/ viernes 6 de diciembre de 2019

Pensamiento Universitario | El transporte público


Ante el problema de los accidentes donde se involucra el transporte público, el presidente municipal de Toluca declaró a este diario su intención de reunirse con los empresarios del sector, pues no se quiere, dijo, que la capital del estado siga siendo escenario de muertes, lesiones y destrucción de patrimonios, a causa de conductores irresponsables. Lo anterior motivado por la ocurrencia un nuevo siniestro, al haberse impactado un autobús contra dos automóviles particulares y un inmueble, en plena zona centro.

En efecto, lejos de ofrecer los resultados deseados, autoridades y permisionarios parecen haberse desentendido de una prestación en general mala, insegura e ineficiente, cuyas consecuencias son de verdadera alarma en las ciudades y zonas conurbadas de la entidad. En letra muerta han quedado sus famosos acuerdos para ordenar rutas y destinar los recursos necesarios a programas de mantenimiento y modernización de unidades, de implementar medidas tecnológicas de protección al usuario y, sobre todo, de capacitación de choferes.

Conducir un vehículo de motor es una acción bastante compleja, y puede entenderse como el conjunto de interacciones entre el ser humano, una máquina, el ambiente y las características de las vialidades. Es uno de los tantos factores que debieran modelar el comportamiento de las personas y fortalecer una moral de manejo, pues no sólo supone la adquisición de hábitos y conocimientos de carácter técnico, psicológico y sociológico, sino implica también ser tolerante y solidario, comprender y respetar al prójimo.

En nuestro medio, es preocupante el desempeño de un elevado porcentaje de quienes realizan esta tarea, sean del servicio público o particular, dado lo defectuoso de sus habilidades y la omisión o desprecio hacia las normas de tránsito. Si a esto se le agregan las conductas antisociales, la incultura, el abuso del teléfono móvil y los trastornos emocionales o de personalidad, el resultado se muestra en la ocurrencia de numerosos accidentes, muchos de ellos mortales.

Además, el desorden repercute en una serie de factores, donde destacan las distintas formas de contaminación y sus efectos en la salud de millones de seres. Para colmo, en este tema contribuyen las tonterías cometidas por un sistema de gobierno inoperante, incapaz de comprender las consecuencias de sus actos, por ejemplo al llevar a cabo obras de pavimentación en días y horarios laborables.

Mientras la ineptitud y el desinterés oficial predominen, será muy difícil lograr los cambios necesarios, tendientes a evitar el aporte sangriento y los daños al patrimonio y a la productividad, derivados del uso irracional de automotores y vías públicas.

Al reconocer la seguridad como un valor social, resulta indispensable erradicar las malas costumbres observadas en el manejo de vehículos, con especial énfasis en los del transporte público, y en complemento tratar de construir un modelo de conductor responsable y debidamente preparado. Si bien la corrección del desastre es un asunto de legítima autoridad y obediencia a las leyes, es también una cuestión de civilidad, de actitud positiva y de sanidad intelectual, tendiente a rescatar los principios del buen vivir.

juancuencadiaz@hotmail.com


Ante el problema de los accidentes donde se involucra el transporte público, el presidente municipal de Toluca declaró a este diario su intención de reunirse con los empresarios del sector, pues no se quiere, dijo, que la capital del estado siga siendo escenario de muertes, lesiones y destrucción de patrimonios, a causa de conductores irresponsables. Lo anterior motivado por la ocurrencia un nuevo siniestro, al haberse impactado un autobús contra dos automóviles particulares y un inmueble, en plena zona centro.

En efecto, lejos de ofrecer los resultados deseados, autoridades y permisionarios parecen haberse desentendido de una prestación en general mala, insegura e ineficiente, cuyas consecuencias son de verdadera alarma en las ciudades y zonas conurbadas de la entidad. En letra muerta han quedado sus famosos acuerdos para ordenar rutas y destinar los recursos necesarios a programas de mantenimiento y modernización de unidades, de implementar medidas tecnológicas de protección al usuario y, sobre todo, de capacitación de choferes.

Conducir un vehículo de motor es una acción bastante compleja, y puede entenderse como el conjunto de interacciones entre el ser humano, una máquina, el ambiente y las características de las vialidades. Es uno de los tantos factores que debieran modelar el comportamiento de las personas y fortalecer una moral de manejo, pues no sólo supone la adquisición de hábitos y conocimientos de carácter técnico, psicológico y sociológico, sino implica también ser tolerante y solidario, comprender y respetar al prójimo.

En nuestro medio, es preocupante el desempeño de un elevado porcentaje de quienes realizan esta tarea, sean del servicio público o particular, dado lo defectuoso de sus habilidades y la omisión o desprecio hacia las normas de tránsito. Si a esto se le agregan las conductas antisociales, la incultura, el abuso del teléfono móvil y los trastornos emocionales o de personalidad, el resultado se muestra en la ocurrencia de numerosos accidentes, muchos de ellos mortales.

Además, el desorden repercute en una serie de factores, donde destacan las distintas formas de contaminación y sus efectos en la salud de millones de seres. Para colmo, en este tema contribuyen las tonterías cometidas por un sistema de gobierno inoperante, incapaz de comprender las consecuencias de sus actos, por ejemplo al llevar a cabo obras de pavimentación en días y horarios laborables.

Mientras la ineptitud y el desinterés oficial predominen, será muy difícil lograr los cambios necesarios, tendientes a evitar el aporte sangriento y los daños al patrimonio y a la productividad, derivados del uso irracional de automotores y vías públicas.

Al reconocer la seguridad como un valor social, resulta indispensable erradicar las malas costumbres observadas en el manejo de vehículos, con especial énfasis en los del transporte público, y en complemento tratar de construir un modelo de conductor responsable y debidamente preparado. Si bien la corrección del desastre es un asunto de legítima autoridad y obediencia a las leyes, es también una cuestión de civilidad, de actitud positiva y de sanidad intelectual, tendiente a rescatar los principios del buen vivir.

juancuencadiaz@hotmail.com