/ miércoles 3 de marzo de 2021

Vida Pública | China exitosa y ejemplar

Sí se puede acabar en la pobreza, y China nos ha demostrado cómo. Nunca en la civilización sistema político o económico ha logrado en esa escala, la proeza de sacar de la pobreza a casi mil millones de personas en menos de una década.

El jueves pasado, el Presidente, Xi Jinping, informó que las últimas y más remotas poblaciones del país alcanzaron el nivel de desarrollo del resto de la población, y se han liberado de la pobreza extrema. Culminó así un largo camino de varias generaciones y se cumplió un desafío de esa nación anunciado apenas hace 12 años, cuando gobierno y sociedad se comprometieron a sacudirse la miseria de extensos sectores de su población. Lo logrado por China implica un enorme porcentaje de reducción de la pobreza global y lo ha alcanzado 10 años antes del plazo establecido por la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Y por si eso pareciera poco, hay que subrayar que en China, el umbral de pobreza se fija en un ingreso anual de 4.000 yuanes (510 euros) o 1,9 euros por día, aunque en el resto del orbe, conforme a normas internacionales es de 1,8 euros.

Quedan naturalmente desigualdades y desequilibrios por resolver, pero lo logrado hasta ahora señala una tendencia y aporta un impulso que habrá de continuar. El coeficiente de Gini, el indicador mundial para estudiar la desigualdad social, en China se redujo a 0,465 en 2019 desde el máximo de 0,491 en 2008. Entre 2016 y 2020, la brecha de ingreso per cápita entre las poblaciones urbanos y rurales también se estrechó al pasar de 2.73:1 a 2,64:1. El PIB per cápita superó los 10.000 dólares y su población de ingresos medios suma más de 400 millones de personas. Es la sociedad medianamente próspera que muchos en el planeta han soñado y que el Partido Comunista Chino ofreció lograr a su población.

China ha hecho pública su exitosa fórmula del desarrollo: infraestructura, comercio, empleo, innovación, tecnologías, educación de la más alta calidad, servicios públicos ejemplares comenzando por el de la salud para todos, y combate frontal a la corrupción con no pocos casos de servidores públicos acreedores a ejemplares sanciones, incluyendo la de la muerte. Pero lo más importante es que ha sido la acción decidida del Estado –no la del mercado, aunque aprovechando las ventajas de éste- la que ha permitido alcanzar este trascendental éxito.

China lo logró ejerciendo administración pública basada en indicadores, priorizando el desarrollo local y con un peculiar sistema de “apadrinamiento” por medio de fuerte inversión, a partir de objetivos planteados por la comunidad y las autoridades municipales y un gran protagonismo de las regiones -gobiernos subnacionales- más desarrolladas del este del país e incluso de muchas empresas, estatales, pero también privadas, sobre todo las de productos y servicios de componentes altamente tecnológicos. De ese modo y, es preciso repetirlo: con el propósito común de alcanzar una sociedad medianamente próspera, todos estos actores destinaron durante años parte de sus recursos y beneficios a auspiciar el desarrollo de las zonas más empobrecidas. China es hoy la nación más exitosa y ejemplo a estudiar y emular.

@HuicocheaAlanis

Sí se puede acabar en la pobreza, y China nos ha demostrado cómo. Nunca en la civilización sistema político o económico ha logrado en esa escala, la proeza de sacar de la pobreza a casi mil millones de personas en menos de una década.

El jueves pasado, el Presidente, Xi Jinping, informó que las últimas y más remotas poblaciones del país alcanzaron el nivel de desarrollo del resto de la población, y se han liberado de la pobreza extrema. Culminó así un largo camino de varias generaciones y se cumplió un desafío de esa nación anunciado apenas hace 12 años, cuando gobierno y sociedad se comprometieron a sacudirse la miseria de extensos sectores de su población. Lo logrado por China implica un enorme porcentaje de reducción de la pobreza global y lo ha alcanzado 10 años antes del plazo establecido por la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Y por si eso pareciera poco, hay que subrayar que en China, el umbral de pobreza se fija en un ingreso anual de 4.000 yuanes (510 euros) o 1,9 euros por día, aunque en el resto del orbe, conforme a normas internacionales es de 1,8 euros.

Quedan naturalmente desigualdades y desequilibrios por resolver, pero lo logrado hasta ahora señala una tendencia y aporta un impulso que habrá de continuar. El coeficiente de Gini, el indicador mundial para estudiar la desigualdad social, en China se redujo a 0,465 en 2019 desde el máximo de 0,491 en 2008. Entre 2016 y 2020, la brecha de ingreso per cápita entre las poblaciones urbanos y rurales también se estrechó al pasar de 2.73:1 a 2,64:1. El PIB per cápita superó los 10.000 dólares y su población de ingresos medios suma más de 400 millones de personas. Es la sociedad medianamente próspera que muchos en el planeta han soñado y que el Partido Comunista Chino ofreció lograr a su población.

China ha hecho pública su exitosa fórmula del desarrollo: infraestructura, comercio, empleo, innovación, tecnologías, educación de la más alta calidad, servicios públicos ejemplares comenzando por el de la salud para todos, y combate frontal a la corrupción con no pocos casos de servidores públicos acreedores a ejemplares sanciones, incluyendo la de la muerte. Pero lo más importante es que ha sido la acción decidida del Estado –no la del mercado, aunque aprovechando las ventajas de éste- la que ha permitido alcanzar este trascendental éxito.

China lo logró ejerciendo administración pública basada en indicadores, priorizando el desarrollo local y con un peculiar sistema de “apadrinamiento” por medio de fuerte inversión, a partir de objetivos planteados por la comunidad y las autoridades municipales y un gran protagonismo de las regiones -gobiernos subnacionales- más desarrolladas del este del país e incluso de muchas empresas, estatales, pero también privadas, sobre todo las de productos y servicios de componentes altamente tecnológicos. De ese modo y, es preciso repetirlo: con el propósito común de alcanzar una sociedad medianamente próspera, todos estos actores destinaron durante años parte de sus recursos y beneficios a auspiciar el desarrollo de las zonas más empobrecidas. China es hoy la nación más exitosa y ejemplo a estudiar y emular.

@HuicocheaAlanis