/ viernes 12 de mayo de 2023

Pensamiento Universitario | A los maestros y maestras

La prosperidad de una nación depende, en gran parte, del nivel educativo de sus habitantes, pues la calidad de los conocimientos adquiridos permite contar con mujeres y hombres competentes, libres, críticos e independientes, capaces no sólo de impulsar el progreso, sino de generar modelos de dignidad y de congruencia, tan necesarios en los tiempos actuales. El adecuado crecimiento intelectual del ser humano es una tarea de bastante complejidad, donde, junto con el concurso responsable, entusiasta y decidido de la estructura familiar, la figura del maestro se convierte en un elemento de suma importancia, un recurso esencial e insustituible, siempre y cuando se cultive un elevado sentido de vocación de servicio y se garantice la legitimidad del desempeño.

Con motivo del próximo 15 de mayo es oportuno felicitar a las y los maestros, particularmente a quienes, más allá de la tarea rutinaria, reducida a la simple transmisión de contenidos, se preocupan por desarrollar en los alumnos habilidades y talentos, por formar mentalidades analíticas, innovadoras y creativas, además de fomentar la cultura del esfuerzo y la práctica de los valores universales. En el cumplimiento de su función, la mayor satisfacción de un docente, y la prueba máxima de su razón de ser, es la evidencia de haber contribuido a la integración de una sociedad independiente, solidaria, productiva y democrática.

En este régimen, caracterizado por la destrucción y la mentira, el desafío del profesorado en la manera de enseñar y conectar con los estudiantes no debe limitarse a ser expertos de asignatura, sino constituirse en proveedores de contexto, con las aptitudes suficientes para guiar, inspirar, motivar y mover conciencias. Hoy en día los cambios ocurren con enorme rapidez, y la información es excesiva. Ante ello, el papel del mentor, del facilitador de los aprendizajes, es determinante, tomando en cuenta que en la evolución de los jóvenes es indispensable distinguir lo relevante, lo auténtico y provechoso, a fin de convertirlo en elemento base del bien y la verdad.

Sin duda, cuando el empeño y la dedicación aportan los resultados idóneos, sus autores merecen un trato diferenciado, entre otras cosas mediante la asignación de estímulos y remuneraciones dignas; de oportunidades de superación académica y de condiciones idóneas para aumentar la efectividad de su encomienda. Con trabajo y entrega, muchos docentes muestran un genuino profesionalismo y contribuyen a revalorar y prestigiar la actividad, al hacer realidad la premisa de que educar es creer en lo perfectible del ser humano, en la posibilidad de mejorarnos unos a otros por medio del saber; en la capacidad innata de aprender cosas útiles y en la convicción de usarlas en favor del bien común.

En consecuencia, si se trata felicitar a las y los maestros en su día, de reconocer su compromiso al preparar a las nuevas generaciones, el énfasis debe ir hacia quienes cotidianamente se esmeran en transmitir una instrucción de calidad, que es, como dice el filósofo Fernando Savater, aquella donde el efecto es despertar el apetito de más educación, de nuevos conceptos y enseñanzas. Si el egresado de una institución escolar cree así concluida su formación, si no tiene el deseo de fortalecer destrezas y el pensamiento racional, entonces sus profesores no cumplieron cabalmente su misión, al no poder encauzarlo hacia los beneficios de la ciencia, la cultura y los buenos hábitos.

Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.

juancuencadiaz@hotmail.com

La prosperidad de una nación depende, en gran parte, del nivel educativo de sus habitantes, pues la calidad de los conocimientos adquiridos permite contar con mujeres y hombres competentes, libres, críticos e independientes, capaces no sólo de impulsar el progreso, sino de generar modelos de dignidad y de congruencia, tan necesarios en los tiempos actuales. El adecuado crecimiento intelectual del ser humano es una tarea de bastante complejidad, donde, junto con el concurso responsable, entusiasta y decidido de la estructura familiar, la figura del maestro se convierte en un elemento de suma importancia, un recurso esencial e insustituible, siempre y cuando se cultive un elevado sentido de vocación de servicio y se garantice la legitimidad del desempeño.

Con motivo del próximo 15 de mayo es oportuno felicitar a las y los maestros, particularmente a quienes, más allá de la tarea rutinaria, reducida a la simple transmisión de contenidos, se preocupan por desarrollar en los alumnos habilidades y talentos, por formar mentalidades analíticas, innovadoras y creativas, además de fomentar la cultura del esfuerzo y la práctica de los valores universales. En el cumplimiento de su función, la mayor satisfacción de un docente, y la prueba máxima de su razón de ser, es la evidencia de haber contribuido a la integración de una sociedad independiente, solidaria, productiva y democrática.

En este régimen, caracterizado por la destrucción y la mentira, el desafío del profesorado en la manera de enseñar y conectar con los estudiantes no debe limitarse a ser expertos de asignatura, sino constituirse en proveedores de contexto, con las aptitudes suficientes para guiar, inspirar, motivar y mover conciencias. Hoy en día los cambios ocurren con enorme rapidez, y la información es excesiva. Ante ello, el papel del mentor, del facilitador de los aprendizajes, es determinante, tomando en cuenta que en la evolución de los jóvenes es indispensable distinguir lo relevante, lo auténtico y provechoso, a fin de convertirlo en elemento base del bien y la verdad.

Sin duda, cuando el empeño y la dedicación aportan los resultados idóneos, sus autores merecen un trato diferenciado, entre otras cosas mediante la asignación de estímulos y remuneraciones dignas; de oportunidades de superación académica y de condiciones idóneas para aumentar la efectividad de su encomienda. Con trabajo y entrega, muchos docentes muestran un genuino profesionalismo y contribuyen a revalorar y prestigiar la actividad, al hacer realidad la premisa de que educar es creer en lo perfectible del ser humano, en la posibilidad de mejorarnos unos a otros por medio del saber; en la capacidad innata de aprender cosas útiles y en la convicción de usarlas en favor del bien común.

En consecuencia, si se trata felicitar a las y los maestros en su día, de reconocer su compromiso al preparar a las nuevas generaciones, el énfasis debe ir hacia quienes cotidianamente se esmeran en transmitir una instrucción de calidad, que es, como dice el filósofo Fernando Savater, aquella donde el efecto es despertar el apetito de más educación, de nuevos conceptos y enseñanzas. Si el egresado de una institución escolar cree así concluida su formación, si no tiene el deseo de fortalecer destrezas y el pensamiento racional, entonces sus profesores no cumplieron cabalmente su misión, al no poder encauzarlo hacia los beneficios de la ciencia, la cultura y los buenos hábitos.

Ingeniero civil, profesor de tiempo completo en la UAEM.

juancuencadiaz@hotmail.com