/ lunes 7 de enero de 2019

Contexto


Son los hoyos que vemos en las calles y que durante los últimos años han sido motivo de burla de los toluqueños, y de quienes no lo son, y que parecen ser una característica de nuestra ciudad y de nuestro municipio.

Los baches son la representación de años de mala obra pública, normalmente ligada a la corrupción, sobre mal uso de materiales, de abusos de los contratistas, de falta de vigilancia de la autoridad.

“Hacer las calles de oro o plata hubiera sido más barato”, decían los viejos cuando veían como cada año los gobiernos municipales tapaban, hasta varias al año, los mismos baches.

Esto ya no se puede permitir en un país, en un Estado y en un municipio que tiene enormes carencias.

Es políticamente imperdonable volverse a equivocar.

El bache no solo es el físico y que pone de mal humor a los toluqueños. El bache son los huecos en nuestra vida pública y la responsabilidad de quienes deben gobernar buscando el bien de todos.

Pero además de los baches en las calles, Toluca tiene más baches.

Están los baches con la historia, con la memoria. En Toluca insistimos en destruir, por desconocimiento de nuestro pasado, a nuestras culturas originarias. Los hemos olvidado y las políticas de desarrollo urbano han destruido sus tierras, su lengua, su memoria. Ha sido una mal idea seguir la dinámica del capital y no de la vida en comunidad. Cada centro comercial implica salida de dinero que no se compensa con lo que dejan o pretenden dejar a las localidades.

Están los baches con el pasado inmediato, cuando cada administración quiere reinventar al municipio sin considerar que es lo bueno que se aportó a través del esfuerzo social. Las sociedades que avanzan rápido son porque acumulan lo bueno hecho con anterioridad. Lo más ridículo de todo esto es el cambio de colores y de imagen que se pretende hacer de una administración a otra. Se debe legislar para ya no perder tanto dinero con los cambios de imagen, que la verdad, nadie aprecia y se olvidan tan pronto como llega otra administración. No me imagino a una ciudad como Paris, como Londres o Tokio un día pintada de rosa, otro día de verde, otro día de morado.

Están los baches en el desorden urbano, en el transporte. El desastre también es descomunal y desde el punto de vista cívico muy grave. Aprendemos a que vivir en el desorden es como la tierra de nadie. El transporte público pone su base en frente del jardín Vicente Guerrero con toda la inseguridad que esto implica y sin que autoridad alguna se aparezca; bases de taxis en los lugares cercanos a la Alameda sin que nadie diga nada y ya ni qué decir del mercado de Toluca; calles completas convertidas en estacionamientos: Vicente Guerrero, Carranza, los alrededores del mercado, Isidro Fabela por mencionar algunas. Empezar por poner orden en lo más simple, en lo más reciente es darle un mensaje a la comunidad de que hay propósito de cambio. Las acciones contra el ambulantaje, que luego es negocio de unos cuantos, no deberían haber sucedido si solo se respetara el esfuerzo de generaciones por preservar la convivencia y convivialidad del centro de la ciudad. La sociedad es la que al final paga.

Están los baches con el futuro. A Toluca le imponen su desarrollo sin que haya el mínimo debate para socializar los impactos. Viene un tren y nadie se ha puesto a medir los impactos ni cómo va a afectar la vida de la ciudad.

¿Es tan difícil poner pensar en hacer a Toluca la mejor ciudad del mundo para vivir? ¿Es tan difícil de una vez por todas que Toluca retome su futuro en manos de la propia sociedad y de su bienestar?

El desorden, el abuso, la falta de cuidado en las labores de gobierno tuvieron sus resultados en las elecciones. A ningún ciudadano le gusta vivir en el desorden y la falta de respeto.

De otra forma se seguirán multiplicando los baches de una ciudad que tiene ya muchos.


Son los hoyos que vemos en las calles y que durante los últimos años han sido motivo de burla de los toluqueños, y de quienes no lo son, y que parecen ser una característica de nuestra ciudad y de nuestro municipio.

Los baches son la representación de años de mala obra pública, normalmente ligada a la corrupción, sobre mal uso de materiales, de abusos de los contratistas, de falta de vigilancia de la autoridad.

“Hacer las calles de oro o plata hubiera sido más barato”, decían los viejos cuando veían como cada año los gobiernos municipales tapaban, hasta varias al año, los mismos baches.

Esto ya no se puede permitir en un país, en un Estado y en un municipio que tiene enormes carencias.

Es políticamente imperdonable volverse a equivocar.

El bache no solo es el físico y que pone de mal humor a los toluqueños. El bache son los huecos en nuestra vida pública y la responsabilidad de quienes deben gobernar buscando el bien de todos.

Pero además de los baches en las calles, Toluca tiene más baches.

Están los baches con la historia, con la memoria. En Toluca insistimos en destruir, por desconocimiento de nuestro pasado, a nuestras culturas originarias. Los hemos olvidado y las políticas de desarrollo urbano han destruido sus tierras, su lengua, su memoria. Ha sido una mal idea seguir la dinámica del capital y no de la vida en comunidad. Cada centro comercial implica salida de dinero que no se compensa con lo que dejan o pretenden dejar a las localidades.

Están los baches con el pasado inmediato, cuando cada administración quiere reinventar al municipio sin considerar que es lo bueno que se aportó a través del esfuerzo social. Las sociedades que avanzan rápido son porque acumulan lo bueno hecho con anterioridad. Lo más ridículo de todo esto es el cambio de colores y de imagen que se pretende hacer de una administración a otra. Se debe legislar para ya no perder tanto dinero con los cambios de imagen, que la verdad, nadie aprecia y se olvidan tan pronto como llega otra administración. No me imagino a una ciudad como Paris, como Londres o Tokio un día pintada de rosa, otro día de verde, otro día de morado.

Están los baches en el desorden urbano, en el transporte. El desastre también es descomunal y desde el punto de vista cívico muy grave. Aprendemos a que vivir en el desorden es como la tierra de nadie. El transporte público pone su base en frente del jardín Vicente Guerrero con toda la inseguridad que esto implica y sin que autoridad alguna se aparezca; bases de taxis en los lugares cercanos a la Alameda sin que nadie diga nada y ya ni qué decir del mercado de Toluca; calles completas convertidas en estacionamientos: Vicente Guerrero, Carranza, los alrededores del mercado, Isidro Fabela por mencionar algunas. Empezar por poner orden en lo más simple, en lo más reciente es darle un mensaje a la comunidad de que hay propósito de cambio. Las acciones contra el ambulantaje, que luego es negocio de unos cuantos, no deberían haber sucedido si solo se respetara el esfuerzo de generaciones por preservar la convivencia y convivialidad del centro de la ciudad. La sociedad es la que al final paga.

Están los baches con el futuro. A Toluca le imponen su desarrollo sin que haya el mínimo debate para socializar los impactos. Viene un tren y nadie se ha puesto a medir los impactos ni cómo va a afectar la vida de la ciudad.

¿Es tan difícil poner pensar en hacer a Toluca la mejor ciudad del mundo para vivir? ¿Es tan difícil de una vez por todas que Toluca retome su futuro en manos de la propia sociedad y de su bienestar?

El desorden, el abuso, la falta de cuidado en las labores de gobierno tuvieron sus resultados en las elecciones. A ningún ciudadano le gusta vivir en el desorden y la falta de respeto.

De otra forma se seguirán multiplicando los baches de una ciudad que tiene ya muchos.