/ lunes 9 de julio de 2018

Contexto


¡Más vale la palabra que la ley!: palabra de policía.


De pronto la detuvieron los policías.

Ella, como es obvio, se asustó. ¿Me secuestran?, ¿me darán un levantón?, ¿me van a desaparecer?

Un policía en moto y uno de a pie se acercan a la ventana de la puerta del coche.

“Buenos días, señorita”, le dicen.

“Buenos días”, responde ella. Apenas bajando un poco el vidrio.
Ellos se dieron cuenta de su cara asustada.

“No se preocupe usted. Quédese tranquila. Solo cumplimos con su nuestro deber. Se dio usted una vuelta en un sitio en el que estaba prohibido, ¿verdad?”

“Creo que sí”, respondió temerosa.

“Pues mire le vamos a tener que levantar una infracción…híjole señorita y sale bien cara…como más de dos mil pesos”.

“Si oficial, ¿qué puedo hacer? No me queda otra más que usted procede muy a mi pesar”.

“Uy no…y viene usted de Toluca y estamos aquí en Naucalpan…será un problemón para usted…imagínese la infracción, venirla a pagar, a lo mejor y hasta podemos llamar a la grúa y llevarnos su coche…”
Ella solo alcanzaba a balbucear un ligero “si..siiii…siii”.

“Pero mire señorita, le dice amablemente el policía, no se preocupe a lo mejor la podemos ayudar y así evitarle todas estas molestias…”

“Pero ¿cómo?, pregunta ella.

“Mire es de lo más sencillo. Nosotros le ayudamos y usted nos ayuda y así pues todos estamos contentos y ya no la molestamos más”.

“Pero ¿cómo?”, volvía a preguntar.

“Mire, la multa es como de dos mil pesos…usted demos doscientos y ya damos por resuelto el incidente”.

“Pero es que no traigo dinero, es que salí de prisa de mi casa para irme al trabajo”.

“No se preocupe querida damita…¿tiene usted tarjeta?”.

“Sí”.

“Ah, pues entonces nosotros la llevamos al cajero, la escoltamos y la esperamos. ¿Le parece?”

“Sí. Está bien”, dijo ella.

Los polis la siguieron en la moto solo dos cuadras de distancia en donde estaba el cajero para sacar dinero.

Ella se aperó y se dirigió al cajero. Ellos la esperaron pacientemente y con una sonrisa de haber sido amables, decentes y además porque iban a recibir su lanita…, al menos para la comidita.

De pronto, ella salió del cajero y les dijo.

“Saben que ya me arrepentí y no les voy a dar nada”.

Ellos sorprendidos respondieron: “¿Pero cómo?, pues ya habíamos quedado”.

“Además yo ya estoy en otro sitio y no me pueden levantar infracción? Y pues la verdad no se me hace justo”.

Ellos seguían sorprendidos:

“Pero oiga usted ya dio su palabra…nosotros fuimos correctos y hasta la escoltamos para que estuviera usted segura…además nos ofende...nosotros fuimos derechos y le dijimos los pros y contras…y usted nos dio su palabra…y la palabra señorita vale mucho…no es correcto lo que usted está haciendo…usted no ha cumplido con su palabra”.

Ella se negaba a darles algo. Cruzada de brazos seguía sentada en el interior de su coche.

Ellos indignados decidieron retirarse. “Señorita eso no se hace…la palabra es la promesa más grande…y usted no cumplió y eso, eso no se hace. Allá usted y sus principios…no se puede andar en la vida engañando a las personas… eso no es ético ni correcto…allá usted”,

Enojados, sorprendidos, se fueron.

Ella se arrancó rumbo a su destino.


¡Más vale la palabra que la ley!: palabra de policía.


De pronto la detuvieron los policías.

Ella, como es obvio, se asustó. ¿Me secuestran?, ¿me darán un levantón?, ¿me van a desaparecer?

Un policía en moto y uno de a pie se acercan a la ventana de la puerta del coche.

“Buenos días, señorita”, le dicen.

“Buenos días”, responde ella. Apenas bajando un poco el vidrio.
Ellos se dieron cuenta de su cara asustada.

“No se preocupe usted. Quédese tranquila. Solo cumplimos con su nuestro deber. Se dio usted una vuelta en un sitio en el que estaba prohibido, ¿verdad?”

“Creo que sí”, respondió temerosa.

“Pues mire le vamos a tener que levantar una infracción…híjole señorita y sale bien cara…como más de dos mil pesos”.

“Si oficial, ¿qué puedo hacer? No me queda otra más que usted procede muy a mi pesar”.

“Uy no…y viene usted de Toluca y estamos aquí en Naucalpan…será un problemón para usted…imagínese la infracción, venirla a pagar, a lo mejor y hasta podemos llamar a la grúa y llevarnos su coche…”
Ella solo alcanzaba a balbucear un ligero “si..siiii…siii”.

“Pero mire señorita, le dice amablemente el policía, no se preocupe a lo mejor la podemos ayudar y así evitarle todas estas molestias…”

“Pero ¿cómo?, pregunta ella.

“Mire es de lo más sencillo. Nosotros le ayudamos y usted nos ayuda y así pues todos estamos contentos y ya no la molestamos más”.

“Pero ¿cómo?”, volvía a preguntar.

“Mire, la multa es como de dos mil pesos…usted demos doscientos y ya damos por resuelto el incidente”.

“Pero es que no traigo dinero, es que salí de prisa de mi casa para irme al trabajo”.

“No se preocupe querida damita…¿tiene usted tarjeta?”.

“Sí”.

“Ah, pues entonces nosotros la llevamos al cajero, la escoltamos y la esperamos. ¿Le parece?”

“Sí. Está bien”, dijo ella.

Los polis la siguieron en la moto solo dos cuadras de distancia en donde estaba el cajero para sacar dinero.

Ella se aperó y se dirigió al cajero. Ellos la esperaron pacientemente y con una sonrisa de haber sido amables, decentes y además porque iban a recibir su lanita…, al menos para la comidita.

De pronto, ella salió del cajero y les dijo.

“Saben que ya me arrepentí y no les voy a dar nada”.

Ellos sorprendidos respondieron: “¿Pero cómo?, pues ya habíamos quedado”.

“Además yo ya estoy en otro sitio y no me pueden levantar infracción? Y pues la verdad no se me hace justo”.

Ellos seguían sorprendidos:

“Pero oiga usted ya dio su palabra…nosotros fuimos correctos y hasta la escoltamos para que estuviera usted segura…además nos ofende...nosotros fuimos derechos y le dijimos los pros y contras…y usted nos dio su palabra…y la palabra señorita vale mucho…no es correcto lo que usted está haciendo…usted no ha cumplido con su palabra”.

Ella se negaba a darles algo. Cruzada de brazos seguía sentada en el interior de su coche.

Ellos indignados decidieron retirarse. “Señorita eso no se hace…la palabra es la promesa más grande…y usted no cumplió y eso, eso no se hace. Allá usted y sus principios…no se puede andar en la vida engañando a las personas… eso no es ético ni correcto…allá usted”,

Enojados, sorprendidos, se fueron.

Ella se arrancó rumbo a su destino.