadie se ha atrevido a dar una explicación diferente de lo que estamos viviendo los mexicanos. La narrativa de lo que está pasando es única, la dicta el titular del Poder Ejecutivo Federal todas las mañanas y, como si se hubieran puesto de acuerdo, los otros poderes de la Unión, los de los estados de la república, las instituciones y los partidos políticos, analistas, expertos y medios de comunicación danzan en torno a esa historia narrativa de nuestro presente. Lo hacen involuntariamente, incluso quiénes con muy respetable honestidad y valor cívico, y creciente notoriedad y energía, aunque con cierta ingenuidad, marchan para exigir la renuncia del presidente.

Consecuentemente, no existe figura alguna u organización o institución, mucho menos personaje, que emerja, cobre visibilidad, y que capte, que gane, recoja los puntos de popularidad que López Obrador ciertamente ha perdido desde que inició su gestión, pero que no le representan riesgo, pues no hay competencia que lo capitalice y por eso, al rendir su segundo informe de gobierno, AMLO luce imbatible y hasta de buen humor, en medio de la tempestad.

@HuicocheaAlanis