Museo de Historia Natural
El desarrollo educativo y cultural de las personas no se da exclusivamente en las escuelas y en los medios de comunicación masiva. Mucho tienen que ver los museos, las galerías, los teatros, los acuarios, las salas de concierto…
Para conocer y comprender la esencia de las cosas no basta con ver un dibujo o una composición de Internet, así sean de la más alta resolución. Es preciso verlas, observarlas y –algunas veces− tocarlas.
Decía el pedagogo Iván Ilich: para educar a una persona no es preciso encerrarla en un salón de clases para que pase largo tiempo estudiando una copia de la realidad. Hay que ponerla en donde pueda aprender directamente de la realidad.
En Toluca ha existido durante más de cien años un Museo de Historia Natural en el que muchos niños, guiados por sus maestras, tuvieron ocasión de aprender algo, ya fuera la belleza del tucán, del quetzal o del ave del paraíso; las características de los minerales o las diferencias que existen entre un caimán del Mississippi, un cocodrilo del Nilo y un lagarto del río Balsas; las peculiaridades de algunos insectos y reptiles o la tétrica fealdad de un grupo de momias naturales halladas en el valle de Toluca, entre ellas las de un sacerdote pecador, el padre Botello.
Este acervo de fósiles, animales disecados y objetos procedentes de diversas partes del mundo comenzó a formarse hacia 1881 en el interior del Instituto Científico y Literario de Toluca, pero formalizó su función en 1884 como Gabinete de Ciencias Naturales bajo la sabia dirección del doctor Manuel M. Villada, profesor de la materia, director del plantel y sabio investigador del Museo Nacional.
Se usaba como anexo didáctico para el aprendizaje de los alumnos, aunque en algún tiempo varias de sus colecciones fueron exhibidas al público en el Colegio Mexicano del portal 20 de Noviembre o Constitución, con el fin de alimentar la cultura de los toluqueños.
En 1978, al cumplirse el sesquicentenario de la fundación del Instituto Literario, el gabinete se convirtió definitivamente en museo y fue reinstalado por la química Guadalupe Mejía de Sánchez y por el profesor Luis Camarena en un lugar del edificio de Rectoría en el que antiguamente había existido la capilla del Beaterio y poco más tarde el “salón de la Normal”, referido a la hoy centenaria y benemérita Escuela Normal para Profesores, que nació precisamente en ese sitio.
Hace un par de años, el museo fue cerrado por adecuación de espacios en el histórico edificio, pero en estos días está siendo reinstalado por el museógrafo Jorge Carrandi en el ala norte del Patio de los Naranjos, donde será reabierto después del 3 de marzo, como una excelente opción cultural para los toluqueños.